THE OBJECTIVE
Luis Castellví Laukamp

'Los Soprano' no se olvidan

Se cumple una década de la muerte del actor James Gandolfini, protagonista de una serie que ofreció un modelo para futuros guiones televisivos

Opinión
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‘Los Soprano’ no se olvidan

James Gandolfini en 'Los Soprano'. | .

El creador de Los Soprano, David Chase, dice que el 90% del trabajo del director es el reparto. En este sentido, la elección de James Gandolfini como protagonista fue óptima. Aunque Tony Soprano mienta más que un vendedor de coches robados, el rostro de Gandolfini permite asomarse a un abismo angustioso. En su ensayo sobre series de televisión (Play All, 2016), Clive James afirma que uno de los rasgos esenciales del personaje es que parezca un poco perdido. Gandolfini sabe insuflar dudas y sufrimiento a Tony, acuciado por la carga de ser un capo mafioso: culpa, ansiedad, depresión…

Sin el componente psiquiátrico, Los Soprano hubiera podido ser otra serie más sobre la mafia. Pero David Chase tenía claro que esta subtrama debía ocupar un lugar central. No en vano se pasó años yendo al psiquiatra por culpa de su madre. Además de Tony, todo el núcleo familiar va en algún momento a la consulta. Incluso la psiquiatra va al psiquiatra. Y hay episodios enteros dedicados a los sueños, para desesperación de los fans de la acción. Más recordadas son las escenas con la Dra. Melfi, aunque ni siquiera en la consulta puede Tony hablar con libertad, pues una confesión obligaría a la psiquiatra a denunciarlo. 

Por un lado, la idea del mafioso en el diván, que ha producido alguna película simpática, alcanza en Los Soprano cotas de alta comedia. Hay escenas divertidísimas en las que Tony pide consejo sin poder desvelar la naturaleza del asunto (gansteril), que el espectador sí conoce. Por otro lado, esta subtrama humaniza al personaje, que de ser un villano pasa a convertirse en una persona con cuyos problemas familiares llegamos a empatizar. Solo la madre (llamada Livia en homenaje a la emperatriz de Yo, Claudio) daría para un congreso de psiquiatría. La hermana (Janice, una exhippie irresponsable) parece sacada de una novela de Houellebecq. Y eso por no salir de la familia inmediata, pues los demás miembros también son para darles de comer aparte. Todo está exagerado, pero hay dinámicas familiares en las que reconocerse. Gandolfini creía que por eso tuvo éxito Los Soprano.

«Muchos espectadores envidian a Tony, pero no por su poder, dinero o mujeres, sino por su desinhibición»

Luego está la mafia, claro, pero eso también es familia: sobre todo lealtad. Acostumbrados a Vito Corleone, no estábamos preparados para un capo que estrangula con sus propias manos. A Gandolfini el insomnio le ponía de mala leche, con lo que dormía poco a propósito en vísperas de rodar. Así ventilaba la ira del personaje. Muchos espectadores envidian a Tony, pero no por su poder, dinero o mujeres, sino por su desinhibición. El capo hace siempre lo que le da la gana. Si el barman le irrita, le parte la cara. Si le ofrecen coca, la acepta. Si tiene hambre, saquea la nevera… o el Nuovo Vesuvio, el restaurante de su amigo Artie, donde tiene una cuenta que nunca paga.

El talento de Gandolfini se aprecia bien en las comidas. A veces son pequeños detalles, como ese tintineo del tenedor para llamar la atención de Jackie Jr., a quien miente a la cara sobre la suerte de su tío. Otras veces la escenografía es teatral, y Gandolfini parece un emperador romano decadente. Pienso en cuando Ralphie intenta disculparse y el capo, para humillarlo, sigue impasible despachando su cena: rigatoni y vino tinto (Ruffino Chianti, su favorito). El Nuovo Vesuvio es también el escenario de cenas y disputas conyugales.

Sostiene Edie Falco, la actriz que encarna a Carmela Soprano, que fuera del trabajo apenas trataba a Gandolfini. Dice mucho de la profesionalidad de ambos, pues en la pantalla parece que se conocieran de toda la vida… sobre todo cuando discuten. Pero lo más memorable no son las peleas por las amantes de Tony o el dinero que Carmela le hurta. Hay escenas sutiles como el desayuno en el que cada uno sabe el secreto del otro, pero ambos callan, manteniendo el frágil equilibrio en el que se sustenta su matrimonio. Sin decirse nada se lo dicen todo. 

«Tony refleja el estupor del adulto ante los hijos adolescentes»

Además del interés mutuo, les une la fe católica en el matrimonio como unión indivisible. Y sus dos hijos: Anthony, Jr. (AJ) y Meadow, quienes, salvando las distancias, recuerdan un poco a Bart y a Lisa Simpson. Tony refleja el estupor del adulto ante los hijos adolescentes. También el tormento de preguntarse si no estará jodiéndoles la vida al criarlos entre algodones con dinero manchado de sangre. Carmela, quien se hace la tonta pero sabe muy bien de lo que vive, manifiesta la misma angustia en una escena tremenda.

Es difícil sobrevivir a un largo papel en televisión, sobre todo cuando marca una época. Falco logró pasar de Los Soprano (1999-2007) a Nurse Jackie (2009-2015), otra serie de éxito. Gandolfini se embarcó en varios proyectos como actor y productor, pero nunca acabó de digerir las servidumbres de la fama, que le llegó tarde y le duró poco. Murió de un infarto seis años después del último episodio. Su figura no ha hecho sino agigantarse desde entonces.

A una década de su muerte, podemos entender qué ofreció Los Soprano como modelo para futuros guiones televisivos: arcos narrativos de largo alcance, que aúnan el entretenimiento con la ambición del mejor cine. Creaciones posteriores como The Wire (2002-2008) y Mad Men (2007-2015) sacaron partido de los horizontes abiertos por la serie. Los logros de David Chase parecen aún más trascendentales vistos con perspectiva. Aunque él dice que sin Gandolfini la serie no se recordaría. Puede que tenga razón.

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