Salen los pajaritos
«La convivencia incendiada es grave porque la indignación es transversal y el ciudadano común se siente interpelado»
Vuelan los pajaritos en las banderas preconstitucionales de los conflictos a palos en la calle Ferraz y buena parte de las sedes socialistas españolas (Valencia, Barcelona, Valladolid, etc). Vuelan las águilas imperiales, tanto tiempo dormidas, por culpa de una amnistía que quiere tirar abajo el pino constitucional para reconciliación de unos pocos elegidos, los catalanes, cuando es justo lo contrario, ambiente entero belicista, bronca sin tregua y ruptura intolerable después de tantos años felices de paz.
Vuelan los gorriones en los aleros de las ventanas de Waterloo, tras el escrito del juez García Castellón imputando por terroristas al prófugo Carles Puigdemont y Marta Rovira, porque nada de cívico tuvieron los CDR armados hasta los dientes, porque no fueron simples desórdenes públicos lo ordenado por Tsunami Democràtic, porque una investidura que tira abajo los frondosos árboles constitucionales, segados de raíz, tiene respuestas inmediatas por las alturas. Sigue Puchi (balones fuera, ventanas abiertas, gorriones idos) en lo del golpe de Estado permanente a su figura, duro como Napoleón.
Vuelan las oscuras golondrinas en torno a los artículos 570 y 571 de nuestro Código Penal donde se cuenta a doble espacio y sin negritas lo que son actos terroristas y la organización con dichos fines. Huele ya el guiso, las vueltas al caldo gordo de la violencia, para volver a aquello que tanto dijo el jesuita Arzalluz, lo fundamental de sacudir el árbol para que caigan las nueces. Pero al mover las ramas vuelan los pajaritos, salen los pajaritos, y la cetrería es inmensa, y las aves carroñeras dan mucha sombra desde arriba, y el miedo ya no guarda la viña porque quieren venderla entera.
Vuelan los búhos y las lechuzas, los ojos grandes de la noche, en ese texto o acuerdo de investidura para pocos, sin luz ni taquígrafos, a oscuras, en los pasillos de la espera, solo veinte días para la firma, contra el que el Consejo General del Poder Judicial simplemente ha hecho su obligación, alzar la voz, cuidado que por aquí vamos mal, cuidado que el Estado de Derecho y el orden constitucional son lo mismo, cuando que no hay amnistía sin interés general y votada por todos los partidos de la Cámara. Vuelan los cuervos en el Londres de Poe y del Financial Times, sí, para calificar a Sánchez de «político resbaladizo» y optar por un acuerdo que desarmaría a Junts, qué inocentes, cuando también amnistía y referéndum es lo mismo, primer plato y segundo del menú.
«Toda amnistía trae la musa del escarmiento, esa que niega la minoría de la palabra contra la mayoría de la brutalidad»
Vuelan los aguiluchos entre los palos de un encanallamiento que recuerda al Capitolio o Bolsonaro, mientras Feijóo y Sémper piden palomas blancas de plaza pública llena el próximo día 12 a las 12 de la mañana, donde no hay ningún miedo a perder la calle por parte de la gente de bien con las manos en los bolsillos. Lo dijo Manuel Azaña, y solo lo recuerda Miguel Ángel Aguilar, toda amnistía trae la musa del escarmiento, esa que niega la minoría de la palabra contra la mayoría de la brutalidad, esa que revuelve el cotarro y el caldo gordo con cucharón largo y profundo, a vueltas con lo que se sabe y lo que no, porque no llega el palo al final de la olla, lo prometido y lo imposible a cambio de la firma, igual Laura Borrás y Boye también libres y en el pack, porque amnistía e investidura es lo mismo.
Peina el gato Puigdemont a la sombra de la ventana llena de pájaros por el cielo despejado, uno y otro bando en hoteles paralelos y negociando telemáticamente, esos petardos de los jueces por los periódicos sobre la abolición y degradación de nuestro Estado de Derecho, esos sustos por todas las televisiones mundiales donde no cabe la evasiva: «Ninguna ley puede convertir en papel mojado las sentencias judiciales». La seguridad jurídica y la independencia de los tribunales, sí, también es lo mismo, lo contrario es la impunidad y la justicia a la carta, ninguna política puede decir que el delito no existe cuando ya hubo martillazo con toga para el mismo, ninguna política puede no querer una separación de poderes, todos prometieron velar y hacer guardar nuestra Constitución. Vuelan los pajaritos, todos diferentes, distintas especies, pío, pío. Y el viento del tiempo muerde, sobre los tejados de pizarra, solo quedan veinte días, tic, tac. Falta otro procés.
Vuelan las gárgolas de la catedral de Barcelona, los dinosaurios aviarios, los pterosaurios reptilianos con huesos a la espalda y vuelto a motor: la CUP, en mitad de escena, quiere montar otro procés y ya reparte mechas y encendedores. Me echan en cara que cito mucho a Umbral en estas letras, un día le preguntaron a Paco qué era el amor, en qué consistía el amor, y fue tajante: «Consiste en meter un centímetro en la vulva de la mujer, solo un centímetro o dos, y empujar con los otros treinta». Ese empuje es el que preparan justo ahora, metidos el par de centímetros de Waterloo, sin marcha atrás nadie del tapete, quién puede irse de naja, llamados a la fila del naipe los burlangas mazas, los veteranos. Pío, pío. Tic, tac. El tiempo corre, la convivencia incendiada es grave porque la indignación es transversal y el ciudadano común se siente interpelado. Zapatero lo dijo a la hora de los canarios amarillos y los periquitos verdes: «Se puede votar en contra de la amnistía y no ser facha». Pío, pío. Cada español pierde 300 pavos en la quita de los 15.000 millones catalanes. Pío, pío. Salen los pajaritos.