THE OBJECTIVE
Manuel Pimentel

El empleo en 2024

«Viviremos esa extraña paradoja de las vacantes sin atender conviviendo con un paro significativo. La reciente reforma del subsidio no paliará este desajuste»

Opinión
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El empleo en 2024

Ilustración de Alejandra Svriz.

La cadencia dulce del tiempo, con su tic tac de almanaque, se orla de melancolía ahora que muere el año 2023. Cuántos cambios y tan rápidos, ocultos en el suave deslizar de los días y los tiempos. Nuestras empresas, nuestros empleos, nosotros mismos, somos distintos a los que, hace ya un año, despedimos al azaroso 2022. Más, aún, cambiaremos en 2024. Con asombro, pero sin estridencias, hemos dado los primeros pasos en la senda de la Inteligencia Artificial, un camino incierto que augura la transformación más radical que conocieran los milenios todos de nuestra existencia. Ya estamos dentro, sin opción real de marcha atrás. Sin duda, la IA ha sido protagonista del año que finaliza, como también lo fueron los tambores de guerra que cada día suenan más atronadores y amenazantes. Bombas, misiles y drones aquí y allá, conforman un trágico rosario de conflictos que zurcen con sangre los descosidos de un mundo que progresivamente deja de ser global.

La economía se desacelera, pero todo apunta a que, en España al menos, no entrará en recesión, y que superaremos el curso con un aprobado por los pelos. Europa ya ha dicho que la fiesta del dinero libre ha finalizado y el BCE irá cerrando progresivamente el generoso grifo postpandemia. Tocan ajustes presupuestarios, moderados, pero ajustes, al fin y al cabo. Como buena noticia, los tipos de interés bajarán – ya lo está haciendo el Euribor – lo que muchos bolsillos agradecerán. Y, claro, todo esto influirá, sin duda alguna, en el mundo del trabajo y en nuestras vidas propias.

Con el turrón todavía en la mano nos preguntamos cómo funcionará el empleo en un complejo 2024 en el que, como en la viña del señor, de todo habrá. Por lo pronto, empleo. Se prevé un año ligeramente al alza en el número de empleos que, progresivamente, irán respondiendo a las exigencias tecnológicos de la sociedad digital. El ritmo de crecimiento se ralentiza, pero aún sumaremos empleo neto. Algo más de empleo, pero empleo que seguirá mutando de esencia y requerimiento.

Nuestra realidad hará que los baby boomers tiendan a prolongar su vida laboral mientras que las empresas lucharan por atraer a los jóvenes – y escasos – talentos. La gestión de la diversidad generacional será una de los principales retos a los que habrán de enfrentarse las empresas que luchen por crecer o, al menos, por no perder cuota de mercado. El factor edad, lo han bautizado con acierto Ana Matarranz y Enrique Arce en el libro que presentarán a principios de año.

Las dificultades para cubrir huecos en la plantilla – agricultura, logística, transportes, hostelería – se acrecentarán, convirtiendo a la imprescindible inmigración en el paliativo de los cientos de miles de puestos de trabajo sin cubrir. Y bien que sabemos que gestionar adecuadamente el fenómeno inmigratorio no resulta tarea nada fácil. Viviremos esa extraña paradoja de las vacantes sin atender conviviendo con un paro significativo. La reciente reforma del subsidio no ayudará, precisamente, a paliar este desajuste. En todo caso, el mercado de empleo se tensionará por las demandas de trabajadores sin cubrir en un número de sectores, empresas y posiciones crecientes, lo que impulsará a los salarios a subir, incluso, por encima de convenio. Y el empleo iría mejor si las últimas normas no hubieran tendido a rigidizarlo y a encarecer sus cotizaciones sociales, una preocupante tendencia que aún se prolongará por un tiempo.

«La Inteligencia Artificial comenzará a pegar codazos a los sistemas operativos y funcionales de las empresas»

Las tensiones geopolíticas también tendrán eco en la gestión de las personas. Expatriados, mercados, reposicionamientos, acercamientos productivos de eslabones claves en la cadena de suministros, seguridad, aseguramientos y un largo etcétera modificarán las estructuras productivas globales y harán que se tienda a reubicar actividades industriales y económicas, lo que significará más empleo en casa. Pero el periodo de guerras en el que nos adentramos conllevará más tensión, social, política, económica y, también, en el empleo. Si ya es notable el deterioro de la salud mental en el ámbito del trabajo, la creciente tensión y polarización, tanto interna como externa, no hará sino acrecentarlo. Después de muchas décadas de paz, tendremos que aprender a gestionar recursos humanos en tiempos de guerra, quién nos lo hubiera dicho hace apenas un par de años.

El empleo público, tras años de cierto ajuste, tenderá a crecer. Pero los españoles ya no sueñan con ser funcionarios ni empleados públicos como antes. Determinadas convocatorias lucharán por no quedarse desiertas. El empleo público también debe resultar atractivo y motivador a los jóvenes, un reto que debemos resolver, pues precisamos también de talento público para que funcione nuestra querida España.

La digitalización, la transformación digital avanzarán con mayor velocidad que cabe y la Inteligencia Artificial comenzará a pegar codazos a los sistemas operativos y funcionales de las empresas. Las responsabilidades de control y reporte típicas de los cuadros intermedios tenderán, aceleradamente, a ser realizadas por la máquina, lo que obligará a modificar los clásicos organigramas triangulares. Mucho nos dará que hablar este tema, queda aquí simplemente apuntado. Las empresas del futuro no se parecerán demasiado a las de ahora, por lo que tendremos que hacer un gran esfuerzo creativo para adaptarnos y leer los vientos de la historia con acierto.

Y en estos tiempos en los que la lírica muta a épica, recordemos a aquellos a los que la vida no les sonríe. Trabajemos para que todos puedan conseguir un empleo digno, que nadie se quede atrás.

Disfrute de las navidades que aún restan, tome fuerza e inspiración… que falta nos harán, amigo.

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