La transición española salió bien porque, en una sociedad inteligente y ávida de reformas y de libertades, coexistieron políticos de altura, editores de libros perspicaces, intelectuales cabales y periodistas que sabían distinguir el bien del mal gracias a que sus directores y redactores jefes se lo exigían.
Quieren tener la nacionalidad catalana y española, pero los españoles no pueden tener la nacionalidad española y catalana. Así es como los indepes van trazando el camino absurdo de la Ley del embudo: lo ancho para ellos, lo estrecho para uno.
Tiempo de Selectividad para los hombres y las mujeres que dirigirán España dentro de veinte años.
“Podemos” es el partido del terror, del odio, de las fobias, del sectarismo. Si pudieran, nos meterían en la cárcel como ocurre en Cuba, en Venezuela, en Corea del Norte y en Irán.
Rajoy, Sáenz de Santamaría y Cospedal, entre otros, sabrán cuánto le deben a José María Aznar y a su equipo para haber llegado tan arriba en la vida social española. Personalmente, creo que le deben muchísimo. Quiero decir: muchísimo más de lo que cualquiera de los tres puedan pensar que le deben.
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El populacho ha tomado las calles, los medios de comunicación y la vida social de España. El duopolio de televisiones ha llenado la piscina de porquería y en ella retoza una sociedad que funciona a ritmo de griterío y exigencias: cada deseo, por peregrino que sea, pasa a ser un derecho y, por tanto, una apremiante obligación para los poderes públicos.
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