Carlos Franganillo: «Dejar TVE fue la peor de mis rupturas amorosas»
El líder de los informativos de Telecinco crítica el estado actual de la televisión: «Cada vez es más homogénea y menos atrevida»
Hay gente que nace para jugar al fútbol, con dotes para la bola, talentos puros. También hay quienes en el paritorio se les ve a las claras que son presentadores de informativo, «señora, su hijo le ha salido para leer el teleprompter». Carlos Franganillo nació con la corrección y la precisión medida para ser el rostro de un informativo. Curtido en las corresponsalías de Moscú y Washington, volvió para liderar el telediario de TVE. Su trabajo hizo que alguien pusiera sus ojos en él, no en el modo enamoradizo de Felipe con Letizia, pero por el estilo. Piqueras se lo fue sugiriendo hasta que llegó una oferta que ya no pudo rechazar. Desde hace tres meses encabeza los informativos de Telecinco.
PREGUNTA.- Me parece curioso que la mayoría de la gente que trabaja en televisión ve muy poca televisión.
RESPUESTA.- Sí, la verdad. Primero porque no tengo mucho tiempo. Trato de ver a la competencia, obviamente, pero la ves de una manera que no es una manera sosegada, no la ves para disfrutarla, la ves para ver qué hacen mejor o qué crees que tú has sido mejor, que has tratado con más profundidad o con menos, pero lo haces desde un punto de vista analítico y muy profesional. Y luego, cuando tengo tiempo libre, trato de ver películas y algún documental, pero luego no veo tanta televisión como veía antes.
P.- ¿De cine le gusta algo especialmente que haya salido recientemente?
R.- Estoy bastante desconectado de la actualidad en general de todo el cine. Ahora tengo niños pequeños y reconozco que veo lo que puedo y que trato de huir también de las modas. Cuando hay películas o series que están corriendo de boca en boca, no sé por qué me genera un cierto rechazo. Tardo tiempo en verlo, estoy bastante desactualizado y fuera de la conversación.
P.- Eso le iba a decir a Carlos Franganilllo, teniendo cuatro hijos y siendo un periodista de referencia, o sea, trabajando mucho, ¿cómo se lleva eso? Porque los niños dan mucha guerra, pero el periodismo es casi un sacerdocio.
R.- Suelo decir en esta época que cuando voy al trabajo es como para ir a un balneario o cuando me mandan de viaje, y lo digo con todo el cariño y todo el amor. Pero es verdad que cuatro hijos de edades desde los dos hasta los diez años, pues son edades complicadas donde son muchas veces muy dependientes y donde requieren mucho tiempo, entonces a veces es bastante intenso y en el trabajo tú sabes que te puedes concentrar en una sola cosa. Cuando hay cuatro niños tienes que tener ojos en todas partes, el corazón va a dos mil por hora. Y en el trabajo te puedes centrar en Oriente Medio, en lo que ha pasado en el tiempo, en el Levante y ese tipo de cosas, vas paso a paso.
P.- Si todas las familias españolas siguieran su ejemplo, acabaríamos con la despoblación enseguida.
R.- La verdad que es muy divertido. Tiene momentos duros, pero es muy divertido.
P.- Carlos Franganillo lleva tres meses presentando los informativos nocturnos de Telecinco, ¿cómo se ve? Esto es casi pregunta como de madre.
R.- Reconozco que han sido semanas y meses muy muy intensos, y siguen siéndolo. Ha sido una experiencia muy interesante y lo sigue siendo, muy estresante también, pero donde estoy aprendiendo mucho. Creo que cualquier reto de este tipo te enfrenta a cosas que no hacías. En mi caso estoy haciendo muchas cosas que antes no hacía, evidentemente tengo un papel mucho más activo en la edición y otro papel también de las relaciones públicas, de reuniones constantes, de conocer a gente de dentro y de fuera del medio de comunicación, tener un papel con la redacción muy cercano a la redacción.
Pero también ha tenido muchas otras cosas de la empresa que no hacía ni mucho menos, y que te obliga a tener muchos más ojos y estar mucho más alerta. Hay cosas que he tenido que aprender en este tiempo, otras que ya sabía hacer y que he tratado de mejorar, pero es una oportunidad y también uno se enfrenta a unas expectativas muy altas y eso es una presión enorme.
