THE OBJECTIVE
Antonio Agredano

La máquina del mambo

«El PSOE ha regalado sus siglas a un líder crepuscular para que haga con ellas lo que quiera. Para que convierta sus inquietudes en un malestar nacional»

Opinión
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La máquina del mambo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Ilustración: Alejandra Svriz

El triunfo nos iguala, pero la derrota nos hace únicos. Llevo toda la vida entrenando para competir en ese noble deporte que es la decepción. Como ese balón vencido por la gravedad antes siquiera de tocar el aro, como ese croché con la derecha que muere lejos de la mejilla del rival, como ese penalti lanzado a la grada. Soy todo lo que pude ser. Es decir: soy un perpetuo camino.

Por eso siempre he simpatizado con los que abandonan. Abandonar es, aunque pueda resultar paradójico, un gran acto de valentía. De jóvenes veíamos las películas hasta el final y nunca dábamos un libro por perdido. Era un síntoma de debilidad, algo inconfesable. Pero si algo he aprendido con la madurez es a no malgastar mi tiempo con aquellos que tienen todo el tiempo del mundo. 

«Triste quien no ha perdido / por amor una casa», escribió Joan Margarit. O un palacio, añadiría. Soy el presidente de la asociación de personas que pensamos que Pedro Sánchez se iría. «Lo siento», me dijo uno por Twitter, cuando Sánchez decidió quedarse. «No lo sientas por mí, siéntelo por él», escribí. Pero no a llegué a publicarlo.

Y no es una cuestión de poder, ni siquiera de ideología. Es algo peor: es un asunto de dignidad. He leído a compañeros que el presidente sigue por narcisismo y pienso justo lo contrario: en irse hay más amor propio que en quedarse. Para permanecer sirve cualquiera. Sólo hay que echar un vistazo a nuestros parlamentos nacionales y autonómicos. Hay auténticos profesionales del aferrarse. Reyes de la corbata burdeos y reinas del traje de chaqueta verde. Nuevos románticos. Sanchistas que fueron susanistas y susanistas que fueron borrelistas y borrellistas que vete tú a saber.

Pero cuando el amor hizo su irrupción, dije para mí: ojo, que la política es predecible pero el amor es como los caminos de la conga, algo inescrutable. «¡Tanto luchá pa ná!», gritó el matador Pepe Luis Vargas cuando un astado llamado Fantasmón casi acaba con su vida. Pero Sánchez ha tenido poco de torero. Sin periodistas, sin compañeros, tras un atril que parecía un burladero, dijo que nos perdonaba. Que éramos dignos. Y sacó una frase, «regeneración democrática», que para el PSOE es como El Milagrito. Allí donde ellos vean una mancha, fiu fiu y a frotar.

«Sánchez ha convertido sus preocupaciones íntimas en un mantra para su equipo»

La democracia es la que es, y no la que uno quiere que sea. Porque eso tiene otro nombre. En X se ha radicalizado el cuestionamiento de periodistas, noticias y cabeceras. Las redes sociales son orgiásticas. Ríete tú de lo del Viña Rock. Un clásico, pero ahora encima legitimado por el Gobierno: un usuario con una foto de perfil de cualquier serie de moda explicándole a señoras y señores que llevan treinta años metidos en una redacción cómo deben hacer su trabajo

Sánchez habla de la máquina del fango, cuando debería hablar de la máquina del mambo. Que es lo que él es. Un presidente que camina como si siempre estuviera encarando el aro. Y algo de eso tiene. De retador, de solitario, de virguero. La máquina del mambo ha jibarizado a su partido. Ha perdido regiones y ayuntamientos. Hace las listas, elige los candidatos y se inventa una dramedia teen que le ha quedado un poco Sensación de Vivir. Sánchez ha convertido sus preocupaciones íntimas en un mantra para su equipo, una guardia pretoriana que durante aquellas horas fue pagada con su escrupulosa indiferencia.

Sánchez no cogió el teléfono en sus cinco días de meditación. No quiso escuchar lo que sus compañeros le decían, no quiso convertir lo personal en un asunto de partido. El PSOE se ha convertido en una cáscara. El fruto es él. La máquina del mambo quiso bailar solo esta canción. La canción del amor irrompible. La canción de los días felices. La canción de una España que camina hacia un extraño paisaje de enfrentamiento e inquietud.

Nunca he confiado en alguien que dice que se va y termina quedándose. «Te quedarás porque te doy cariño», cantó Benny Moré. No sé a dónde vamos, pero la boca nos sabe a óxido. Como cuando te rompen el labio de un balonazo. El PSOE ha regalado sus siglas a un líder crepuscular para que haga con ellas lo que quiera. Para que convierta sus inquietudes en un malestar nacional. Para que su dolor sea el dolor de todos. Para que sus miedos aparezcan en los nuestros. Heridas mancomunadas y nuestro trabajo al servicio de su virtud

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