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Gafas de farmacia: riesgos y peligros más allá de los 40 años y la presbicia

Aparente solución barata y rápida, el uso de las gafas premontadas puede ser un error del que arrepentirnos ocularmente toda la vida

Gafas de farmacia: riesgos y peligros más allá de los 40 años y la presbicia

Una oftalmóloga sujeta unas gafas en la mano. | ©Freepik.

Son muchos los españoles que, a partir de los 40 años, empiezan a notar como la vista cansada (presbicia) aparece en su vida. No es una enfermedad, pero tampoco es un defecto de la refracción como la miopía o hipermetropía. Sin embargo, es un problema que afecta nuestra vista, a nuestra calidad de vida y que, además, por desgracia, no tiene cura (salvo la cirugía) o solución. O, mejor dicho, sí la tiene, pero pasa por utilizar gafas.

Sin embargo, acudir al oftalmólogo al optometrista y dejarse un dinero en utilizar gafas que vamos a usar puntualmente en pequeños gestos cotidianos como leer el periódico, utilizar el teléfono o incluso en ocasiones trabajar, puede resultar un poco pesado y oneroso para la mayoría de los bolsillos. Por esto, estas gafas pregraduadas, vulgarmente conocidas como gafas de farmacia, parecen una opción válida para que no nos dejemos un pastón en nuestras gafas y además no tengamos que pasar por ese trámite o trance de graduarnos y estar pendientes de lo que nos digan en la clínica oftalmológica.

Se cierne así ante nosotros el fantasma de la presbicia, que no es otra cosa que una disminución fisiológica de la acomodación ocular. Trasladada o traducida, podríamos decir que ese debilitamiento de dos partes del ojo como son el cristalino y el músculo ciliar, que propician que dejamos de ver con claridad objetos que están a corta distancia. En cualquier caso, siempre recomendable que cuando empecemos a notar estos síntomas, acudamos al oculista para descartar que no se trate de hipermetropía (un defecto de refracción que impide ver bien de cerca) y podamos tener claro que se trata de presbicia.

El drama no solo llega cuando la presbicia aparece, sino cuando negamos la mayor y achacamos a esta pérdida de visión a corta distancia al cansancio o a una situación de estrés. Ocultando el problema no conseguiremos paliarlo. En este caso, el mítico refrán de ojos que no ven, corazón que no siente, no tiene nada que hacer. Por eso, no son pocos los mayores de 40 años que deciden apostar por gafas de farmacia o gafas pregraduadas para corregir este pequeño detalle del día a día. Por desgracia, esta decisión puede suponer agravar nuestra salud ocular con estos cuatro hábitos cotidianos que dañan tus ojos.

Cuáles son las características de las gafas de farmacia o gafas pregraduadas

Un hombre adulto lee un libro con una lupa.
Es muy frecuente que la presbicia aparezca más allá de los 40 años en pequeños gestos cotidianos. ©Freepik.

Opción barata y rápida, la realidad es que las gafas de farmacia tienen una cantidad de taras importantes que desaconsejan su más allá de puntualidades. Hablamos de un producto que se fabrica en serie, generalmente en materiales de baja calidad, además no utilizan lentes para su elaboración, sino simplemente lupas.

Otro de los handicap más habituales de este tipo de gafas de farmacia es que al elaborarse en serie, tampoco tienen en cuenta las distintas graduaciones del lector. Es por esto por lo que suelen ser gafas que tienen la misma graduación en ambos ojos, una característica muy poco frecuente tanto en personas que padecen presbicia como en personas que sufren otros problemas de refracción como la miopía o hipermetropía, pero veamos cuáles son las recomendaciones del Colegio Oficial de Ópticos-Optometristas de Andalucía.

Elaboración en serie

Lo que supone una ventaja para el fabricante (reduce costes), supone al mismo tiempo un problema añadido para la persona que utiliza este tipo de gafas. Ya hemos mencionado anteriormente que el principal problema con esta elaboración en serie viene dado por el tipo de graduación que se coloca en cada gafa. De este modo, lo más habitual es que siempre veamos la misma graduación en ambos ‘cristales’, una característica muy poco habitual en personas que utilizan gafas de manera reiterada.

Este método también supone que no se suelen tener en cuenta distintas medidas dentro de las dioptrías. Es por esta razón por la que este tipo de gafas premontadas suelen presentarse de media en media dioptría, no teniendo en cuenta otras variaciones que sin embargo podrían venir bien a más de un usuario. Es decir, dejan de lado a usuarios que pudieran necesitar 1’75, 2’25 o 2,75, y así sucesivamente.

No diga lentes, diga lupas

Al contrario de las gafas personalizadas y graduadas, este tipo de gafas de farmacia son de lupa. Es decir, sus lentes no son cristales, sino simples lupas de plástico inyectado que no tienen una gran calidad óptica, independientemente del fabricante. Esto significa que es muy habitual que se produzcan ciertas aberraciones visuales y efectos prismáticos en aquellas personas que las utilizan, aumentando esta manera y distorsionando las imágenes.

