Operación Balmis: los 22 niños españoles que salvaron a miles de personas de la viruela
Más de 2.600 militares, desplegados por todo el territorio, luchan a diario contra la pandemia de COVID-19. Su misión lleva el nombre del médico militar que llevó la vacuna contra la viruela hasta el último confín del Imperio Español
Operación Balmis. Así se llama la misión de las Fuerzas Armadas españolas contra el coronavirus. Más de 2.600 militares, desplegados por todo el territorio, luchan a diario contra la pandemia de COVID-19. Jornadas intensas, agotadoras, pero con un solo objetivo, servir a España y a los españoles y ayudarnos a salir de esta crisis. ¿Por qué Defensa ha llamado Balmis a esta operación?
El siglo XVIII fue el momento en el que los médicos y cirujanos militares llevaron por primera vez el uniforme en el que se vislumbraba su profesión dentro del Ejército, aunque carecían de empleo. Francisco Javier de Balmis y Berenguer fue uno de ellos, no solo en territorio nacional, sino también en las múltiples salidas que realizó al exterior.
En 1803 el médico y cirujano militar español Balmis se embarcó en la corbeta Maria Pita con el fin de llevar la vacuna contra la viruela hasta el último confín del Imperio Español. El viaje, sufragado pro el rey Carlos IV, duró tres años, y es considerado la primera expedición sanitaria internacional de la historia. De ahí su nombre: ‘Real Expedición Filantrópica de la Vacuna’.
La viruela era una enfermedad infecciosa muy grave que se caracterizaba por los abultamientos que provoca en la piel, y por afectar tanto a ricos y pobres en la infancia o juventud. De ahí el dicho «a la vejez, viruelas», porque muchas personas que habían sufrido la enfermedad siendo niños, conservaban profundas huellas en su cara cuando crecían.
La vacuna contra la viruela había sido probada con éxito en 1796 por el médico inglés Edward Jenner, pero Balmis pensó que el medicamento no podría aguantar una travesía tan larga e ideó un plan: llevó con él a 22 niños huérfanos menores de 10 años para conseguir pasar la vacuna de unos a otros cada cierto tiempo. Es decir, vacunó a algunos niños para luego poder extraer el fluido de las pústulas que se formaban en su cuerpo y poder así trasladar la vacuna de un cuerpo a otro. -Una práctica que se denominó ‘método seriado’-.
La expedición zarpó del puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803 con Balmis a la cabeza y dos médicos auxiliares, dos practicantes, tres enfermeras y la rectora de la Casa de Expósitos de La Coruña, Isabel Zendal, quien sería la responsable de la atención y cuidado de los 22 niños que iban a bordo y que está reconocida como la primera enfermera en una misión sanitaria internacional por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El primer puerto que tocó la citada expedición fue el de Santa Cruz de Tenerife, donde pasó un mes vacunando a miles de personas y desde donde el 6 de enero de 1804 partió hacia América. Pasaron por Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Ecuador o Perú, entre muchos otros países, y consiguieron salvar la vida a miles de personas.
La expedición llevaba 2.000 ejemplares del «Tratado práctico e histórico de la vacuna» del francés Moreau de Sarthe para distribuirlos a las diferentes comisiones de vacunación que se iban creando en cada lugar, y que así pudieran aprender y seguir ininterrumpidamente con el proceso de vacunación.
La Real Expedición, llegó a La Guaira (Venezuela), donde se dividió en dos. Por un lado, José Salvany y Lleopart, su segundo cirujano, se adentró en Nueva Granada y el Virreinato del Perú, mientras que Balmis pasó por Caracas, La Habana y Nueva España, y se dirigió hasta Manila, Macao y varias provincias de Cantón, en China, con 26 nuevos niños. Desde allí regresó a España en 1806. Salvany no corrió la misma suerte. Enfermó de gravedad y quedó ciego del ojo izquierdo antes de morir en la ciudad de Cochabamba, en 1810, como consecuencia de las duras penalidades que tuvo que sufrir cumpliendo la misión de introducir la vacuna en la cordillera andina.
De los 22 niños huérfanos, solo uno murió en la travesía. El resto, terminó su misión, pero ninguno regresó a España. Habían subido al María Pita tras una promesa: la de una vida mejor. En cuanto terminaron su misión, Balmis cumplió su palabra. Esos 22 niños fueron adoptados en Mexico y mantenidos y educados hasta que consiguieron una buena ocupación. También fueron nombrados hijos beneméritos de la patria por el Rey Carlos IV.
Ahora, esa expedición da nombre a la misión de las Fuerzas Armadas españolas contra el coronavirus, que cada día se afanan en combatir la pandemia en cada rincón de nuestro país. «Amar y sufrir defendiendo lo que se ama es la única forma de vivir con plenitud y dignidad». Eso decía el doctor Balmis.