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Viento nuevo

Riesgo bajo, muerte segura

«Ni una mera orden de alejamiento, y allí se presentó el matarife. Allí se acabó el archivo en el programa VioGén»

Riesgo bajo, muerte segura

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Me persigue la muerta de Getafe, asesinada semanas atrás, desconocida y aparecida, sombra blanca tras mis pasos torpes, ojos y boca en el embozo arrugado y contrito de las sábanas, sirena a mi oído confuso, venganza siniestra. Seis años más joven que yo, 39 años, víctima del algoritmo asesino, liquidada en tres puñaladas, sin una mera y antigua orden de alejamiento, siniestralizada por el sistema, basta ya. Llevamos 52 casos en lo que va de año. Muertas frías por asesinos impunes.

Pasamos por todos los trámites fiscales digitales, pasamos por todos los trámites médicos digitales, pasamos por todos los trámites viajeros digitales, por los de supermercado y envíos postales, pero cuando uno tiene un problema serio quiere un rostro delante. El invento, nos lo explican, se llama Sistema VioGén, vinculado a la Secretaría de Estado de Seguridad del Ministerio del Interior. Allí llega el afectado (afectada), mete sus datos por mediación de algún funcionario, y sale la papeleta: riesgo bajo. Luego, a casita a dormir, y a esperar la muerte segura e imprevista.

El algoritmo decide en razón a todo el pienso con el que lo cebamos: corpulencia física, estudios, pasado, presente, inteligencias, violencias, mundos compartidos y separados. El algoritmo, en su propia discoteca interna, emite el dictamen: «riesgo bajo». La muerta en Getafe, semanas atrás, tenía «riesgo bajo». Ni una mera orden de alejamiento, repetimos, y allí se presentó el matarife, ajeno a cualquier contratiempo, y allí llegó la muerte con guantes de jardinero y bolsas de la compra, y allí se acabó el archivo en el programa VioGén. ¿Cómo se va a equivocar la máquina? Es imposible. 52 muertas en lo que vamos de año.

Nos cuentan las enciclopedias baratas que el Seguimiento Integral en casos de Violencia de Género (VioGén) se crea el 26 de julio del 2007, en cumplimiento de lo establecido en la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, correspondiente a Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género. Las negritas nerviosas gritan en la página su subrayado de sangre: «Es un sistema policial centralizado en el Ministerio del Interior y destinado a seguimiento y protección de las mujeres víctimas de la violencia de género y de sus hijos e hijas en cualquier parte del territorio nacional. Recoge toda la información policial sobre víctimas de violencia de género procedente de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado: Policía Nacional, Guardia Civil y cuerpos autonómicos». Un algoritmo, vamos. Y un programa que presume de cumplir 15 años, y analizar a 700.000 casos y 5,4 valoraciones de riesgo realizadas. ¿Y las 52 muertas? 

Durante el año pasado 2022, al parecer, cumple el VioGén su récord, con 2.800 agentes entre policiales nacionales y guardias civiles. Marlaska llegó a subrayar la importancia decisiva del archivo, la protección policial que reciben tan solo el 10,4% de los casos registrados tras 15 años de seguimiento y lo mucho que han subido los agentes cuando, en 2007, solo se contaba con 1.648 efectivos. Pero el VioGén falla, claro que falla, y el algoritmo a veces se equivoca, y los riesgos bajos resulta que son altos, y la muerte inesperada es algo así como una doble muerte, y la vida entera (cielo e infierno) no pueden estar incluidos en un ordenador y unos archivos, y no podemos ser solo un dato en manos de publicistas y perseguidores. Me persigue la pobre muerta de Getafe. Ironizaba Eugenio D´Ors: «Lo peor del que sufre manía persecutoria es que tiene razón».

«La culpa de todo la tiene el porno, que a su vez lleva a la cosificación de la mujer y la falta de respeto en el trato que conlleva a los abusos»

La Mareá en Getafe pasa de VioGén y lleva siempre una litrona consigo por si alguien se acerca, la Puñito en Getafe gasta un machete de casi medio metro camuflado entre un sinfín de tachuelas, la Piruleta lleva un espray que duerme a un elefante que se acerque con el morro a pedir fuego, la Chivato usa puño americano, la Tirones gasta pipa de aire comprimido, la Pelos tira de cuchillo jamonero doméstico y la Pulga, pequeñita y lesiva, no se anda con bromas, y sabe hacer un lanzallamas con un bote de laca para el pelo. Todas dicen lo mismo, en un jardín de porros y mucha cerveza de lata, que la culpa de todo la tiene el porno, que a su vez lleva a la cosificación de la mujer y la falta de respeto en el trato que conlleva a los abusos y al delito. Es difícil una prevención seria, añaden, cuando el demonio anda en el bolso con forma de nuestro tercer brazo, el teléfono móvil, donde a tantos les salen orejas y rabo de auténticos demonios, deshumanizados y locos, presa de los instintos más bajos y canallas.

La lucha contra el algoritmo es posible. VioGén que haga su trabajo por las predicciones siderales y esquemas digitales, sí, pero que nadie renuncie al blindaje de calle, portal y piso, por donde empieza y acaba todo. La víctima de Getafe es una luz blanca dentro de mí. Murió sin esperarlo. Murió sin que se lo dijeran. Murió a resguardo en el que pensaba su refugio. Cómo iba a pasar nada malo si el gigante VioGén cuenta con tres mil tíos, que son seis mil manos, seis mil pies, seis mil ojos abiertos frente al ogro que solo tiene dos pies, dos manos y dos ojos. No la mató en un lugar recóndito, misterioso, alejado de propios y ajenos, súbito e inesperado, oculto y espeso, lo hizo en su domicilio familiar. Qué diría VioGén entonces, y ahora. Lo hizo sin demasiada sofisticación armamentística: tres puñaladas. Lo hizo antes de ir a comprar el pan. La pantallita se reafirma: «riesgo bajo». Muerte segura. 

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