THE OBJECTIVE
Ricardo Dudda

El ruido y la furia (y el salmorejo partisano)

«El exlíder de Podemos entró en la política para asaltar los cielos, llegó a vicepresidente y ha acabado como director de una televisión y un bar en Lavapiés»

Opinión
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El ruido y la furia (y el salmorejo partisano)

Ilu

Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez, que llegó al poder para acabar con la corrupción, aprobaba en el Congreso esta semana una ley de amnistía que perdonará delitos de corrupción a sus aliados políticos, y que alterará las reglas del juego democrático para garantizar su permanencia en el poder; mientras Sánchez anunciaba que renunciaría a aprobar los Presupuestos de este año y que se centraría en los del año que viene (¿por qué? pues porque en Cataluña han anunciado elecciones autonómicas y eso, de alguna manera, no le conviene); mientras el Gobierno se dedicaba a explotar el fraude fiscal de la pareja de Ayuso como si fuera equiparable al caso Ábalos (ya saben, matizar es de derechas); mientras el Gobierno aplaudía con júbilo en el Congreso una ley que ha vendido como la Nueva Reconciliación y casi una nueva Transición, pero que solo beneficia a quienes no creen ni en la Transición ni en la democracia española; mientras todo esto ocurría en esta semana delirante, Pablo Iglesias anunciaba que abría un bar. 

El exlíder de Podemos entró en la política para asaltar los cielos, se vio a sí mismo como comisario político en el CNI (Sánchez lo metió en la Comisión del CNI pero no organizó ninguna reunión con él, y el Tribunal Constitucional acabó anulando su nombramiento), llegó a vicepresidente (donde no se sabe muy bien qué hizo) y ha acabado como director de una televisión online pseudoestalinista y un bar canallita en Lavapiés que sirve platos de menú infantil con nombres revolucionarios.

«Se llama Taberna Garibaldi y en su carta hay platos como ‘enchiladas Viva Zapata’ y copas como ‘Gramsci Negroni’ o ‘Evita Martini’»

Se llama Taberna Garibaldi y en su carta hay platos como «salmorejo partisano», «enchiladas Viva Zapata» y copas como «Gramsci Negroni», «Evita Martini» o «Pasionaria Puerto de Valencia» (pone Valencia y no València, un fallo inaceptable). La sección vegana se llama «No me llame Ternera», un chiste que solo hace gracia a psicópatas sobrepolitizados. El bar es una mezcla de no-lugar millennial para divorciados con camisas hawaianas y garito para post-adolescentes de izquierda radical.

Es, también, una metáfora perfecta de la circularidad del proceso político que se inició con el 15-M: si es lo que siempre quiso Iglesias, quizá podría haber pedido un crédito blando al ICO en 2014 en vez de montar Podemos. Y mientras Iglesias anunciaba un bar, en Sumar anunciaban un mitin con tarifas como si fuera un festival, con entradas de día o de acto, y versiones con comida o sin. La izquierda alternativa reconvertida en empresa de ocio y hostelería.  

La sensación es deprimente y produce un extrañamiento delirante. La ley de amnistía, el bar de Iglesias, el Primavera Sound de Sumar, Ábalos en el grupo mixto, las corruptelas de Koldo, la Fiscalía General difundiendo las conversaciones secretas de la Fiscalía con el novio de Ayuso, los desplantes chulescos de Ayuso y los desplantes chulescos del ministro Puente, que se dedica a bloquear en Twitter a periodistas que lo fiscalizan (vean el intercambio entre Francisco Pascual, redactor jefe de El Mundo, y Puente) y comentó el caso del novio de Ayuso con un tuit repugnante («Execrable es lo del testaferro con derecho a roce Isabel. Dimite»), la periodista de TVE Silvia Intxaurrondo acusando los periodistas de El Mundo de mentir sobre su salario (resultó ser cierto), los independentistas hablando de autodeterminación inmediatamente después de ser aprobada la ley de amnistía que les garantiza la impunidad para cometer de nuevo los delitos por los que fueron condenados…

Como dice el jefe de Gabinete de Ayuso, Miguel Ángel Rodríguez, en su biografía de Twitter, «me entristece el cada vez más bajo nivel de la vida pública española». Rodríguez llevaba tiempo sin tuitear. Si volvió, fue precisamente para elevar el nivel del debate público español. Lo hizo con un tuit a la altura de las circunstancias, con un tono institucional para ayudar a la normalización de la vida pública española: «Tras el ataque desmesurado de Hacienda, de la Fiscalía, del Perro, de la vicepresidenta, del gañán de Transportes, del que no paga impuestos en España de PRISA, de la Intxaurrondo que cobra en B de TVE y la quitan el programa… no pueden matar a Díaz Ayuso!! Nos gusta la fruta!!!».

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