THE OBJECTIVE
Antonio Caño

En defensa de la convivencia

«Sánchez será investido con la mayoría más radical y excéntrica de Europa. Será difícil contener el radicalismo de signo opuesto»

Opinión
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En defensa de la convivencia

Manifestación en contra del acuerdo entre PSOE y Junts en la Puerta del Sol de Madrid. | Ilustración de Alejandra Svriz

De todas las consecuencias nefastas de la política insensata de Pedro Sánchez, sin duda la peor de todas es haber encendido la mecha del enfrentamiento entre los españoles.

El fantasma de las dos Españas, que los españoles de mi generación y las posteriores sólo conocimos en los libros de historia, se levanta de nuevo ante nuestros ojos y se dibuja como un horizonte irremediable de odio y división si no hacemos urgentemente algo por evitarlo.

No bastan los ingenuos llamamientos a la calma ni las condenas huecas de la violencia. Sólo un proyecto de nación democrática compartido es capaz de unir a un pueblo. No conozco un sólo totalitarismo hermanado, por mucho que la represión y el miedo les dé una apariencia de calma. Sólo la recuperación del afán de entendimiento que impulsó a los españoles en 1978 puede salvarnos de un nuevo tiempo de hostilidad y dolor. Por eso era tan importante conservar el pacto que entonces hicieron nuestros antecesores, no por nostalgia ni falta de voluntad modernizadora, sino porque era el pilar de nuestra democracia.

Sánchez ha roto ese pacto a cambio de una insignificante recompensa de votos que le permitirá continuar en el poder miserablemente, avergonzando a todo el país ante el mundo. Lo que en los últimos días predican los portavoces del Gobierno sobre la legitimidad de la investidura que se avecina y la constitucionalidad de los acuerdos alcanzados con un prófugo lejos de España es un mero formalismo. Ellos mismos saben que mienten. Nuestra Constitución ha sido durante más de 40 años un éxito porque era la Constitución de todos los españoles o, al menos, de una gran mayoría de ellos. Hoy el PSOE ha decidido modificarla por la puerta de atrás, acomodarla al gusto de sus necesidades. Hoy el PSOE ha firmado una amnistía inmoral que rompe los principios de igualdad ante la ley y la separación de poderes, se muestra dispuesto a negociar un referéndum de autodeterminación y quiebra el Estado de las Autonomías con nuevas reglas fiscales para pagar los privilegios de los más ricos en detrimento de los más pobres. Esa no es nuestra Constitución.

Se nos dice que el Tribunal Constitucional establecerá en su día el criterio al que atenerse en este debate. Me temo que no será así. Ha sido tan obsceno el uso de las instituciones por parte de este Gobierno que es una quimera pensar que la sociedad española va a acoger ahora con conformidad y confianza la decisión que tome el Tribunal Constitucional. Apenas ninguna institución queda ya a salvo del fragor del debate ideológico al que Sánchez nos arrastró.

«Cuando los canales institucionales se cierran sólo queda la calle, y la calle es un escenario de alto riesgo en el que acaban por ganar los radicales»

Roto el proyecto colectivo que nos ha mantenido unidos desde 1978, corremos ahora el riesgo de que se quiebre también la convivencia. Cuando los canales institucionales se cierran porque los ciudadanos consideran que un partido o un gobierno se han apoderado de ellos, sólo queda la calle, y la calle es un escenario de alto riesgo en el que, frecuentemente, acaban por ganar los radicales.

Comparto el esfuerzo por intentar que las protestas callejeras sean pacíficas y respetuosas. Así lo fueron las masivas concentraciones celebradas ayer contra la investidura en toda España. Pero debemos ser conscientes del riesgo de que, antes o después, dejen de serlo. La frustración casa mal con la moderación. Tiende más bien a ser el combustible del extremismo. En 1936 no se enfrentaron en España los moderados de un bando contra los moderados del otro.

El PSOE pide al PP que no se sume a Vox ni se deje arrastrar por la ultraderecha. Difícil superar en hipocresía a quien ha unido su suerte a los aliados de terroristas y golpistas. Sánchez va a ser investido con la mayoría más radical y excéntrica que se ha conocido en Europa. Difícil descartar que ese radicalismo no sea contestado con radicalismo y que nuestro país se vea ante el riesgo de caer en un círculo vicioso de enfrentamiento con intercambio de reproches sobre la responsabilidad de cada cual.  

La única manera de preservar nuestra convivencia es la recuperación del proyecto colectivo que nos ha servido para disfrutar del mayor periodo de paz y prosperidad de la historia de España: la democracia de todos. No niego la necesidad de hacer un esfuerzo para integrar en ella a quienes en Cataluña y el País Vasco no se sienten acogidos, pero en ningún caso la voluntad de esa minoría, que además no manifiesta ninguna voluntad de entendimiento, puede imponer sus condiciones a la mayoría del país.

La recuperación de ese proyecto no es tan difícil como hoy parece. El país, en realidad, no está (o estaba) espontáneamente polarizado. Aunque, eso sí, me temo que exigirá sacar a Sánchez del escenario político, una empresa que le corresponde a los socialistas. No hemos caído en la crisis actual por azar ni capricho de la naturaleza. Hemos llegado hasta este punto por la ambición desmedida de Sánchez, y sólo cuando el PSOE se deshaga de él podremos recuperar plenamente la democracia y la convivencia.

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