Varios factores apuntan a la improbable, aunque posible, victoria de Donald Trump en las presidenciales del 8 noviembre. Empezando por los apoyos, a diferencia del partido demócrata que está fuertemente unido en torno a la candidata Hillary Clinton, el partido republicano está clamorosamente dividido con importantes figuras como el ex presidente Bush, o anteriores candidatos como Mitt Romney, Ted Cruz y Marco Rubio que ya han dicho que no quieren saber nada de Donad Trump. El voto popular está del lado demócrata. Un reciente estudio de la Universidad de Virginia apunta que, con base a encuestas y estudios de elecciones anteriores, Clinton obtendría 347 votos al colegio electoral, contra 191 de Trump. Las particulares reglas electorales dicen que para que un candidato gane tiene que obtener 270 votos electorales. Asimismo, informaciones proporcionadas por ambas campañas, Hillary Clinton ha logrado recaudar casi nueve veces más de fondos que Trump, que ha centrado su campaña en los mítines y en twitter.
Pese a los datos poco favorables, la candidatura oficial de Trump es un nuevo desafío a los pronósticos y ha demostrado que su discurso incendiario ha llegado a calar en un sector del electorado antiestiblishment que le ve como un empresario que no ha vivido del sistema y por lo tanto no está contaminado de los intereses que se cuecen en Washington. Por delante queda una trepidante campaña electoral en la que el republicano puede llegar a convencer a los estadounidenses de que con él al frente «América volverá a ser grande».