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Cultura

'Los juegos florales', retrato de una generación frustrada

La última novela de Santiago Isla muestra las miserias de vivir de las apariencias y sustentar una vida solitaria y egoísta a base de ilusiones vacías

‘Los juegos florales’, retrato de una generación frustrada

Portada 'Los juegos florales' | Espasa

Apenas ha pasado un año y seis meses del debut literario de Santiago Isla (Madrid, 1994) y su esplín de Madrid con Buenas noches (Círculo de tiza). Sin embargo, parece que aún las musas no lo han abandonado y este 8 de septiembre publicó su segunda novela, Los juegos florales (Espasa). En esta ocasión, el autor se desprende de la autoficción para construir una novela de estilo más clásico y menos personal, pero conservando la frescura y la elegancia con la que brilló en su primer libro.

Santiago Isla es abogado de formación y artista polifacético por vocación, hace años que escribe en su blog Sonajero, es el frontman del grupo de música Chelsea Boots y, como él mismo señala, tiene «un trabajo de verdad» en la industria audiovisual. A pesar de su juventud y precocidad en el mundo editorial, con la publicación de su segunda novela Isla se afianza como el cronista de ese Madrid que le ha tocado vivir a la generación de los que nacieron en los 90.

Los juegos florales cuenta la historia de Ignacio Benavides, un joven de 27 años que quiere ser escritor, aunque el estado de melancolía crónica en el que vive le impide aspirar a algo más que un puesto de trabajo monótono e insatisfactorio en unos grandes almacenes. Tan volátil y frágil como su estado de ánimo es su ilusión por alcanzar el reconocimiento y el cariño que ansía. Ignacio es la sombra de un artista maldito del siglo XXI, el retrato de una generación acostumbrada a la efímera efectividad de impulsos vacíos; pero su vida parece dar un vuelco en el verano de 2020, tras la aparición de una nueva esperanza que aviva sus ambiciones frustradas.

En su segunda novela, Isla cambia la fuerza de la primera persona por la amplitud de perspectiva de la narración en tercera. Si en Buenas noches la omnipresencia del «yo» impregnaba todo con la visión lúcida y melancólica del flâneur, en Los juegos florales el narrador abarca con la ambición de una cámara oculta la intimidad de cada personaje, buceando en sus emociones e idiosincrasias. Todo ello partiendo de que el cronista de esta historia es un personaje más que alumbra, con la audacia y la fluidez de sus reflexiones, el mensaje que transmite la novela.

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Santiago Isla posa con Los juegos florales. Foto: Eva Cubas | The Objective

El estilo es bello pero accesible, con una cuidada descripción de las escenas que apelan a la imaginación cinematográfica situando al lector en el centro de la acción. Con elegancia, oscila y se desliza a través de la vida de los personajes en una historia construida a través de tres partes con capítulos en forma de sketches. La descripción no se queda en aspectos externos detallados con esmero, destacando la caracterización a través de los hábitos alimentarios de sus personajes («somos lo que comemos», como suele decirse); también explora sus sensaciones y sentimientos de una forma casi plástica gracias a la precisión con la que utiliza el lenguaje.

Aun así, es posible que a veces los personajes aparezcan algo estereotipados o inconclusos, de hecho, el propio Isla se introduce en la historia como una caricatura de su persona, demostrando que muchas veces la mejor forma de hacer humor es reírse de uno mismo. El libro acepta alejarse de un realismo individual más profundo y personal en favor de un retrato más amplio que concuerde con la realidad social y generacional que pretende mostrar.

La última novela de Santiago Isla muestra las miserias de vivir de las apariencias y sustentar una vida solitaria y egoísta a base de ilusiones vacías, que dejan tras de sí el sabor agridulce de la eterna esperanza. Los juegos florales se centra en reflejar esta generación a la que le dijeron que podía conseguir todo lo que quisiera sólo con proponérselo.

Por suerte o por desgracia, los sueños, las promesas y los deseos son tan frágiles que precisan ser cimentados sobre la solidez desagradable de ese abono tan necesario llamado fracaso. Es posible que esta última parte se nos haya olvidado y que en ese vacío se estrellen sin solución tantas ilusiones que, por su incapacidad para materializarse, se traducen en una frustración perenne. Este es el dilema que asola la vida de Ignacio Benavides y de tantos jóvenes enganchados a una melancolía permanente que provoca que cada golpe recibido debilite el espíritu en lugar de endurecerlo.

'Los juegos florales', retrato de una generación frustrada 1

Los juegos florales, Santiago Isla

Espasa, 2021

304 páginas, 19,90 euros

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