Una mujer coloca gafas de farmacia en una estantería.
El abuso de este tipo de productos puede acabar desarrollando enfermedades y patologías oculares más severas. ©Freepik.

Lo que puede parecer una simple casualidad o un fallo menor, se puede multiplicar y acabar agravando otros problemas de vista que pudiera sufrir la persona que utiliza estas gafas porque las distorsiones que provocan las lupas son mucho mayores cuanto mayor es la graduación de las gafas. Razón también por la que desde Clínica Baviera desaconsejan su uso.

Falta de personalización

Más allá de pensar que la falta de personalización es una moda o que simplemente no estamos a gusto utilizando las mismas gafas que utiliza el vecino, la realidad es que a nivel técnico esta falta de personalización es fundamental para desechar las gafas de farmacia. Uno de los ejemplos más claros lo vemos con la distancia interpupilar.

Esta distancia que separa nuestras pupilas del propio cristal cambia enormemente en función de cada usuario, es decir la distancia que está entre la lupa de aumento de nuestro propio ojo no es la misma entre una persona y otra, razón por la que incluso esas dioptrías que estamos intentando recuperar con este tipo de productos se pueden ver perjudicadas. Como es evidente, también supone el uso de materiales de peor calidad en monturas y patillas, por lo que la durabilidad es menor.

No suelen tener tratamiento antirreflejante

Un hombre adulto utiliza las gafas para leer un papel a corta distancia
Este tipo de gafas son de peor calidad que las gafas graduadas y personalizadas habituales, tanto en cristales como en montura. ©Freepik.

Esto es es lo que podríamos bautizar como llover sobre mojado o hacer un pan como unas tortas. Es muy habitual que empecemos a utilizar estas gafas de farmacia porque tenemos una vista cansada que se ve afectada por el uso excesivo de ordenadores, de teclados, de lectura o simplemente por el hecho de pasar demasiadas horas del día pendiente de una pantalla. La gracia es que, en ocasiones, vamos a recurrir a este tipo de gafas para intentar mejorar nuestra vista cansada.

Sin embargo, la mayor parte de este tipo de gafas no tienen tratamiento antirreflejante en sus lupas, es decir, permiten que los brillos, los derrumbamientos y las pérdidas de contraste sean mucho mayores. De este modo, se acusa más la fatiga visual, los picores, síndrome del ojo seco, la irritación… Todos estos malestares asociados a un mal uso de las gafas se incrementan si recurrimos a estas gafas premontadas.

Ausencia de consejo profesional

Hombre joven selecciona gafas en una óptica.
La falta de tutela profesional impide seleccionar correctamente las gafas de farmacia. ©Freepik.

Nuestro farmacéutico de confianza seguramente sepa mucho sobre farmacia, pero no tiene por qué saber o no tener ninguna formación en torno a la oftalmología u optometría. A ello se suma que este tipo de gafas también se encuentran a menudo en papelerías, estancos, grandes almacenes o centros comerciales… Lugares donde no contamos con ningún tipo de ayuda para recomendarnos o aconsejarnos sobre qué gafas necesitamos, un riesgo que corre de nuestra parte y donde generalmente vamos a elegir un tipo de gafas muy concretas.

Lo que sucede cuando estamos utilizando o probando este tipo de gafas es que apostemos por las gafas con las que creemos ver mejor. Por desgracia, esta creencia lo que nos traslada es que vamos a optar por unas gafas que nos dejen ver todo un poquito más grande. Por esta razón, generalmente todo el mundo que utiliza gafas de farmacia acaba recurriendo a un aumento mayor del que necesita, además se corre el riesgo de agravar otros problemas visuales por no contar con ayuda profesional.

Los riesgos de utilizar gafas de farmacia

Aquí se trata de evitar frases del estilo de «si por un rato no pasa nada» porque este tipo de gafas utilizadas de forma reiterada, aunque sea un rato durante todos los días, puede acabar derivando en malestares, enfermedades y dolencias más series de lo que parece. Lo primero es que sentiremos una reducción de la visión y notables errores de cálculo a la hora de medir distancias. También es posible que existan lagrimeo, cefaleas y vértigos, además de una fatiga visual más acusada, reforzada por la irritación o el malestar ocular. Esto, generalmente, también produce cansancio y un bajo rendimiento laboral.

Por desgracia, no solo el corto plazo se ve afectado por el mal uso de este tipo de lentes. Si persistimos en el error, es muy posible que en el futuro tuviéramos problemas para adaptarnos a lentes progresivas, ya que se agraven patologías visuales que ya tenemos previamente y no están diagnosticadas, incluso la reducción de la visión en uno de los ojos por la graduación inadecuada. En el extremo final, incluso podrían producirse ciertas alteraciones del equilibrio ocular y problemas de alineamiento como el estrabismo.

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