Uno llega a un entorno nuevo donde la gente me ha acogido magníficamente bien, pero requiere un tiempo conocer a las personas a ver qué pueden dar de sí, qué trato tienen, cómo te reciben y eso lleva un tiempo. Ya han pasado tres meses y la verdad es que la sensación es muy buena. Pero hasta que uno no se siente cómodo, pues no es capaz de desplegar todo el potencial. Eso lleva un tiempo, han pasado tres meses, pero yo creo que necesitamos todavía un poco más para seguir engrasando.
P.- Franganillo pasó de una televisión pública a una privada. Entiendo que se comerá más la cabeza ahora con las audiencias.
R.- Bueno, trato de no hacerlo demasiado, aunque es verdad que todos los días se miran, se miraban antes y se miran ahora. Pero la verdad es que llevo ya 16 años en este oficio, el de la televisión, obviamente los últimos seis, mirando las audiencias con mucha más atención, pero sigo sin entenderlas del todo.
Es decir, hay gente que se dedica a estudiarlas cada día, cada movimiento de la curva, por supuesto, cada minuto. Y hay teorías para todos los gustos. Generalmente no me suelen convencer casi ninguna. Hay días donde tú sales muy contento del informativo porque crees que ha salido redondo, todo ha salido técnicamente impecable, además los contenidos eran interesantes y ese día pues la audiencia no responde cómo crees que iba a responder.
Y otros días que han sido un batacazo, se te ha trabado la lengua o te han pillado fuera de cámara, y ese día pues funciona bien. Es decir, ¿cuál es el secreto a día de hoy? Lo desconozco. Lo único que sé es que hay que tratar de hacer las cosas bien y salir todos contentos y satisfechos. Siempre hay cosas que se pueden mejorar, pero por lo menos teniendo la certeza de que has tratado de hacerlo lo mejor posible y de que has sido honesto con el espectador.
P.- ¿Hay algún tema con el que Carlos Franganillo diga «esto funciona sí o sí»?
R.- El tiempo siempre es algo que genera muchísima atención. Yo hasta hace poco no atendía el tiempo, pero empiezo a hacerme mayor y lo veo con mucha más atención. Y es verdad que es algo que no es algo científico, pero cuando hay un temporal, cuando hay riadas o cuando hay un fenómeno meteorológico importante, la gente lo sigue con mucha intensidad.
En televisión se nota en las audiencias, en el consumo de televisión y evidentemente, pues bueno, es verdad que es algo que genera mucha atención. No vas a condicionar el minutado a eso, pero cuando es noticia se nota.
Y luego, algunos de los sucesos que están ocurriendo en el momento y que afectan gravemente, recuerdo el incendio de Valencia. Ese tipo de acontecimientos que están en marcha, donde la gente hay una demanda realmente de información. Eso se nota muy claramente en el consumo.
P.- De todas maneras, bien lo sabe que trabaja en televisión, hay límites que entiendo que uno se impone porque hay maneras de enfocar un tema que sabe que van a dar audiencia, pero entiendo que rebasan los límites propios a la hora de hacer un informativo.
R.- Por supuesto hay que ser siempre cuidadoso y evidentemente también esa es otra teoría y, yo no la tengo muy clara, que a veces si ofreces un producto muy morboso, muy truculento, con muchas tripas, pues eso va a funcionar y atraer a la gente.
Yo lo pongo en duda, la verdad, por lo menos en un informativo, no sé en otro tipo de programas, pero otro tipo de perfil de espectador no lo sé, pero en un informativo yo lo dudo. La gente quiere, quiere conocer las claves, o al menos es lo que pretendemos, y nosotros tratamos de hacer un producto que nos gustaría ver como espectadores. Todos los añadidos de ese tipo truculentos, que no aportan realmente información, pues al final tratan de despistar y se recrean en asuntos menores.
P.- Franganillo sustituyó a Pedro Piqueras, histórico presentador de los informativos. ¿Qué papel jugó Piqueras para que aceptara?
R.- Prácticamente todo.
P.- ¿Sin Piqueras no habría habido Franganillo en Telecinco?
