
La literatura pierde a un gigante
Se va un gigante de la literatura porque todas estas certezas las escondía bajo una amabilidad y una sonrisa poco comunes en personajes de semejante talla. Descanse en paz.
Se va un gigante de la literatura porque todas estas certezas las escondía bajo una amabilidad y una sonrisa poco comunes en personajes de semejante talla. Descanse en paz.
El mundo de las letras en español está este sábado de luto por el fallecimiento de Claudio López Lamadrid, director editorial en Penguin Random House y figura de referencia en España y Latinoamérica. Editores, escritores, libreros, agentes literarios y festivales de literatura, tanto españoles como de América, han mostrado esta noche su consternación y su tristeza al conocerse la muerte por un infarto cerebral del editor a los 59 años.
Claudio López Lamadrid, nacido en Barcelona en 1960, ha muerto a causa de un infarto cerebral. Se trata de un hombre clave en el mundo literario en España y, desde el año 2000, el director editorial del grupo Penguin Random House, que en nuestro país agrupa a sellos como Lumen o Alfaguara.
Para los fanáticos del orden, para los caóticos, para los desastrados, para usted, querido lector. Marie Kondo se ha convertido en la influencer que te dice cómo debes organizar tu habitación y tu casa y, por extensión, tu vida. Es la gran representante del minimalismo en el mundo conocido –esa corriente casi filosófica que aboga por vivir con lo mínimo– y ha llegado tan lejos en sus preceptos que nos recomienda seguir un consejo o una temeridad: ¡quedarse solo con 30 libros!
Me reconozco un reaccionario de las letras, una suerte de espectador inmovilista frente a los diferentes tsunamis que se abalanzan sobre un mundo, el literario, que quizás crio polilla durante demasiado tiempo.
Algo que ciertamente no se nombra con la palabra azar, sino con la palabra amistad, hizo que en el último tramo de mis lecturas de 2018 hubiese tres auténticas delicias. Tres libros elegantes, vitales y fecundos, con su puntito de melancolía, que es la señal de la alegría que va en la corriente del tiempo:
En el día de su aniversario recopilamos siete libros para recordar a Simone de Beauvoir, figura central de feminismo y los derechos humanos.
Yuval Noah Harari es un profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, y el lector no sabría de quién hablo si no hubiese vendido 1,2 millones de copias de su libro Sapiens.
Occidente se va al traste de maneras crueles e inverosímiles en las novelas de Michel Houellebecq (La Reunión, 1956) y, justo es reconocerlo, fascina observar cómo se diluye por el escotillón de la historia. Con la debida persuasión y unos cuantos barriletes retóricos, Europa deja de ser un submarino lleno de hombres viriles sudando la gota gorda y se convierte en un kindergarten de flojos y pusilánimes; la democracia liberal, convertida en flor de un día, se marchita en un suspiro; el campo de batalla se nos come de un bocado y el mundo no termina con una explosión, sino con un no menos sonoro regüeldo. Así es la épica de lo fatal: de derrota en derrota, por fabulosas que resulten, hasta el ansiado cataclismo final.
Occidente se va al traste de maneras crueles e inverosímiles en las novelas de Michel Houellebecq (La Reunión, 1956) y, justo es reconocerlo, fascina observar cómo se diluye por el escotillón de la historia. Con la debida persuasión y unos cuantos barriletes retóricos, Europa deja de ser un submarino lleno de hombres viriles sudando la gota gorda y se convierte en un kindergarten de flojos y pusilánimes; la democracia liberal, convertida en flor de un día, se marchita en un suspiro; el campo de batalla se nos come de un bocado y el mundo no termina con una explosión, sino con un no menos sonoro regüeldo. Así es la épica de lo fatal: de derrota en derrota, por fabulosas que resulten, hasta el ansiado cataclismo final.
El periodista especializado en sucesos Francisco Pérez Abellán ha muerto esta madrugada a los 64 años.
Élmer Mendoza, principal referente de la narcoliteratura, escribió su primera novela con 50 años. Desde entonces no ha parado de retratar, a través de la ficción, los bajos fondos de Sinaloa.
Que podamos conocer la opinión de nuestros conciudadanos a través de las redes sociales constituye una novedad formidable sobre cuya importancia acaso no hemos terminado de reparar.
El poeta simbolista Mallarmé escribió -o así, al menos, lo cita Pla- que el invierno es lúcido. Un tópico que parecemos contravenir quienes vemos en las vacaciones de Navidad una larga maratón concupiscente, jalonada de comilonas opíparas y compunciones dispépticas, o quienes confunden el recogimiento con un ofuscado aborregamiento. Sirva de recomendación, cuando no de revulsivo y contraveneno, un libro invernal en el sentido mallarmeano: Canadiana (Debate).
El poeta simbolista Mallarmé escribió -o así, al menos, lo cita Pla- que el invierno es lúcido. Un tópico que parecemos contravenir quienes vemos en las vacaciones de Navidad una larga maratón concupiscente, jalonada de comilonas opíparas y compunciones dispépticas, o quienes confunden el recogimiento con un ofuscado aborregamiento. Sirva de recomendación, cuando no de revulsivo y contraveneno, un libro invernal en el sentido mallarmeano: Canadiana (Debate).
