De Donald Trump se desconoce lo básico: si es un lunático sin más o si “hay método en su locura”. Esto no lo hace menos abyecto, pero sí lo haría, de alguna forma, más predecible. Se podrían elaborar respuestas políticas, diplomáticas y comerciales con más precisión. El problema es que aún no sabemos en qué cancha y con qué reglas estamos jugando. Son los propios altos funcionarios norteamericanos los que muestran su desconcierto. Los demás asistimos a las firmas de sus órdenes ejecutivas entre abochornados e incrédulos.
Hay algo en lo que coincidimos quienes seguimos la figura de Donald Trump desde hace tiempo, tenemos familiaridad con la política estadounidense y hemos llenado nuestras horas con las elecciones presidenciales: no tenemos ni idea de cuáles son los planes del presidente Trump. Y lo sabemos porque hemos visto que su política económica es contradictoria, que su política exterior también lo es, y que sus grandes propuestas de política interna son irrealizables o consisten en demoliciones sin alternativa.