THE OBJECTIVE
Sonia Sierra

Yolanda Díaz: senderos de traición

«Su fulgurante trayectoria está pavimentada sobre traiciones, pero ahora se enfrenta al hombre que ha ido dejando el camino regado de cadáveres políticos»

Opinión
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Yolanda Díaz: senderos de traición

La vicepresidenta segunda del Gobierno, Yolanda Díaz. | Europa Press

Yolanda Díaz ha transitado la distancia que media entre Ferrol y la Moncloa por senderos de traición. Para mí, los primeros traicionados, aunque no se suele hablar de ellos, fueron todos los trabajadores de la industria pesada que perdieron sus trabajos por el cierre de varias empresas del sector por culpa, entre otras cosas, del sectarismo de ella y de su padre, mientras que se suponía que luchaban por sus derechos laborales como sindicalistas. Aunque son casos diferentes, no puedo evitar pensar en la marcha de Ferrovial en la que, más allá de los motivos que la han propiciado, es evidente que el radicalismo de este Gobierno y la inseguridad jurídica que provocan con sus chapuzas legislativas la han incentivado. A modo de ejemplo: Yolanda Díaz e Irene Montero han cambiado dos veces la misma ley el mismo día y ahora no se sabe cuál está vigente. Poco nos pasa.

El caso es que el que suele aparecer como primer traicionado es Xosé Manuel Beiras. Yolanda Díaz consiguió un acta de concejal por IU en Ferrol en 2003 y en 2005 ya lideraba el partido en Galicia, aunque se quedó dos veces fuera del Parlamento con unos resultados que no llegaban ni al 1%. Quizá por eso fue una de las patrocinadoras de la ruptura del Bloque de izquierda para aliarse con los nacionalistas gallegos, es decir, que lo de romper partidos para sumar con otros le viene de antiguo. Montaron una coalición llamada Alternativa Gallega de Izquierdas y consiguió así su objetivo de entrar en el Parlamento gallego y, a renglón seguido, traicionó a Beiras. En 2015, con Podemos en alza, volvió a deshacer un partido para sumar otro -En Marea- y logró su verdadera meta: entrar en el Congreso de los Diputados. Mientras, Beiras se quedó clamando: «Es la primera persona que me ha traicionado en toda mi vida. Ha tenido un comportamiento ingrato, insolidario y desleal». Biquiños.

La gallega no tardó en perpetrar su siguiente traición: en 2020 se dio de baja de una IU que consideraba un lastre. En estas, Pablo Iglesias abandona la política institucional tras su humillante derrota contra Ayuso y la corona como vicepresidenta del Ejecutivo y lideresa de los morados. Y no es el único regalo que recibe: un Pedro Sánchez deseoso de librarse de Podemos, pero sabedor de que necesita sus votos para mantenerse en el poder, pone todos los medios gubernamentales posibles para que ella viva en una especie de publirreportaje continuo y con estos mimbres teje su nueva traición: crear un partido –aunque con su estomagante cursilería le llama espacio político- tras un interminable proceso de escucha en el que parece que básicamente se ha escuchado a sí misma y sus intereses porque, una vez más, ha desmontado un partido que la ha alzado para crear otro a su mayor Gloria. Y ya van tres.

«Tras enfrentarse con el feminismo por la ‘Ley Trans’, ahora las caras más destacadas de dicho movimiento se han unido a Sumar»

Pero esta no es la única traición a Podemos en las últimas semanas: tras enfrentarse con el feminismo por la ley trans, ahora las caras más destacadas de dicho movimiento se han unido a Sumar. El caso más conocido es el de Carla Antonelli, que tras muchos años con cargos públicos en el PSOE, al quedarse sin escaño se dedicó a insultar sin tasa a sus compañeras de partido hasta que se dio de baja y, ¡oh!, sorpresa, va en la candidatura de Más Madrid que, cabe recordar, ya traicionaron a Podemos para crear este partido. Como dice la letra de Entre dos tierras -canción del álbum de Héroes del Silencio que da título a este artículo-, «te puedes vender, cualquier oferta es buena si quieres poder», versos aplicables a todos los personajes que aparecen en estas líneas. Tanto es así que si Podemos no se hubiera dedicado a socavar nuestro Estado de derecho, a degradar las instituciones y a crispar, hasta me darían cierta lástima.

Les decía antes que a Yolanda Díaz le han regalado una interminable campaña publicitaria gubernamental. A mí, de entrada, que un partido se dedique a favorecer a otro con el que, además, compite en electorado, me parece una idea del que asó la manteca. Entiendo lo que hay detrás, claro, el intento de eliminar a Podemos para tener una marca blanca del PSOE que atraiga a otro tipo de votante y favorezca la suma de escaños para que Pedro Sánchez permanezca en el poder, pero eso es como jugar al billar: golpeas las bolas esperando una carambola que quizá no se produzca y no tengo nada claro que el PSOE haya calculado bien las consecuencias de esta operación.

Díaz habla a sus posibles votantes como si tuvieran cinco años y sus discursos son pura palabrería sin el más mínimo contenido, pero eso no significa que sea tonta. Pese a ser la vicepresidenta, no se ha posicionado sobre ninguno de los temas polémicos a los que se ha enfrentado su Gobierno y esto junto a la nadería constante de sus alocuciones hace que pueda pescar votos en un amplio caladero. A eso hay que añadir que, a la que le ponen un micro, delante muta en Yolandita la fantástica y lo mismo convierte en referente internacional su nefasta política de empleo que a Ada Colau, pero nada mejor para ganar votos que cumplir a rajatabla la máxima que dice que siempre hay que hablar bien de uno mismo porque luego la gente no se acuerda de quien se lo ha dicho. Esperemos que a la hora de coger las papeletas del voto sean muchos los que recuerden que, por más que maquillen las cifras del desempleo, el número de parados es intolerable, especialmente entre los más jóvenes.

Como hemos visto, la fulgurante trayectoria de Yolanda Díaz está pavimentada sobre traiciones, pero ahora se enfrenta al hombre que fue expulsado de su propio partido por un quítame allá un pucherazo y que ha ido dejando el camino regado de cadáveres políticos, así que la gran duda es: ¿quién traicionará a quién? Hagan sus apuestas.

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