R.- Depende de la persona que me lo hubiera ofrecido. Pero Pedro para mí significa muchas cosas, aparte de que es un amigo, es una persona a la que me creo. Sé que no es una persona que me va a tratar de atraer por otros intereses o con medias verdades. Yo sé que Pedro, aparte del respeto profesional que le tengo, sé que para mí quería lo mejor también.
Entonces me ofrecía algo que él veía con envidia, me lo decía muchas veces, él me decía «ojalá me hubiera tocado a mí este proyecto con menos años y lo hubiera podido disfrutar y hubiera podido viajar más, o hacer un informativo con otro tipo de coberturas más ambiciosas». Pero precisamente por eso yo sé que Pedro es una buena persona, es un tipo excelente, aparte de un gran periodista. Eso se demuestra también luego en el trabajo. Y estoy seguro de que para mí quería lo mejor y quería también que su equipo, según él, tuviera un buen reemplazo de alguien que desde el punto de vista pudiera aportar a la redacción, eso fue clave.
P.- Voy a preguntarlo de una forma poética, ¿dejar TVE fue la peor de sus rupturas amorosas?
R.- Pues seguro, y lo digo con muchísimo cariño a la casa y a la gente que he conocido allí. De verdad que una situación en la que estás ante dos caminos excelentes. En uno ya estás, conoces la mecánica, te sientes muy a gusto, te sientes muy valorado, aprendes muchísimo de gente brillante que tienes alrededor y en el equipo. Y luego pues una oportunidad que tiene también muchísimos alicientes.
Entonces es una decisión difícil que ya digo, ojalá todas las decisiones difíciles fueran así, entre dos cosas muy buenas. Pero en el momento de la ruptura. Pues sí, la verdad es que me vi bastante superado. Primero porque los tiempos no fueron los que yo hubiera querido. Aunque había podido avisar antes, pero luego todo se precipitó y eso siempre genera más dolor. Y bueno, a partir de ahí pues las cosas se van digiriendo. Pero sí, le tengo y siempre le guardaré un cariño enorme a aquellos años en los española y a la gente con la que sigo en contacto y a la que conocí.
P.- ¿Pero le hubiera gustado, por ejemplo, despedirse en plató?
R.- No, no es por eso. Fue más bien que de repente saltara a la prensa. No, lo otro, salir en plató, despedirme no creo que nadie deba tener ese protagonismo. Salvo en casos como el de Pedro, que después de una carrera muy larga se despide de una cadena. Pues evidentemente el espectador ahí sí creo que se merece también esa despedida. Y la hizo muy muy bonita, pero en ese tipo de situaciones pues obviamente lo prioritario es el interés de la cadena.
P.- Ha habido dos grandes fichajes televisivos en los últimos meses. Uno es el de Franganillo, que se marchó de Televisión Española a Telecinco. Otro es el de Broncano, que se va de Movistar a Televisión Española, ¿qué le parece Broncano como cómico?
R.- Me parece un tío muy ingenioso, muy rápido. Y creo que el programa es muy interesante, de verdad. No lo veo tan a menudo, más bien veo fragmentos que me llegan sobre todo a través de redes sociales.
P.- ¿Le parece buen fichaje para su antigua casa?
R.- Si hablamos de audiencias no tengo ni pajolera idea, la verdad. No hago predicciones porque no tengo ni idea. Me parece que es un cómico, un tío que es un autor. De alguna manera él y su equipo entonces tiene un sello muy definido, eso es bueno en televisión. No me meto en si esto es conveniente, no conveniente, no voy a entrar en eso. Pero sí que creo que muchas veces la televisión en España cada vez es más homogénea y hay menos atrevimiento, y menos personalidad.
Muchas veces también hay un montón de concursos clónicos, un montón de programas clónicos, tertulias infinitas. Todo se parece a todo también porque la industria audiovisual también ha cambiado y cada vez queda menos espacio para la televisión en directo. La televisión tradicional, la emisión tradicional, cada vez tiene menos herramientas para luchar contra las plataformas.
