Acelera tu metabolismo a partir de los 50 con estos cinco trucos
Un café, un poco de agua fría, dormir mejor… Algunos pequeños hábitos te pueden echar una mano para quemar más calorías sin casi darte cuenta
El metabolismo a veces es un compañero ingrato al que solemos echar la culpa de nuestros kilos de más. Además, cuanto más mayores nos hacemos, peor reacciona y más se ralentiza, haciendo que algunas calorías acaben convertidas en michelines. Solemos considerar al metabolismo como la velocidad en la que digerimos los alimentos.
Dicho de forma algo más técnica, diríamos que son los procesos que convierten los alimentos en energía. Podría parecer la definición más precisa, pero sigue teniendo ciertas carencias. Realmente el metabolismo es esa serie de procesos, tanto físicos como químicos, en los que el cuerpo convierte o usa energía. Respirar, caminar, digerir, pensar, hablar… Todos estos gestos son parte de nuestro metabolismo.
Sin embargo, si lo sintetizamos en lo que nos hace engordar, habría motivos para que temamos al metabolismo más allá de los 50. Necesitamos menos energía, acumulamos más fácilmente ciertas reservas en forma de grasa o, al realizar actividades menos intensas, esos requerimientos calóricos nos hacen la puñeta.
Sin embargo, si necesitamos ‘quemar’ más de este combustible, hay ciertos remedios muy fáciles que pueden echarnos una mano. No es la panacea, como siempre insistimos. Principalmente si lo que buscamos es perder peso y no llegamos al déficit calórico, fundamental para esta merma. Dicho lo cual, veamos qué aliados encontramos en estos esprints a costa del metabolismo.
Metabolismo más rápido en cinco trucos
Entre pautas y trucos, la realidad es que podemos hacer que nuestro metabolismo despabile. A veces será gracias a la dieta, donde elegir con mesura ciertos productos puede ser el acicate que necesitamos. En otras ocasiones incluso algo tan simple como lo que bebamos —y su temperatura— contribuirán.
En términos parecidos, el sueño, el ejercicio físico o, incluso, tener una vida reposada pueden tener mucho que decir para que nuestro metabolismo despierte. Solo es cuestión de ponerlos en práctica, pues algunas están más a mano de lo que creerías. Otras, sin embargo, también exigirían una mayor actividad deportiva, sobre todo en grandes esfuerzos continuados.
Una dieta con más proteínas
Comer alimentos ricos en proteínas puede echar una mano a que este metabolismo utilice la energía acumulada para su digestión. Es lo que se conoce como el efecto termogénico de los alimentos, que exige un gasto extra de calorías para absorber y procesar los nutrientes de la comida y, a veces, adelgazar.
Por este motivo las proteínas también son saciantes, pues sus digestiones son más lentas y demandan más energía para llevarse a cabo. Esta razón también supone parte de los misterios de las dietas cetogénicas o dietas keto. Si quieres que tu metabolismo acelere mete pollo, ternera, carnes rojas o pescados, sobre todo en productos que, además de tener muchas proteínas, también exijan una deglución más lenta. En este caso, por ejemplo, el huevo tiene muchas proteínas, pero se mastica y traga fácilmente, por lo que perdemos parte de esa capacidad saciante.
Un extra de estimulación a costa de té y café
Además de acelerar el tránsito intestinal —lo que no tiene por qué ser solo el metabolismo—, el café (y el té) pueden impulsar esta quema de energías. Son varios los estudios que avalan que el café, consumido de manera moderado, supone un gasto de grasa mayor que otras bebidas.
También sucede con el té verde, cuyas virtudes —además de la estimulación gástrica— se asocian a su vez con un metabolismo más rápido. Sin embargo tengamos en cuenta que no siempre es positivo el consumo desmesurado de estos estimulantes. Principalmente cuando hemos de comprobar que el café también roba parte del hierro de nuestra dieta, por lo que debemos tener cuidado con él.
Beber agua (fría)
No solo el café supone un plus de metabolismo acelerado. Consumir agua fría también puede echarnos una manita para mejorar ese metabolismo que se resiste a carburar. En este caso lo que acontece es una sencilla razón de equilibrio térmico entre la temperatura corporal y la temperatura del agua.
Cuando tomamos agua fría —no hace falta que esté helada—, nuestro cuerpo se ve obligado a ‘recuperar’ su temperatura habitual, ya que la hemos rebajado con la presencia de este agua. Con ello conseguimos quemar más energía, simplemente por una sencilla razón de equilibrio, donde nos valdría medio litro de agua fría en una hora para buscar ese esprint.
Además, consumir agua también suele tener un efecto saciante, pues nos llena cuando comemos o ayuda a formar el bolo alimenticio. En este sentido, acompañar las comidas con agua también aumenta la saciedad y nos permitiría seguir quemando calorías.
Dormir mejor
La falta de sueño se relaciona con el incremento de la secreción de ciertas hormonas como el cortisol. Cuando esta hormona se genera de manera descontrolada, nuestro organismo empieza a no regular bien la sensación de hambre y de saciedad, razones que hacen que, por ejemplo, la gente estresada coma más de la cuenta.
Sin embargo, dormir mejor, aparte de suavizar nuestros ritmos de sueño, también permite quemar más calorías. La tesitura está en que, por un lado, hay que corregir esa diferencia térmica que tenemos al dormir, pues nuestra temperatura corporal baja. Esto obliga al cuerpo a quemar energía para mantener el termostato a punto.
La otra condición está en que otras dos hormonas (la leptina y la grelina), que son las que controlan la saciedad y el apetito, se ven alteradas cuando dormimos poco. Por todos estos motivos, dormir mejor ayuda a que el metabolismo queme más calorías.