THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

¡Quién tuviera un Alejandro!

«Hay que buscar urgentemente a ese botifler, a ese hijo de ‘colonos’, a ese ‘españolazo’. ¡Quién tuviera un Alejandro! Ah, ¿que lo tenemos? ¿Seguro? Jugada maestra»

Opinión
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¡Quién tuviera un Alejandro!

El líder del PP catalán, Alejandro Fernández. | TO

Hay que ser muy friki para dedicar el inicio del fin de semana a escuchar pacientemente la hora y cuarto de homilía que se marcó Carles Puigdemont el jueves en Elna. Y aún más para, tras comprobar que se le entiende todo, buscar el texto del discurso y someterlo a un traductor gratuito para repasar la catarata de admoniciones que el autodenominado «presidente en el exilio» lanza a sus socios separatistas (ERC) y a sus benefactores socialistas (Pedro Sánchez et alii). No son pocos avisos. Marcarán la campaña por mucho que Sánchez invente nuevas mesas-suizas para regalar a Esquerra y finja que Salvador Illa es su candidato. 

En Elna, a poco menos de 40 kilómetros de Portbou (por la carretera de la costa) o de La Junquera (cogiendo la autopista), Puigdemont defendió su papel crucial como «presidente en el exilio» en el devenir político de España y de Cataluña. Gracias a los suyos –»que siempre hemos tenido presente la razón profunda que nos impulsó al exilio» (en el maletero de un coche)–, y no gracias a esos (de ERC) que aceptaron el indulto que él tanto desprecia, «han pasado cosas de gran relevancia que nunca habían ocurrido». ¿Cuáles? El prófugo las enumera. Ahí va la primera y fundamental: 

"Que un primer ministro de un Estado miembro de la Unión Europea haya tenido que ser investido gracias a un acuerdo negociado y firmado fuera de su país es la primera muestra de la excepcionalidad de la etapa que hemos abierto y constata, a ojos de todos, la anomalía democrática de la que partimos". 

No hay mejor resumen del «somos más» de Sánchez que este de Puigdemont. El «somos más» exige haber negociado y firmado fuera de España su propia investidura con un huido de la Justicia, que se jacta de la «excepcionalidad» conseguida y de la «anomalía democrática» que todo esto supone. Quien así habla es socio preferente del Gobierno de Sánchez; no se trata de ningún aborrecible integrante de la execrable fachosfera, sino del «president en el exilio» que ahora exige ser «restituido» gracias a las elecciones del 12 de mayo. 

El albacea de los siete votos clave para que Sánchez (y quienes él decida) puedan seguir usando el Falcon en sus expediciones a República Dominicana lanzó más avisos desde Elna. Denigró los indultos y a quienes los aceptaron, porque «los indultos pretenden desactivar el conflicto, y la amnistía es una de las condiciones necesarias, aunque no suficientes, para resolverlo». Aún más: «Hoy, esa amnistía que era imposible está a dos meses de ser aprobada definitivamente y de surtir efectos de forma inmediata». En resumen, los de ERC fueron un poco botifler al aceptar los indultos. Y ha tenido que ser él, ‘el president en el exilio’, quien ha «sentado al partido del Gobierno español en un espacio de negociación en Suiza con mediación internacional» para exigírselo y conseguirlo todo

Mensaje a los indepes: ha sido Puigdemont quién ha arrancado todas sus exigencias al «Gobierno español». Tras la amnistía, vendrá el referéndum y, cuando convenga, la declaración de independencia. «Ellos saben que nosotros no hemos renunciado a nada, ni lo haremos, y que mantenemos la legitimidad y legalidad tanto del referéndum como de la declaración de independencia. Lo saben tanto que incluso lo hemos escrito en el acuerdo que firmamos»… Con Esquerra de botifler y el PSC de ‘pagafantas’.