Es decir, tú puedes invertir un montón de dinero en una gran serie, en una gran película, la emites a las 22:00 de la noche y la audiencia es muy baja. Sin embargo, en una plataforma ese mismo producto a lo mejor es el producto más visto. Entonces, la manera de consumir televisión ha cambiado tanto que una televisión tradicional tiene que apostar sobre todo por el directo. Y entiendo que eso limita mucho las ofertas. Por eso también se agradece a veces apuestas arriesgadas.
P.- Ahora en la lontananza, ¿cómo se ven las luchas internas, la eterna provisionalidad de RTVE?
R.- En esos temas no entro. Cuando estaba allí trabajando y algunos me han preguntado si he dicho cosas, pero estando fuera, donde estaba hace tan poco tiempo, no me gusta opinar de eso y no lo haré por el cariño que siento por la gente que está allí. Creo que el gran valor de Radiotelevisión Española son sus trabajadores, conozco a fondo a los de informativos y es gente extremadamente profesional y a veces casi heroica, en el sentido de que son muy conscientes también de la importancia del trabajo y del servicio que tienen que prestar.
Entonces, bueno, yo creo que ese es el gran valor, el gran activo de RTVE.
P.- Carlos Franganillo no suele opinar mucho o nada de los asuntos de actualidad, ¿cómo lo consigue?
R.- Si hay algo de lo que creo que sé un poquito sí que no deslizo mi opinión, pero trato de aportar algo analítico, si considero que puedo hacerlo. Siempre es verdad que más centrado en política internacional, que es lo que más me interesa y en lo que más atención pongo en lo demás. Pero es que a veces creo que la opinión se ha abaratado muchísimo en España, lo digo de corazón y con cierto cansancio también. Es decir, a veces uno se acerca a los periódicos y el 90%, dependiendo de qué periódico sea, el 90% de las opiniones, cada uno con sus estilos literarios, sus florituras y sus adornos, pero todas redundan en un mismo tema o en los mismos temas.
Yo creo que como a mí, por lo menos como lector, me parece cansado. Sobre todo lo que trato de buscar a veces ya no es tanto la opinión de uno, de otro que muchas veces la de un periodista o la de muchísimos periodistas no me aportan nada más de lo que me aportaría alguien en una cafetería. Más allá de que algunos que escriben mejor y que hablan mejor. Pero trato de buscar a cinco o diez referentes a los que tengo en gran estima y sé que me aportan algo más que una opinión barata.
Que han estudiado un tema o que tienen fuentes o que realmente tienen información que me permite a mí después navegar por la realidad y entender qué está pasando. Como espectador pido eso, entender lo que está pasando, que me den algunas claves. Si además luego lo escriben bonito, pues magnífico, pero creo que hay una sobredosis de opinión en general. No sé si está pasando en todos los países, en España por lo menos yo lo percibo y he llegado a una saturación hasta el punto de que casi no leo opinión.
P.- Estamos en un oficio, como diría Rafa Latorre, de gente que se opina encima constantemente.
R.- Tiene ganas de opinar, pero muchas veces las opiniones están basadas en rumores y en especulaciones. Y eso es lo que a mí me despista mucho, y acaban imponiéndose en el debate social, cuestiones que están por probar. Esa es la diferencia con el periodista que trabaja con la información y que lo que trata es de extraer el tuétano de las cosas, de lo que realmente está probado desde la esencia para transmitirle al espectador.
«No valoro el fichaje, pero Broncano tiene un sello y eso es bueno en televisión»
P.- Entiendo que sí habrá visto, por ejemplo, el tema de las opiniones cruzadas de compañeros entre compañeros. El presidente hablando de la fachosfera, otros hablando de medios subvencionados, ¿hemos llegado a una polarización entre periódicos, entre medios de comunicación, a una división entre periodistas?
R.- Pienso que sí, está claro. No todos, evidentemente hay periodistas magníficos en este país, pero es verdad que en la dinámica de las redes sociales, la dinámica de la política, todo eso ha ido potenciando que ese debate esté cada vez más enconado. Y tengo miedo que al final sea una burbuja que vemos solo los políticos o los periodistas o los que estamos un poco cerca de esto. Evidentemente alguien más la ve, pero es como un navajeo en las calles oscuras que no me aporta gran cosa, la verdad.