Más que otra serie de libros del 2018, esta es una oportunidad más de reunir a una serie de mujeres maravillosas, reales e imaginarias, escritoras y lectoras, y recordarnos que nos queremos y que tenemos mucho que decirnos.
Tiene los talones mordidos por la muerte, que le lleva persiguiendo desde niño. Mientras los hijos de los otros jugaban a la pelota, el pequeño Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) descansaba en la cama vencido por el asma, jugaba a escribir cartas e imaginaba romances. En aquellos tiempos, su madre abría la puerta a las mujeres con maridos en Venezuela para que el niño les escribiera cartas. Todas comenzaban igual: “Querido fulano, me alegro de que al recibo de esta mi carta te encuentres bien de salud. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios”. Las cartas y la radio eran sus distracciones. Su familia malvivía por su enfermedad, sus hermanos trabajaban durante el día y se mantenían en vela la noche entera porque sus ataques de asma eran terribles. Su madre no hacía otra cosa que pensar en el pequeño.
Tiene los talones mordidos por la muerte, que le lleva persiguiendo desde niño. Mientras los hijos de los otros jugaban a la pelota, el pequeño Juan Cruz (Puerto de la Cruz, 1948) descansaba en la cama vencido por el asma, jugaba a escribir cartas e imaginaba romances. En aquellos tiempos, su madre abría la puerta a las mujeres con maridos en Venezuela para que el niño les escribiera cartas. Todas comenzaban igual: “Querido fulano, me alegro de que al recibo de esta mi carta te encuentres bien de salud. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios”. Las cartas y la radio eran sus distracciones. Su familia malvivía por su enfermedad, sus hermanos trabajaban durante el día y se mantenían en vela la noche entera porque sus ataques de asma eran terribles. Su madre no hacía otra cosa que pensar en el pequeño.
Este libro fue muy buscado, como ocurre con algunos niños. La editorial A buen paso es tan pequeña que apenas saca un libro o dos cada año, cuando el año es bueno, y se decidió por esta aventura infantil de Oti Rodríguez Marchante, a quien conocerás por sus críticas de cine en ABC, como una apuesta asegurada para preadolescentes en busca de identidad. Y aunque su autor todavía se debate en si se trata de un libro con niños, para niños o sobre niños, conoce con seguridad que nació de la observación prolongada de sus dos hijos, de 14 y 10 años, que de manera natural le condujeron hasta el título definitivo: La importancia del primer cero.
“La vida es, en su esencia, un sumidero de mierda o un acto ridículo”. De esta manera tan contundente comienza ‘El mundo feliz’ el ensayo que el escritor Luisgé Martín acaba de publicar con Anagrama.
La primera vez que Philip Hoare se encontró ante una ballena ocurrió siendo un niño, sin salir de la bañera, y aquella pintura cetácea, dibujada por el abuelo al que nunca conoció, gobierna una plaza privilegiada de sus recuerdos de infancia en Southampton, una ciudad sureña de Inglaterra bañada por el océano. La segunda vez que vio a una ballena sucedió en un parque acuático: “Cautiva, un animal de circo exhausto, completamente destruido”. No sintió fascinación; más bien un sentimiento de compasión y tristeza. Fue en la tercera ocasión de encontrarse con una ballena, finalmente una ballena libre, que quedó petrificado. Encontró una sola palabra para explicarse tanta belleza: “¡Joder!”.
Será que la obligación de leer por trabajo le quita literatura al asunto, o que el morro se vuelve con el tiempo más y más fino, o simplemente que no he sabido elegir buenos títulos, o que no los he sabido leer bien, pero este 2018 que se acaba no ha sido para mí un año de lecturas deslumbrantes. Ninguna me ha dejado sin habla, aunque sí ha habido un puñado de libros que me han gustado hasta el punto de querer recomendarlos en esta lista -otra más- de lecturas del año que nadie necesita ni reclama. Y, sin embargo…
La situación del escritor frente al poder político, que le vigila y le castiga si no se adapta a las normas de lo que se ha de decir en pos del bien general que dictan los gobernantes, tuvo su máxima expresión, por duración y contundencia, en la vieja Rusia rural, en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas del siglo XX, en sus consecutivas dictaduras sanguinarias. “Mi patria, Rusia, es un campo de pruebas donde la historia realiza sus experimentos sociales, y donde además no tiene en cuenta el destino de cada uno de los hombres aislados”, dijo el ucraniano Izraíl Métter. Y ciertamente, no es otra la conclusión que uno extrae tras revisar la relación entre el poder, el ciudadano y sus derechos en el campo del arte en aquel país ya desaparecido por desmembrado, casi desconocido por su acercamiento en sus usos y costumbres a Occidente.
