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El motivo por el que pospones las cosas y no es la pereza

La impulsividad es uno de los principales factores que influyen a la hora de retrasar las tareas

El motivo por el que pospones las cosas y no es la pereza

Una mujer agobiada delante del ordenador | Pixabay

Ese fenómeno de posponerlo todo para otro momento, el día siguiente o incluso a última hora tiene un nombre: procrastinación (que no es pereza). La definición de este es sencilla; básicamente consiste en aplazar aquello que hay que hacer, incluso las tareas más sencillas: poner la lavadora, estudiar para un examen la declaración de la renta…

Pero el simple hecho de retrasar el hacer algo no es procrastinar. Este concepto implica que esa demora sea absurda, es decir, que posponer esa tarea no tiene sentido en el contexto específico, sino que se hace de forma irracional, incluso saboteando los propios intereses.

La persona que está obsesionada con finalizar cualquier tarea a la primera oportunidad puede ser tan poco funcional como aquella que lo deja todo para el último momento; en ninguno de los dos casos hay una planificación inteligente del tiempo. Acabar con la procrastinación consiste precisamente en eso: usar el tiempo de forma razonable, orientándolo a conseguir los objetivos.

La procrastinación no es pereza: causas de este fenómeno

Según estudios, hay factores tanto genéticos como ambientales que explican la procrastinación. Por una parte, es un fenómeno que ha ocurrido en todas las culturas y momentos de la historia. Además, es una tendencia que afecta algo más a los hombres (54%) que a las mujeres (46%); es más común entre la gente joven y disminuye con la edad.

Estos datos también muestran que la mayor parte de este fenómeno lo explica la genética; sin embargo, el ambiente también juega un papel importante en el aplazamiento compulsivo de las tareas. Tanto es así que el ritmo y estilo de vida moderno ha convertido la procrastinación en casi una epidemia con consecuencias a nivel personal, organizacional e incluso puede tener repercusiones en la economía de un país.

Y es que hay que tener en cuenta que la procrastinación es un hábito y, por ello, es difícil deshacerse de ella. Una de las teorías más extendidas es que lo provoca el perfeccionismo, la obsesión por que todo quede perfecto que lleva a no terminar nunca nada; no obstante, los datos indican lo contrario.

La teoría de que postergación y perfeccionismo iban de la mano ha sido común durante mucho tiempo. Por tanto, este error de asociación ha hecho pasar desapercibido un hecho que tiene un papel fundamental: la impulsividad. Esto lleva a vivir el momento de forma muy impaciente y quererlo todo en el momento.

La impulsividad influye en el posponer las cosas

Dos factores muy relacionados con la impulsividad son el autocontrol y la demora de la recompensa; esto es porque es muy difícil el pasar por un momento más difícil o aburrido solo porque vaya a haber una recompensa después. Las personas muy impulsivas tienden a ser desorganizadas, a distraerse con facilidad, les es difícil controlar sus impulsos, ser persistentes y trabajar de forma metódica. Todo esto hace que el planificar sea más difícil y la facilidad para distraerse les lleva a ser víctimas de la procrastinación.

Algo también propio de este tipo de personas es que intentan librarse de una tarea que les provoca ansiedad; se distraen y la apartan de su cabeza. Además, esto lleva a que sean muy comunes las excusas y el autoengaño. Aunque esto puede parecer lógico en el corto plazo, a la larga solo empeorará la situación y generará momentos más desagradables.

Un hecho que suele ser común es que la presión de todas las tareas por hacer sea tan angustiosa que la persona termine buscando otras actividades que la distraigan para no pensar en todo eso. Suele pasar el estar haciendo algo pero en el fondo saber que no es prioritario y que por tanto habría que estar haciendo otra cosa. Eso solo lleva a no disfrutar tampoco del tiempo de descanso, porque la cabeza está constantemente recordando las obligaciones.

Sin embargo, aunque la impulsividad sea un factor muy importante, no lo explica todo. Hay otras múltiples causas que llevan a la procrastinación.

Fregar los platos es una de las tareas que más se atrasan.
Fregar los platos es una de las tareas que es más común procrastinar. Foto: Pixabay

La tríada de la procrastinación

Los tres pilares de este tipo de autosabotaje son las expectativas, el valor y el tiempo:

Expectativa

Este término hace referencia a la confianza en conseguir los objetivos y, si bien la procrastinación está vinculada a veces al exceso de confianza, es mucho más habitual que ocurra lo contrario. Es decir, si la tarea parece inalcanzable, simplemente se rinden en vez de esforzarse.

Esto lleva a un estado de frustración conocido como indefensión aprendida. Esto supone rendirse a las circunstancias al considerarse incapaz de cambiar nada y, por ello, no se actúa. Este fenómeno, además, está muy vinculado a la depresión. Al final, es la propia decisión de no actuar lo que lleva al fracaso; es decir, lleva a entrar en un círculo vicioso.

Valor

Este está relacionado con lo atractivo o no que resulta aquello que se está aplazando. La lista de tareas procrastinadas suele estar llena de tareas que resultan aburridas, como fregar los platos, aprender algún temario muy denso o hacer las compras. El valor de cada cosa, obviamente, depende de la persona y sus apetencias, por lo que cada una tiende a procrastinar unas tareas u otras.

Lo más fácil y común es aplazar algo que no motiva a hacerlo, por lo que cuanto menos valor tiene para uno mismo una tarea menos probable es hacerla. La carencia de valor placentero hace que otras actividades más agradables acaben distrayendo y, por tanto, las tareas que parecen más aburridas acaban retrasándose.

El factor tiempo

El tiempo es el tercer factor que lleva a la procrastinación debido a la elección de la gratificación inmediata. Es más tentadora una recompensa en el momento, aunque sea pequeña, que tener que luchar por un objetivo a largo plazo, aunque el beneficio sea mayor.

Detrás de ello está la impulsividad, así como otros rasgos vinculados al temperamento impulsivo que pueden ser la poca meticulosidad, el bajo autocontrol y la propensión a la distracción. Actuar sin pensar o no ser capaz de tener los sentimientos bajo control son otros de los motivos de la procrastinación. El tiempo hace que las metas a medio o largo plazo parezcan más abstractas, lo que les resta realidad. En cambio, todo lo que ocurre hoy es más concreto y, por ello, parece más real.

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