Andar descalzo: los beneficios y las desventajas de una práctica no para todos los públicos
El Homo sapiens lleva algo más de 200.000 años sobre La Tierra, pero solo unos 40.000 calzado
El ser humano ha caminado descalzo durante la mayor parte de su historia. Nuestros antepasados, desde los primeros Homo Sapiens, recorrieron terrenos variados sin más protección que la piel de sus pies. El calzado, tal como lo conocemos, es una invención relativamente moderna en la escala temporal de nuestra especie. Este hecho nos recuerda que andar descalzo no es una moda reciente, sino una vuelta a nuestras raíces más primitivas.
En la actualidad, algunas corrientes defienden el retorno a prácticas ancestrales como caminar descalzo, considerando que puede ser beneficioso para la salud. Estas tendencias, respaldadas a menudo por la búsqueda de una vida más natural, han encontrado eco entre quienes buscan alternativas a hábitos cotidianos que consideran antinaturales o excesivamente dependientes de la tecnología moderna. Lo cierto es que la literatura científica ha comprobado que hay notables diferencias al andar descalzo y al hacerlo calzado. Y, sobre todo, que hay determinados calzados que perjudican al pie.
Sin embargo, la realidad no es tan simple. La medicina y la podología nos advierten que esta práctica no es apta para todo el mundo. Aunque puede aportar ventajas en determinados contextos y para ciertas personas, no está exenta de riesgos, especialmente para quienes tienen problemas específicos en los pies o en el sistema locomotor. No obstante, también es conveniente recordar que los estudios e investigaciones que se han llevado a cabo no son especialmente concluyentes.
Cuándo el ser humano dejó de andar descalzo
El uso del calzado tiene sus primeras evidencias hace más de 40.000 años, aunque al principio era una solución rudimentaria para proteger los pies de climas extremos y terrenos peligrosos. En las sociedades prehistóricas, se empleaban materiales como pieles de animales y fibras vegetales para confeccionar simples sandalias o envolturas que ofrecieran protección. Con el tiempo, el calzado evolucionó hasta convertirse en un complemento cultural y social que varía según la región y la época histórica.
La revolución del calzado comenzó con la agricultura. A medida que los humanos se asentaron en comunidades agrícolas, el calzado adquirió un papel más complejo. Ya no se trataba solo de una herramienta funcional, sino de un símbolo de estatus y cultura. Durante la época romana, por ejemplo, las sandalias diferenciaban a los ciudadanos romanos de los esclavos. En la Edad Media, los zapatos se convirtieron en un reflejo de la posición social, con estilos que variaban según la clase económica.
Sin embargo, la esencia del movimiento humano quedó siempre ligada al andar, una actividad fundamental para nuestra especie. En las sociedades primitivas, la movilidad era sinónimo de supervivencia. La caza, la recolección y la migración requerían un nivel de actividad física elevado, algo que contrasta con la tendencia al sedentarismo del siglo XXI. Aunque en el siglo XX comenzase un cambio de mentalidad hacia la promoción de la actividad física, aún estamos lejos de recuperar los niveles de movimiento de nuestros ancestros. Y, como es lógico, parece impensable que lleguemos a aquellos estándares de movilidad.
¿Cuáles son los beneficios de andar descalzo?
Caminar descalzo puede ofrecer beneficios en ciertas circunstancias y para algunas personas. Al eliminar el calzado, los pies se ven obligados a trabajar de manera más activa, lo que puede fortalecer la musculatura intrínseca del pie y mejorar el equilibrio. Además, el contacto directo con el suelo permite una conexión más natural con el entorno, algo que puede favorecer la propriocepción, es decir, la capacidad de nuestro cuerpo para percibir su posición en el espacio. Del mismo modo, se debe comprender que, quizá por esa costumbre o por la propia comodidad, la velocidad de marcha es inferior al andar descalzo.
Los defensores de esta práctica argumentan que andar descalzo fomenta una postura más natural y puede reducir la incidencia de dolores asociados con el uso de calzado inadecuado, como los tacones altos o los zapatos demasiado estrechos. En terrenos blandos, como la arena o el césped, caminar sin calzado también puede ser un masaje natural para los pies, promoviendo la circulación sanguínea. De ello ya te hablamos en THE OBJECTIVE.
No obstante, andar descalzo no es una solución universal. Las personas con pies planos, fascitis plantar u otros problemas ortopédicos pueden experimentar un empeoramiento de sus síntomas si adoptan esta práctica sin supervisión médica. Además, en superficies duras o irregulares, existe el riesgo de lesiones, como cortes, ampollas o esguinces. Por tanto, es crucial individualizar el enfoque y considerar las condiciones específicas de cada persona antes de recomendar esta práctica.
Cómo andar descalzos
Si decides incorporar esta práctica a tu rutina, es importante hacerlo de manera gradual y en entornos controlados. Los mejores lugares para empezar son superficies blandas y seguras, como césped limpio, arena de playa o alfombras. Estos terrenos minimizan el impacto y reducen el riesgo de lesiones mientras los pies se adaptan al cambio.
Es recomendable comenzar con sesiones cortas de 10 a 15 minutos e ir aumentando el tiempo progresivamente. Este enfoque permite que los músculos y ligamentos del pie se fortalezcan de forma segura. También es útil realizar ejercicios específicos para mejorar la flexibilidad y la fuerza de los pies, como estiramientos de los dedos o movimientos circulares de tobillo. Es curioso comprobar además cómo ciertos estudios reivindican que caminar descalzo puede ser positivo en la recuperación del equilibrio en personas mayores.
En el día a día, caminar descalzo dentro de casa puede ser una buena opción, siempre que el suelo sea limpio y cómodo. Sin embargo, evita andar sin calzado en zonas con posibles peligros, como calles con cristales, piedras o suciedad. Si deseas disfrutar de los beneficios de esta práctica, pero vives en un entorno urbano, considera el uso de calzado minimalista, que imita la sensación de estar aunque protege los pies de lesiones externas.