‘Cómo acabar con la escritura de las mujeres’ es un irreverente y exhaustivo ensayo en el que Joana Russ examina las fuerzas que sistemáticamente impiden el reconocimiento del trabajo creativo de las mujeres.
Continúa deteriorándose la situación en Cataluña, en una farsa sin fondo que ahora fantasea con la sangre en un intento desesperado por que brote la épica. Esa fantasía no es tanto la del crimen como la del martirio, pero esconde un impulso desdichadamente tanático en cualquier caso. Por fortuna, no muchos parecen dispuestos a seguirlo; pero si lo siguieran el resultado tampoco sería la épica, sino una farsa incrementada, más absurda aún, hasta la náusea. La irrisión ya es inaudita, con ese Consell per la República que Puigdemont ha montado en Bélgica, en plan Palmar de Troya del catalanismo, o con el estrafalario Torra en la ‘Generalitat’, un Ubú ‘president’ que ha dejado pequeño a Pujol y a Boadella convertido en el guionista de ‘Bambi’. Los que en su día compramos el mito de Cataluña como avanzadilla europeizante de España seguimos pasmados ante el socavón.
Encontrar una mala escena erótica o de sexo en la literatura es algo más común de lo que debería. Demasiadas metáforas, o demasiado explícito sin necesidad, posturas imposibles y fantasías increíbles son algunas de las cosas que arruinan la descripción de los episodios de sexo incluso en novelas realmente buenas.
Nieto e hijo de bufones reales, Mahi Binebine se crió sin padre. El rey Hassan II de Marruecos se lo arrebató. Mohamed, el progenitor de Mahi, dedicó su vida a servir al despótico soberano, día y noche.
La lectura de los versos de Ida Vitale es una experiencia confortable e incómoda a un tiempo, porque nos lleva a sitios desconocidos…
No existe —aún— la advocación de Nuestra Señora de la Lectura Lenta, pero estoy en ello. En mi opinión, la riquísima iconografía de María leyendo nos ofrece un mensaje que eleva la lectura a la dignidad del sacramento: Leed, porque mediante la lectura, el verbo se hace carne.
Quizás sirva como respuesta uno de los diagnósticos que el propio Ganivet transmite en el Idearium, y que reza así: si yo fuese consultado como médico espiritual para formular el diagnóstico del padecimiento que los españoles sufrimos, (porque padecimiento hay y de difícil curación) diría que la enfermedad se designa con el nombre de no-querer o en términos más científicos por la palabra griega aboulia, que significa eso mismo, extinción ó debilitación grave de la voluntad.
En nuestro mundo, Edipo se enfrenta a Telémaco. Esta es la tesis central del psicoanalista italiano Massimo Recalcati, cuyos libros me descubrió hace un tiempo Antonio G. Maldonado. Edipo refleja el odio parricida del hijo hacia su progenitor, de una modernidad enloquecida –diríamos– ante el peso del pasado. “Sus crímenes –explica Recalcati– son los peores de la humanidad: matar al padre y poseer sexualmente a la madre. La sombra de la culpa caerá sobre él y lo empujará al acto extremo de sacarse los ojos”. Telémaco, en cambio, es el hijo esperanzado de Ulises; el joven cuya mirada se dirige hacia el horizonte de la definitiva restitución, cuando el padre regrese del mar y de la guerra, y el duelo haya terminado para siempre. En otra orilla del Mediterráneo, un eco lejano de esa justicia resuena en la parábola evangélica del hijo pródigo. Un muchacho –tal vez el propio Edipo– decide marcharse de casa y dilapida su herencia hasta terminar mendigando. Día tras día, desde lo alto de una atalaya, el padre intenta columbrar el retorno de su hijo –la esperanza que alimenta el sentido. En el Evangelio –como en la Odisea– se producirá el reencuentro que sane la herida, pero la modernidad no admite con facilidad esa misma paleta de colores. Como padres y como hijos, la opacidad del destino forma parte del misterio que define nuestras vidas. Nadie es dueño del tiempo ni de sus consecuencias.
¿Se nace o se hace? ¿Es el talento como la rosa, que solo puede ser rosa si nace del rosal? ¿Qué es exactamente el talento? A veces decimos eso de tal o cual tiene mucho talento para la escritura y no nos paramos a ver de dónde parte ese talento, pues lo percibimos como algo que ya ha sucedido, un todo, sin desgranar sus ingredientes.
En ‘Monstruas y centauras’, Marta Sanz nos deleita intelectualmente con un recorrido crítico por los distintos lenguajes que conforman los feminismos.
Un escritor fantasma en el siglo XXI esconde una declaración de independencia y Elena Ferrante ha probado su efectividad en plena era moderna.
Nadie como un librero de los de toda la vida para recomendarnos un buen libro. La comodidad del comercio electrónico no puede sustituir el consejo cercano de un librero. En Madrid hay librerías para (no) aburrir. De la mano del editor de elSubjetivo, Ignacio Peyró, paseamos por algunas de ellas. Este es nuestro homenaje a los libreros madrileños, siempre dispuestos a descubrirnos nuestra siguiente aventura.