Los peligros de la literatura verité
Los «trabajos» de prostitución no se destinaban a los agentes de las SS, como sostiene Fermina Cañaveras
La fiebre de la autoficción, el gusto por la novela que más que histórica deberíamos llamar de época o el morbo del «basado en hechos reales» suponen una amenaza, otra más, para la verdad. Mucho más en una época en que la credulidad de los lectores -lo mismo se podría decir de los espectadores- domina las audiencias. En un tiempo donde se dan por buenas las falsedades más disparatadas, aplicar el marchamo de histórico a lo que no ha sucedido o de real a lo ficticio no contribuye más que a fomentar la rampante ignorancia. Y ya se sabe que la ignorancia es atrevida.
Viene esto a cuento de una noticia que el jueves pasado publicó la corresponsal en Madrid del diario Le Monde, Sandrine Morel. Yo no había leído la noticia en España, aunque la propia periodista francesa asegura que fue publicada por El Confidencial y por Jot Down. La información lleva por título «La escabrosa y falsa historia española del burdel de Ravensbrück». Se refiere al bestseller El barracón de las mujeres, basado en hechos históricos según su autora, Fermina Cañaveras. En el libro se cuenta la historia de una deportada española, supuestamente obligada a prostituirse en el campo de concentración nazi de Ravensbrück.
Llegados a este punto, muchos se preguntarán qué méritos avalan a Fermina Cañaveras. Planeta explica en su web que es diplomada en Relaciones Laborales y en Turismo por la Universidad de Castilla-La Mancha, además de licenciada en Geografía e Historia por la UNED. «Dedica su vida a la investigación desde hace once años -añade la biografía-. Su trabajo está centrado en el área de mujeres y la represión durante los conflictos del siglo XX en el Centro de Estudios de Memoria y Derechos Humanos de la UNED». La editorial completa la información explicando que colabora con asociaciones como la Recuperación de Memoria Histórica, Fundación FIDGAR o Aranzadi, entre otras, y que «El barracón de las mujeres es su primera novela».
Publicada en enero por el sello Espasa, la novela va por la sexta edición. Se vende como el resultado de cuatro años de investigación de la peripecia de un personaje real, Isadora Ramírez García, que habría huido a Francia durante la Guerra Civil Española. Posteriormente, según se cuenta, fue deportada y, según la autora, prostituida a la fuerza en el campo de oficiales y soldados de las SS de Ravensbrück, entre 1942 a 1945.
Desde la localidad de Ravensbrück, 80 kilómetros al norte de Berlín, descendientes de los internos agrupados en una asociación, han tenido noticia de la novela pretendidamente histórica e, indignados, han manifestado que en ese enorme campo de concentración, reservado a mujeres y niños, nunca ha existido un burdel.
«De las aproximadamente ciento treinta mil mujeres que pasaron por este campo, menos de doscientas diez fueron obligadas a prostituirse a partir de 1942 y sobre todo en 1943, pero en burdeles instalados en una decena de campos de hombres en otros lugares, en Buchenwald, Mauthausen o Auschwitz», según asegura Le Monde citando al historiador alemán Robert Sommer, autor de Das KZ-Bordell, una investigación sobre la prostitución forzosa impuesta por los nazis.
Los «trabajos» de prostitución no se destinaban a los agentes de las SS, como sostiene la autora española. Según Sandrine Morel, la novelista tiene «una inclinación por las descripciones espantosas de abusos sexuales más cercanas a la pornografía morbosa que al ‘homenaje’ a las víctimas que ella dice querer retribuirles. Estas mujeres estaban destinadas a los deportados no judíos, para estimular y recompensar su trabajo, según la idea de Himmler, así como a los guardias de campos ucranianos. Se trataba principalmente de ex prisioneros alemanes y polacos, clasificados como «asociales».
La periodista de Le Monde contactó por teléfono con el investigador Robert Sommer. «He identificado a casi el 90% de las mujeres que han sido obligadas a realizar trabajos sexuales forzados -reveló el historiador-. Ninguna española fue obligada a prostituirse en los burdeles del campo». En las entrevistas que concedió la autora del libro, Fermina Cañaveras, afirmaba, sin dar nombres, haber identificado a veintiséis mujeres españolas que sí se habían visto forzadas a prostituirse.
Más falsedades denunciadas por Le Monde. Nadie con el nombre de la protagonista del libro, Isadora Ramírez García, figura en los archivos del Memorial de Ravensbrück; no la mencionaron los supervivientes españoles de los campos en ninguno de sus relatos; y ni siquiera aparece en el registro civil de Madrid en las fechas en las que se supone que residía en la capital. La novelista argumenta que la historia se la contó una ex activista comunista llamada Carmen Patón. Pero, desgraciadamente, ya ha fallecido y no puede confirmar esta versión.
«Si esta novela no se hubiera presentado como una verdad histórica, la habríamos ignorado, pero es una reescritura de la historia para alimentar una narrativa sensacionalista», denuncia Margarita Catalá, presidenta de la Asociación Española de Ravensbrück e hija de Neus Catalá, miembro de la Resistencia y reclusa en en Ravensbrück. «Y en un país como España, donde ya se sabe muy poco sobre la historia de los deportados -añade-, es triste ver el éxito que está teniendo».
Según Le Monde, ninguna de las partes acceden a dar explicaciones convincentes sobre el asunto, argumentando que está en manos de sus abogados. La autora se limita a decir, ahora tras las denuncias, que «se trata de una novela y no de un ensayo». Conviene explicar que, antes que en Espasa, Fermina Cañaveras había publicado la misma historia en la pequeña editorial Molinos y Gigantes, con el título Putas de campo y firmado por Fermi Cañaveras. Su primera editora asegura que le había ofrecido el libro con la garantía de que la Asociación de Ravensbrück había quedado encantada con el resultado.
En los últimos días, hemos asistido a otro episodio de utilización del marchamo «basado en hechos reales» para retorcer los hechos a conveniencia. Se trata de la exitosa serie El caso Asunta, en la que se cuenta la investigación del asesinato en 2013 de la niña adoptada Asunta Basterra, por el que fueron condenados sus padres. En la trama se retrata al juez como poco escrupuloso en su trabajo y empeñado en hacer encajar las pruebas en su prejuicio de que los padres eran culpables. De las irregularidades del proceso también sale muy mal parada la prensa, que también condenó a los padres antes de que fueran juzgados. Apenas emitido el último capítulo, ya hay quien ha recomendado vivamente la serie, porque ofrece un fiel reflejo de cómo la justicia y la prensa han sumido este país en el fango.
Ya advertía del peligro Hannah Arendt, cuando en Los orígenes del totalitarismo escribió que el sujeto que sustenta el totalitarismo no es tanto el militante convencido como aquel «para el que la distinción entre hechos y ficción o entre verdadero y falso ya no existe».