«Susana se arrepiente de haber sido hasta ayer mismo la musa (sic) de la conciencia socialista silenciada»
La literatura y la fantasía están separadas de una forma muy sutil. En estos tiempos, la política y la fantasía también. Pedro Sánchez tiene excusas para incumplir lo que prometió antes de llegar al poder: convocar elecciones. La política es cambiante porque la realidad lo es. Sin embargo, el doble juego y vivir en una realidad paralela podrían costarle mucho a España y al PSOE.
Como andaluz, siempre he visto con pasmo la naturalidad con la que los catalanes nos torraban a los demás con sus cuestiones políticas regionales como si fuesen de una importancia capital. Luego, los nacionalistas han terminado salpicando a la soberanía nacional y ya me he tenido que aguantar. Ahora, sin embargo, aquí vengo yo a analizar la negociación andaluza para formar un Gobierno del cambio. Me excusa, espero, que atañe a la política nacional, sobre todo tras las últimas encuestas que advierten de que el resultado de las generales será muy parecido al de las andaluzas.
La irrupción de Podemos en 2014 hizo tambalear el escenario político español. El programa que presentaron a las elecciones al Parlamento Europeo incluía algunas medidas que sembraron cierta inquietud, sobre todo cuando en algunas encuestas posteriores aparecieron como ganadores de las elecciones generales.
Cuarenta años de Gobierno socialista en Andalucía coinciden con la mitad de la existencia estadística de uno cualquiera de sus habitantes.
Susana no era Susana. Susana era el producto de una sociología, casi de una orogenia, las lentas masas de la tierra que habían ido creando esa forma perfecta del PSOE andaluz, paternalista y providente, acariciador y consolador. Susana era su mejor producto, en realidad. La perfección de esa manera de hacer política sin política, sino con una mezcla de raíces sentimentales y calderilla regada que encandilaba al pueblo. Pero hasta ella ha caído.
Ganó Susana, como el PSOE ha hecho en los últimos cuarenta años, pero esta vez no será suficiente, pues el retroceso experimentado a lo largo de las últimas legislaturas ha desembocado en los peores resultados socialistas de la historia. Se produjo el esperado vuelco electoral, aunque no gracias al Partido Popular, al que le ha venido la Virgen a ver, sino al enorme crecimiento de Ciudadanos y a la eclosión de VOX, que han aglutinado el voto de castigo a la inoperancia y el conservadurismo de los socialistas, superando todas las expectativas que auguraban las encuestas.
Hace mucho que las elecciones andaluzas son sólo el espectáculo de ver si el PSOE se baja de la Junta de Andalucía como un caballito rojo que se bajara de su tiovivo, o sea una cosa entre infantil, mágica e imposible, una espera adventista o un milagro pentecostal, algo sólo para creyentes o alucinados
La imagen de Juan Manuel Moreno Bonilla, líder del PP andaluz, convocando a la prensa ante un puticlub, un puticlub a deshora, que a la luz del día es como una noria desguazada, define la situación de la política andaluza más que el anuncio de adelanto electoral de Susana con su pomposa falsedad.