Aún más, el fugado también se arroga el mérito de la renuncia de Sánchez a cumplir con su obligación constitucional de presentar el proyecto de Presupuestos Generales del Estado. Ahí va eso: «El Gobierno español se ha visto incapaz de presentar presupuestos para este año porque sabía que nosotros no íbamos a aceptar unas cuentas que perpetuaran este expolio». ¿Qué expolio? Pues el de ‘España ens roba’, faltaba más.

«Illa sabe que, ni aunque volviera a quedar el primero, como en las elecciones de febrero de 2021, tendría la más mínima posibilidad de ser president»

Con estos mimbres, llega «el tema de fondo»; el aviso de cuál será el asunto que marcará la agenda indepe para la campaña: «Sí, en esta legislatura propondremos al Estado la celebración de un referéndum de autodeterminación, en un contexto políticamente más favorable de lo que teníamos en 2017 y con unos aprendizajes adquiridos que son extraordinariamente provechosos». A ver quién es el indepe que (sea de ERC o de más allá) se atreve a decir que no defenderá el referéndum, que, gracias al prófugo, «es hoy tan posible como lo era la amnistía». Ya sabemos que el tal Illa y su jefe Sánchez dirán que no; que el referéndum no cabe en la Constitución como hasta hace nada no cabía la amnistía. ¡Qué mejor prueba de que está preconcedido!

Por resumir, poco importa que Salvador Illa se encomiende a San Pancracio, nos cuente que él es muy creyente y que hable mucho en español, emulando a ‘colonos’ y ‘españolazos’ para disimular su condición de delegado del Frankenstein sanchista. Sabe que ni aunque volviera a quedar el primero, como en las elecciones de febrero de 2021, tendría la más mínima posibilidad de ser president. Poco o nada importa porque este 12-M se presenta como un dilema nítido: o la confirmación de las cesiones de Sánchez, con Puigdemont como ‘president restituido’ tras el exilio (quizá con Aragonés como vicepresidente y con Illa de conseller de mascarillas), o la voladura del engendro frankensteniano (con el fin de los vuelos dominicanos para amigos y socios pedreros).

El 12-M ofrece una insuperable (y quizá irrepetible) oportunidad para desmembrar a Frankenstein por sus costuras. Ahora bien, para que el «somos más» de Sánchez con sus socios, incluido el exiliado, desgarre sus zurcidos, hace falta que quien confronte contra ese conglomerado sea alguien como cualquiera, pero más comprometido que nadie y más capaz que ninguno. En este caso, hace falta un catalán que quiera y defienda seguir siendo español con serena convicción y seductor razonamiento.

Para este 12-M sería bueno encontrar alguien nacido en Cataluña (podría valer, incluso, uno de Tarragona). Alguien que hable bien catalán y español, que argumente mejor que bien en ambas lenguas y que tenga acreditado que no se arredra ante nada ni ante nadie. El nada ni nadie tiene sus evidentes costes, pero es también garantía de arrojo cuando arrecia el procés. Hace falta alguien bienhumorado, esto es imprescindible para aguantar el embate de que te desprecien a diario por botifler y ‘españolazo’, y para tomarte a guasa incluso que a tus padres les llamen ‘colonos’ por haber cometido el enorme pecado de emigrar de Asturias a Cataluña en los 50 o en los 60 (en los 70, en este caso) para salir adelante. Alguien mínimamente conocido (por aquello de no hacer experimentos) y que, a las gentes del común, tras escucharle un rato, les resulte tan familiar y confiable como ese compañero del colegio que sigues viendo como un entrañable amigo 20, 40 o 60 años después aunque hayas perdido el contacto durante décadas. Un tipo en apariencia como tantos, pero con una extraordinaria capacidad dialéctica apoyada en principios sólidos y razonable cultura… esas tres escasísimas cualidades que tantos querrían tener para hacer frente de forma eficaz y creíble, veraz y auténtica, a todos los Frankenstein que nos rodean.  

Hay que buscar urgentemente a ese botifler, a ese hijo de ‘colonos’, a ese ‘españolazo’. ¡Quién tuviera un Alejandro! Ah, ¿que lo tenemos? ¿Seguro? Jugada maestra.

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