
El don de la oportunidad
«No pasa de ser una muestra más de los muchos actos de solidaridad y cariño que ha producido esta epidemia. Hasta ahí, normal. Lo malo fue cuando mi mujer preguntó a mi hijo si él había escrito una carta. Sí, claro, y se la sabía de memoria, anunció orgulloso. Era breve, pero contundente: ‘No os preocupéis de ir al Cielo, que arriba está Dios’».