No me interesa mucho porque insisto, hay algunos columnistas y opinadores que sí que sé que van más allá y que me ayudan a entender lo que pasa o que puede pasar en un escenario determinado, pero todo lo demás, algunos me gustarán más porque coinciden con mis ideas, otros los detestaré y les cogeré rabia y no les saludaré. Pero vamos, más allá de eso, es que no me aporta nada perder el tiempo.
P.- ¿Cuál es el futuro de un informativo?
R.- El directo, por supuesto, lo es. Antes hablaba de cómo el sistema audiovisual había cambiado el directo y la información, creo que es una de las pocas cosas que sí que tienen viabilidad en la televisión tradicional. Seguramente si se hace en una plataforma y se emite en directo también, pero es un producto que caduca muy rápidamente. Un informativo tiene un valor que es el de la actualidad y la información en vivo. Y además si está bien hecho, tiene un valor que es el del prestigio también para una cadena y eso, es algo intangible, pero cada vez es más valioso.
Por lo mismo que yo decía, que al final la opinión, la tertulia, puede servir muchas veces para entretener, hay analistas muy buenos y no quiero generalizar, pero al final si alguien quiere tomar decisiones en su vida, yo creo que necesita contar con buena información y un buen informativo, un buen periódico, un buen programa de radio debe dar esas claves. Si no lo hace, si solo es retroalimentar ideas encontradas y sin aportar nada poderoso, pues al final la gente acabará desorientada. El valor que puede tener el informativo.
P.- Y la credibilidad del que lo presenta, en este caso de Carlos Fraganillo.
R.- La credibilidad, pero la credibilidad es el trabajo bien hecho durante mucho tiempo. La credibilidad es un trabajo a largo plazo, se puede perder en muy poco tiempo y cualquiera puede cometer un error. Y no hay nadie infalible. Pero por eso pienso que los debates tan de trinchera al final lo que minan precisamente es la credibilidad, porque es muy tentador lanzarse a la trinchera, es una mirada cortoplacista. Ahora mismo hay una burbuja de opinión partidista y supongo que eso es muy tentador para aquel que entre en el juego. Pero si uno tiene la cabeza fría y tiene claro dónde quiere llegar y que quiere ofrecer al espectador un producto refinado y que le sea útil, yo creo que tiene que estar por encima de eso y mirar mucho más a largo plazo.
«La televisión en España cada vez es más homogénea y menos atrevida»
P.- Sobre Rusia, ya que Franganillo fue corresponsal en Moscú y conoce bien el país. Había una anécdota de los años soviéticos que cuenta Xavier Colás al inicio de Putinistán, y es esta señora que está en la Plaza Roja de Moscú repartiendo unas octavillas. Entonces la detienen los policías y le dicen «pero si las octavillas son folios en blanco, señora, ¿por qué protesta usted?» Y responde, «si no hace falta que lo ponga, ya sabe todo el mundo lo que pasa». ¿La de Rusia es una población que está indefensa ante su poder, ante su gobierno, ante sus gobernantes?
R.- En parte porque el propio pueblo ruso, una gran parte, lo ha querido así o ha dejado hacer. Eso lo cuenta Colás en su libro muy bien, y me parece que es una de las grandes cosas a aprender. En Rusia ha habido una especie de contrato entre los rusos y el poder en la era de Putin, donde Putin garantizaba seguridad y un cierto bienestar gracias a los ingresos de los hidrocarburos, sobre todo a principios de siglo.
Y los rusos no interferían en la vida política, se desligaban de ella y dejaban hacer al poder. Cuando el régimen ha ido ganando más y más terreno, ya ha sido demasiado tarde para poder alzar la voz para poder intervenir, ya los rusos habían delegado toda esa vida política en el poder. No hay disidencia, no hay oposición, no hay prácticamente ruido, porque Putin se le ha dejado hacer y ha tenido la gran habilidad de cortar la hierba en cuanto empezaba a germinar muy débilmente. En cuanto alguien empezaba a despuntar, se inventaban casos para llevarlos a prisión o acababan fuera del escenario de múltiples formas.
