Y ahora, a por el sistema electoral
«Su próximo movimiento puede ser perfectamente una modificación del sistema electoral que le ayude a maximizar su voto permitiéndole seguir en la Moncloa»
Pedro Sánchez y Carles Puigdemont. | Alejandra Svriz
Tras la negociación política más bochornosa de la historia desde la entrega de los de los Sudetes al Tercer Reich por parte de Gran Bretaña y Francia, me refiero a esa en la que Sánchez está cediendo uno por uno a todos los chantajes del independentismo sin más contraprestación que su voto en la ya -parece- inminente investidura, muchos analistas se preguntan sobre cuál será el próximo paso en su carrera para mantenerse en el poder a cualquier precio.
Y para responder a esta pregunta es necesario hacer un poco de arqueología sanchista, es decir, bucear en sus actos y decisiones del pasado yendo un poco más allá del adocenado «es capaz de todo por permanecer en el poder». Una frase que, si bien es cierta, no es ni de lejos suficiente para comprender la forma de pensar y el método de actuar de Sánchez.
Comencemos por el principio: a pesar de lo que dicen sus muchos exégetas, Sánchez no es precisamente Bismarck, es decir, no tiene un plan maestro que vaya realizando de forma ordenada y sistemática para llegar a un objetivo previamente marcado. Su modo de actuar es bien diferente, va improvisando sobre la marcha, adaptándose magistralmente a las circunstancias, aprovechándolas en su favor y mimetizándose con el paisaje con una sola regla de oro, mantenerse en el poder.
Si tuviéramos que situarlo en la escala trófica no sería un cazador que se alimenta de su propio esfuerzo, sino más bien un depredador terciario como la hiena, es decir, un animal omnívoro que se aprovecha tanto de lo que caza por sí mismo como de la carroña que puede arrebatar a otros cazadores.
Así y habiendo ya roído hasta el último hueso del socialismo, de la izquierda verdadera a la izquierda de la izquierda, del nacionalismo y del independentismo y ante la posibilidad cada vez más real de que sus acciones tengan como consecuencia un giro conservador de la sociedad española, algo que además está sucediendo en todos los países de nuestro entorno, la lógica nos indica que su próximo movimiento puede ser perfectamente una modificación del sistema electoral que le ayude a maximizar su voto permitiéndole seguir en la Moncloa.
No sería además necesaria una gran reforma electoral, bastaría con unos sutiles toquecitos que otorgasen una mayor representatividad a algunas provincias quitando peso a otras o incluso aumentando el número de diputados hasta el límite que permiten nuestras leyes (400 en lugar de los 350 actuales), algo que además podría vestirse como una actualización de un modelo electoral caduco y envejecido propio de la funesta Transición.
«No hay manipulación que resista un tsunami electoral como el que tiene pinta de estar fraguándose en nuestro país»
Una reforma que además sería celebrada con regocijo por los tertulianos y politólogos habituales que, ábaco en mano, llenarían horas y horas de programaciones televisivas con simulaciones electorales comparando el nuevo sistema con el antiguo mientras loan la magnificencia creativa y la valentía del arquitecto de la nueva España turbodemocrática, plurinacional y eco-resiliente.
Un proceso al que, por cierto, los norteamericanos le pusieron nombre hace 200 años (Gerrymandering se llama el invento) y que consiste en manipular las circunscripciones electorales de un territorio, uniéndolas, dividiéndolas o asociándolas, con el objeto de producir un efecto determinado sobre los resultados electorales y a pesar del cual ( y esta es la buena noticia), EEUU ha continuado teniendo gobiernos de diferentes colores, ya que no hay manipulación que resista un tsunami electoral como el que tiene pinta de estar fraguándose en nuestro país.
