THE OBJECTIVE
Esperanza Aguirre

Jon Rahm y la búsqueda de la excelencia

«¡Qué insulto a la inteligencia condenar a nuestros escolares a una igualdad de resultados! Es como si a los deportistas les dijeran que es igual ganar que perder»

Opinión
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Jon Rahm y la búsqueda de la excelencia

El golfista Jon Rahm durante el Masters de Augusta. | Europa Press

Todos los aficionados españoles al golf estamos impresionados y admirados por el extraordinario triunfo de Jon Rahm en el Masters de Augusta el fin de semana pasado. Sabemos lo difícil que es jugar bien a este deporte y lo dificilísimo que es llegar al nivel de los grandes jugadores profesionales. Por eso, contemplar cómo nuestro Jon Rahm se ha impuesto allí a todos los que componen la élite mundial nos ha llenado de alegría y, también, de admiración.

Hay que saber que en el mundo hay más de 60 millones de jugadores, que en Estados Unidos hay 30 millones y que en España, con 300.000 jugadores federados, el golf es el tercer deporte más practicado. Recuerdo estas cifras para valorar en su justa medida el hecho de colocarse de nuevo el número uno del ránking mundial como ha vuelto a hacer Jon después de su éxito en Augusta.

Los aficionados al golf y, en general, todos los que siguen los deportes, sabemos que cada año hay cuatro citas especiales a las que concurren los mejores de los mejores, son los cuatro majors: el Open USA, el Masters de Augusta, el Campeonato de la PGA (Asociación de Golfistas Profesionales) y el Open por antonomasia, que es el Británico.

Rahm se ha convertido en el primer europeo de la historia en ganar el Open de Estados Unidos (en 2021) y ahora el Masters. Con esos dos triunfos empata a dos majors con Chema Olazábal, otra gran figura española, y se encamina hacia el gran Seve Ballesteros, que con tres Open británicos y dos Masters de Augusta, sigue siendo el español más laureado.

«La suya es la sexta chaqueta verde que se viene para España»

Pero no sólo estamos entusiasmados por el triunfo, también lo estamos por la forma en que lo consiguió. Durante los cuatro días de competición, con un tiempo horrible, frío, viento y mucha lluvia, Jon dio una exhibición de temple, serenidad, dominio de la situación, equilibrio y juego sensacional. La verdad es que, en todo momento se mostró superior a todos los demás.

Y nuestra admiración aún creció cuando le vimos actuar en todos los ceremoniales que en ese antiguo y tradicional torneo tienen lugar después de la competición. ¡Cómo abrazó a Chema Olazábal, que le esperaba, con su chaqueta verde para darle la enhorabuena! ¡Cómo recordó a Seve Ballesteros, que por ahora es el ídolo de todos los golfistas españoles y de muchos no españoles, que ese día habría cumplido 66 años! ¡Cómo supo agradecer y dar importancia a su caddy al empezar sus palabras en el discurso oficial! Y, ¡cómo recordó su condición de español para señalar que la suya es la sexta chaqueta verde que se viene para España y que España es ya el segundo país del mundo con más triunfos en Augusta, después de Estados Unidos, claro!

La gesta de Rahm, la manera de lograrla y la madurez y el señorío de su actuación posterior a los españoles nos han emocionado pero es que también han impresionado, y mucho, en el resto del mundo, no hay más que asomarse a la prensa no especializada para comprobarlo (en el francés Le Figaro, por ejemplo, le dedicaban dos tercios de su página de deportes).

Todos pueden comprender que para llegar a lo más alto en cualquier deporte son necesarios, además de unas ciertas cualidades, una dedicación, un esfuerzo y un trabajo extraordinarios. Y los que practicamos esos deportes como aficionados aún lo comprendemos mejor. Sé de primera mano cómo Jon, siendo casi un chaval, vino a Madrid al centro de Real Federación Española de Golf con una beca para perfeccionar su juego, que ya todos intuían que era el de un superdotado. Como sé que él agradece a sus profesores y entrenadores de entonces lo que le ayudaron para encauzar su fuerte carácter (es imposible ser un gran campeón sin tener un carácter fuerte) en la buena dirección. Por cierto que cuando le castigaban, siempre le mandaban a ocuparse de los que juegan al golf adaptado, con los que se volcaba, hasta el punto de que hoy sigue siendo para ellos un auténtico ídolo. También sé cómo tuvo que trabajar y entrenar en la Universidad de Arizona para convertirse durante 60 semanas en el número uno amateur el mundo. Todos esos trabajos y esfuerzos ahora han tenido su recompensa, y sus admiradores podemos estar más que contentos al contemplar sus éxitos y compartirlos con él, al que nos une el orgullo de ser españoles.

«Talento más trabajo es la fórmula nada mágica de la búsqueda de la excelencia»

Al contemplar la impresionante trayectoria deportiva y humana de Jon Rahm, he recordado también la de otros grandes deportistas españoles como Rafa Nadal, Pau Gasol o Miguel Induráin. En todos ellos se juntan unas magníficas condiciones naturales con muchas horas de trabajo y esfuerzo. En definitiva: talento más trabajo es la fórmula nada mágica de la búsqueda de la excelencia. Otra vez más habrá que recordar la sentencia de Pablo Picasso: «Que la inspiración te pille siempre trabajando».

Y al pensar en ellos no he podido dejar de pensar en nuestro sistema escolar y en las siniestras leyes demagógicas que los socialistas y sus socios Frankenstein imponen a nuestros alumnos desde la Primaria. Cuando los deportistas, desde pequeños, cuando empiezan a manifestar algunas cualidades, trabajan y se esfuerzan con denuedo –y no hay más que ver cómo lo hacen los niños en las escuelas de los grandes clubes de fútbol-, los políticos socialistas pregonan que no hay que esforzarse, que da lo mismo pasar con uno, con dos o con seis suspensos.

¡Qué insulto a la inteligencia y qué tomadura de pelo a los alumnos y a sus familias condenar a nuestros escolares a una igualdad de resultados hasta el fin de la Secundaria! Es como si a los deportistas les dijeran que da lo mismo ganar que perder, hacerlo bien o hacerlo mal.

 Jon Rahm, con su trayectoria y sus éxitos, debería ser un modelo para todos en España, justo lo contrario de lo que se predica desde el poder.

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