Rusia y los rusos han dejado hacer demasiado al poder también entendiéndolo desde el punto de vista psicológico. Es decir, los años 90 allí fueron especialmente duros después de la caída de la Unión Soviética. El país se ve en un caos absoluto y lo que se les vende como democracia, como liberalismo, como reformas económicas, les lleva a un empobrecimiento acelerado. Donde lo poco que seguían las estructuras de sus vidas se desvanecen. Aquello se convierte en el Far west cuando de repente llega alguien que les hace promesas de seguridad, de cierta nostalgia imperial. Y además la economía empieza a reflotar ligeramente, pues también uno puede entender que muchos se aferren a ese discurso. Es difícil, es una mecánica diferente y con unos referentes históricos muy claros y muy cercanos.
P.- Es interesante la figura de Putin, más allá de todas las tropelías y de todos los posibles crímenes o más que posibles, certeros. Pero a veces tengo la duda de si hablamos mucho de Putin. De si no hablamos de las personas que están alrededor de Putin, de los grupos de presión que le trasladan las ideas. Y después otra idea, si igual Putin es el menos malo de los malos, que a lo mejor Putin se va y viene otro que es peor todavía. No sé cómo ve Carlos Franganillo todo este lío de tramas y de poderes internos entre Putin y los oligarcas.
R.- Es muy difícil analizarla y mucho más en mi caso, que ya llevo desligado de Rusia una década. Pero trato de seguirlo y de escuchar a quien sabe. Y es verdad que Putin es una figura fundamental, evidentemente hay gente que le rodea, hay muchos grupos de interés, pero al menos quien está más cerca o quien tiene mejores informaciones suele dibujar el poder ruso como algo configurado entre tres o cuatro personas, no mucho más. Putin ha seguido una deriva, donde ha acabado digiriendo y empapándose de su propia ideología, de ese nacionalismo exacerbado. Toda su propaganda se le ha acabado creyendo él mismo.
Vladimir Putin es una persona práctica para poder ejercer el poder. Y a partir de esa idea, pues se ha ido aprovechando de todo tipo de recursos y de herramientas ideológicas para para unir a la gente en torno a él. Pero ha llegado un momento, no sé si por edad o por el curso que ha seguido la historia, donde él mismo se ha creído toda esa propaganda nacionalista y religiosa de destino de Rusia en el mundo. Y si uno escucha sus últimos discursos tienen algo de delirante. Creo que ese encierro, no sé si también potenciado por la pandemia o por otras cuestiones, ha contribuido a acelerar ese deterioro.
Rusia, una gran parte de la política exterior rusa también se debe a la cabeza empachada de toda esa ideología y de toda esa propaganda de Vladimir Putin. Es un sistema también complicado de interpretar, muy opaco. El periodista que va allí como corresponsal, a veces no puede hacer mucho más que especular que acercarse lo más posible a quien está cerca del Kremlin y recibir información intoxicada o muy parcial.
Siempre he tenido algo de especulativo, la kremlinología, que llaman algunos no, pero a partir de ahí es verdad que hay que tratar de descifrar lo que pasa en Rusia hay que tener en cuenta que muchas veces trabaja casi como una estructura mafiosa. Una estructura casi de organización criminal, donde hay muchos grupos de poder compitiendo por esferas de control de negocios y de otro tipo y de industrias.
Y hay una especie de árbitro central que es Vladimir Putin, que se le respeta mientras siga en el poder, ¿qué puede pasar cuando caiga? Pues es una auténtica incógnita y no creo que sea nada bueno. Es decir, no creo que Rusia vaya a sufrir un proceso de transición a la democracia. Yo creo que Rusia, más allá de Putin, tiene una serie de intereses estratégicos que le trascienden y que no cambiarán aunque llegue otra persona.
«Una de las cosas que pedí en Telecinco fue no tener que ir a comer con políticos»
P.- Y en cuanto a Estados Unidos. Estamos en año electoral, cuestión futurible, ¿un segundo mandato de Trump es más peligroso para el contexto internacional que una reelección de Biden?
R.- Es difícil de interpretar. Creo que es más peligroso, por lo menos para Europa, viéndolo desde un punto de vista egoísta. Europa está en un momento crucial. Hay varios focos muy calientes en el mundo y Europa está en primera línea de casi dos de ellos, sobre todo con Ucrania, pero también lo que está pasando en Oriente Medio. Y hay un tercero que nos queda mucho más alejado pero que nos repercutiría económicamente también, como es Taiwán.
