THE OBJECTIVE
Francisco Sierra

El más Narciso de todos los Narcisos

«Sánchez está convencido en su yo más profundo que en pocos años todos los españoles seremos ‘sanchistas’. No demócratas, ni socialistas, ni progresistas, no. Quiere que seamos ‘sanchistas’»

Opinión
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El más Narciso de todos los Narcisos

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Alejandra Svriz

Probablemente Metamorfosis del romano Ovidio es una de las obras literarias que más ha influido en el mundo clásico, en el Renacimiento y hasta el mismísimo mundo contemporáneo. Esta obra maestra que va desde la creación del mundo hasta la divinización de Julio César, nos relata toda la mitología griega y ha sido inspiración para pintores como Velázquez, Rubens o Tiziano y escritores como Dante, Cervantes o Shakespeare.  

Dioses y humanos que sufrieron metamorfosis y transformaciones tan radicales y significativas que muchas de ellas han dado nombre incluso a comportamientos psicológicos. Uno de los más renombrados es el que sufrió Narciso que fue castigado por Némesis, la diosa de la venganza, por haber rechazado a todos sus pretendientes. El castigo consistió en que Narciso se enamorara de su propia imagen reflejada en las aguas de un río. Desde ese momento se consumió de amor hacia sí mismo. Y lo hizo cerca de la cueva donde se refugiaba la ninfa Eco que había sido también castigada por Hades por encubrir las aventuras amorosas de Zeus. Eco fue condenada a no poder hablar con nadie y solo repetir las últimas palabras de cada frase. Un día Eco vio a Narciso mirándose en las aguas y se enamoró de su belleza. Amor no correspondido porque Narciso sólo estaba enamorado de él mismo. Y aunque ella siguió enamorada de él, sólo podía repetir el final de sus palabras. Acabó tan consumida que se transformó en piedra.

Si nos alejamos de la mitología y nos acercamos a la psicología nos encontramos con síntomas muy reconocibles en el narcisismo. Entre sus síntomas nos encontramos con rasgos que no nos son extraños. Por ejemplo, que los narcisos tienen un aire de superioridad irrazonable y que necesitan de forma continua la admiración excesiva de los demás. Viven tan profundamente esa creencia que sienten que merecen tener privilegios y recibir un trato especial frente a los demás. Las reglas no son para ellos y esperan que todos caigan rendidos a sus pies, incluso sin haber hecho nada de merecimiento. Y lo poco que hacen lo exageran hasta tal punto que lo convierten en mentiras.

Los narcisistas se creen mejores que los demás y critican y menosprecian a las personas que no consideran importantes lo que los lleva a una incapacidad o falta de voluntad para reconocer las necesidades y los sentimientos de los demás. No les importa aprovecharse de los demás para conseguir lo que desean. Sin embargo, detrás de esta máscara de absoluta confianza propia, no están seguras de ellos mismas y reaccionan fácilmente a la más mínima crítica con dureza y frialdad. Dicen los expertos que el tratamiento del trastorno de la personalidad narcisista se centra en la terapia de conversación o psicoterapia. 

«Con la sonrisa del que se cree superior, Sánchez tenía el cinismo de aseverar que ‘no podemos dar por valida la mentira’. Él, Pedro Sánchez, el rey de la mentira»

Nosotros en España no tenemos ni a Zeus ni a Hades ni a la vengativa Némesis. Pero tenemos a uno de los mayores Narcisos de la historia contemporánea. Un hombre que destroza cualquier psicoanálisis porque revienta los índices de narcisismo registrados. No seré yo quien augure que el PSOE acabe siendo como la ninfa ECO, que enamorado de su líder es incapaz de ir más allá de repetir como un papagayo cualquier ocurrencia, variable o mentirosa, de ese líder que sigue sin entender por qué el resto de los españoles no caen también enamorados a sus pies y a sus cambios de opinión.

Decía esta semana Pedro Sánchez a mi querida y admirada Susanna Griso, en su magnífico “Espejo Público” de Antena 3, que el Partido Popular, y en concreto Alberto Núñez Feijóo, de no ser por VOX, no habría tenido mayores problemas a la hora de aprobar una ley de amnistía del procès como la que ha pactado él con Puigdemont y Junqueras. Con la sonrisa del que se cree superior, Sánchez tenía el cinismo de aseverar que «no podemos dar por valida la mentira». Él, Pedro Sánchez, el rey de la mentira, el hombre que miente por cambio de opinión, por cambio en el tiempo o por hacer de la necesidad virtud, él, nos decía a todos los españoles que no se puede dar por valida la mentira.

Un Narciso no se queda en la simple realidad. Un auténtico Narciso es capaz de afirmar como ha hecho hace unos días que en pocos años todos los españoles dirán que se hizo bien con la ley de amnistía. Un Narciso no comprende que no le crean. Ve enemigos en todos los que limitan su poder. Por eso, él no entiende que tenga que haber equilibrio de poderes. Para un Narciso un equilibrio es una limitación de su poder. Y al igual que ha hecho con el poder legislativo donde ha conseguido que Francina Armengol lo convierta en una alfombra para mayor lucimiento de Sánchez, ejecutando profesionalmente de paso para los próximos años a los letrados de Cortes que pudieran ser objetivos y frenar sus proyectos. Y lo mismo quiere hacer con los jueces. Y usa las voces de sus Ecos. Voces que solo repiten lo que el líder dice, insinúa o señala, en cualquier manera y tiempo. Desde medios que sin dar un solo nombre dicen que los dirigentes del PP en realidad son partidarios de renovar el CGPJ como sea, es decir como dice Sánchez, pero que no quieren presionar a Feijóo, a ministros que mienten en sede comunitaria, en sede parlamentaria y en cualquier sede diciendo que la Comisión Europea tiene “cero preocupación” por la ley de Amnistía. Luego viene la vergüenza internacional de que el gobierno español sea corregido por mentir. 

Un Narciso nunca tiene vergüenzas, ni nacionales ni internacionales. Da igual la cortesía diplomática con la toma de posesión de un nuevo presidente de una nación amiga como Argentina, a la que en Sánchez desprecia enviando a un secretario de estado como máximo nivel de representación de su gobierno. Menos mal que nos queda Felipe VI que sigue manteniendo la dignidad de la Jefatura de Estado por encima de rabietas presidenciales y del color de los ganadores.

Tenemos un Narciso y un problema grave de narcisismo. Sánchez está convencido en su yo más profundo que en pocos años todos los españoles seremos «sanchistas». No demócratas, ni socialistas, ni progresistas, no. Quiere que seamos «sanchistas».

El tratamiento contra el narcisismo es la terapia de conversación. Pero para Sánchez el dialogo, y las doscientas mesas de dialogo que abre solo sirven si los interlocutores tienen votos para que pueda seguir siendo el más Narciso de todos los Narcisos.

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