Esos tres focos, dos de ellos ya están activos casi a pleno rendimiento, el tercero puede estallar en cualquier momento o en los próximos años. Son una especie de test para Occidente. Entendiendo Occidente por Estados Unidos y Europa, no mucho más que eso, porque el mundo es mucho más complejo que hace 10 o 20 años. Y si esos test siguen adelante y Europa y Estados Unidos no están a la altura, entraremos ya abiertamente en una nueva revisión del orden mundial.
Estamos viviendo un momento muy interesante, fascinante y terrible en el mundo. Para nosotros es crucial mantener esa relación con los Estados Unidos, porque militarmente hay países con mayor y menor peso dentro de Europa. Pero somos una hormiga al lado de los Estados Unidos. Y necesitamos esa fuerza muchas veces para poder defendernos ante lo que pueda pasar en el futuro.
No quiero ser un agorero, ni ser apocalíptico, pero está claro que la guerra es algo recurrente en la historia. Y venimos de unos años, 30, 40 años, donde pensamos que la guerra había desaparecido para siempre, el fin de la historia de Fukuyama y toda esa ilusión que de pronto se desvaneció y ahora estamos aterrizando de una manera mucho más brusca. Hasta ahora veíamos Afganistán e Irak, insurgencias contra grandes potencias. Ahora estamos viendo el clásico choque de grandes potencias, batallas de tanques, es decir, cosas que parecían olvidadas. Eso está volviendo y hoy Europa ha perdido el tren y ajustarse y volver a coger el ritmo es difícil.
P.- Para cerrar con Carlos Franganillo, unas preguntas cortas. La primera, ¿cómo se cuida físicamente?
R.- Trato de ir a correr de vez en cuando, es todo lo que hago. Salgo a correr por el campo cerca de casa que es lo que puedo hacer, pero ni me mido tiempos ni cosas.
P.- Un libro que esté leyendo ahora mismo.
R.- El hombre que amaba a los perros que me está encantando, no lo había leído en su momento. Estoy leyendo otro de geopolítica que ha sacado hace poco un profesor que admiro mucho, Josep Valles, de la Universidad de Barcelona, que tiene planteamientos muy interesantes y muy provocadores. Me interesan mucho los temas de relaciones internacionales, y los asuntos de espionaje.
P.- ¿Si no presentara un informativo, qué otro formato se vería presentando en televisión?
R.- Me encantan los documentales, la verdad es que me parecen la gran joya. El informativo tiene cosas magníficas, pero es una trituradora profesionalmente. Es decir, te obliga a reciclarte cada día, te obliga a ser competitivo cada día, te obliga a tener la mirada puesta en todo y a la vez no profundizar demasiado en nada. El corresponsal sí que puede fijar la mirada en temas muy concretos y en el documental yo creo que te da ese privilegio si tienes tiempo y dinero para poder llevarlo a cabo. Es magnífico porque puedes profundizar durante meses en un en un tema que te interese y sacarle mucho jugo.
P.- ¿El rasgo de su carácter que menos le gusta a Franganillo?
R.- Cada vez soy menos paciente, y cada vez me cuesta más soportar el estrés. Cada vez tengo más estrés y cada vez lo llevo peor, la verdad. Antes solía tener bastante más paciencia y ser más tranquilo y llevar mejor las cosas. Pero a veces es verdad que vivo a un ritmo demasiado intenso.
P.- ¿Hay muchos políticos que le llaman para ir a comer?
R.- A mí directamente no. Fíjate, cuando llegué a Telecinco, una de las cosas que le pedí a Paco Moreno, que es un jefe excelente, con el que me llevo muy bien, fue precisamente no tener que ir a comer con políticos.
P.- ¿Qué es lo que más le repite la gente cuando le ven en persona?
R.- A veces me han visto más flacucho y tal. Y la gente pues se lleva una decepción se creen que mido 1,90 y ese tipo de cosas. Es que la televisión es un juego de percepciones, también hay mucho de magia en eso. Se parece a la gente que sale en el cine y luego ve a un actor en directo y te parece también muy diferente. Es la magia de la pantalla y la gente se hace unas ideas que solo existen en su cabeza.
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