THE OBJECTIVE
Fernando Fernández

Los hermanos Marx toman el FMI

«El Fondo Monetario Internacional cumplía una labor clave de anclar expectativas y orientar a los gobiernos. Ahora solo aporta confusión y discursos vacíos»

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Los hermanos Marx toman el FMI

Kristalina Gueorguieva, directora gerente del FMI. | Reuters

La reunión anual del FMI la semana pasada me ha hecho recodar en demasía al camarote de los hermanos Marx. Y no lo digo porque la vicepresidenta española continúe jugando al despiste con las previsiones de crecimiento económico, que bien parecen querer emular al CIS de Tezanos. Sino por la confusión y la evidente contradicción entre el buenismo de su directora ejecutiva, los mensajes emocionales y sensibleros de sus videoblogs , el contenido de los informes técnicos y las preocupaciones de los asistentes.

Cierto es que vivimos una época en la que nadie lee. Si hasta los analistas, los banqueros y los asesores de los ministros parecen conformarse con breves mensajes de video que cada vez son más difíciles de distinguir de reportajes publicitarios pagados, ¿para qué perder el tiempo leyendo sesudos informes llenos de tecnicismos y escritos en un lenguaje deliberadamente ajeno al ciudadano? Así, mientras Kristalina Gueorguieva se ha apuntado plenamente a la política sentimental al uso y se llena los ojos de lágrimas con los desastres climáticos, las secuelas económico-sociales de la racista historia de Occidente o las lacerantes desigualades de  género, sus chicos hablan y escriben de las cosas del dinero, de la recesión, la inflación y el dólar. Pero sin decir nada, no vaya a ser que alguien se ofenda.

No me entiendan mal, y no se enfaden demasiado conmigo. No es que temas como el cambio climático, o la economía de las identidades raciales, de género, o hasta futbolísticas no me  parezcan importantes. Comprendan que soy varón, economista, heterosexual y del Real Madrid,  y eso ya sesga mi juicio y me inhabilita como interlocutor empático. Pero no radica ahí mi estupor, sino en algo mucho más prosaico, ¿qué sabe el FMI de esas cosas? ¿qué tiene que ver con su mandato fundacional? Comprendo que en épocas de bonanza y prosperidad, el FMI, ese bombero mundial creado para prevenir y apagar crisis financieras y de balanza de pagos, se busque hábilmente las lentejas y se adentre en nuevos temas en los que ilustrar al mundo. No en vano dispone de unos de los mejores cuerpos de burócratas internacionales y no es cuestión de tenerlos ociosos y cobrando como cualquier joven nini. Pero no estamos viviendo precisamente una época feliz de crecimiento sin inflación y uno esperaría del oráculo de los economistas algo más de luz y menos palabrería.

«El FMI no ha dicho nada que nos permita evitar la estanflación que se nos viene encima»

Porque más allá de volver a repetirnos que el mundo está muy mal, que la invasión de Ucrania abre una etapa de elevada incertidumbre y volatilidad y que los riesgos están claramente sesgados a la baja en crecimiento  y al alza en inflación, sobre todo en Europa por algo tan simple como la proximidad al ojo del huracán, ¿qué nos ha dicho el FMI? Nada que no supiésemos antes. Y nada que nos permita evitar la estanflación que se nos viene encima.

En política monetaria, nos ha vuelto a repetir el mantra de que hay que poner fin a la inflación sin castigar el crecimiento. Que es lo mismo que decir que los niños tienen que comer y beber, pero sin pasarse. Uno, en su escepticismo habitual, hubiera esperado un poca más de claridad sobre algunas preguntas fundamentales. Ya sabemos que la inflación ha sido más resistente de lo previsto, pero ¿hemos entrado en una nueva era de inflación elevada porque las fuerzas deflacionistas de la globalización y digitalización se han agotado?, ¿es sensato seguir manteniendo  el objetivo de inflación en el 2%? ¿cuánto más deben subir los tipos de interés en Estados Unidos para anclar las expectativas de inflación al objetivo final?, ¿hasta dónde  puede llegar el dólar-euro en este ciclo?, ¿cuál es el tipo de interés de equilibrio en la zona Euro? ¿es un tipo compatible con evitar la fragmentación financiera de la Eurozona? ¿cuál es el juicio del FMI sobre el nuevo instrumento del BCE para evitar esa fragmentación, el TPI?, ¿ha entrado China en una fase de estancamiento con inflación que amenaza la estabilidad económica mundial? ¿es su política de Covid cero compatible con sus objetivos de crecimiento y sus responsabilidades globales? ¿traerá la subida de tipos de interés una nueva crisis de deuda en las economías en desarrollo y emergentes o los avances en sus sistemas financieros domésticos y sus políticas de apalancamiento han sido suficientes? Preguntas todas ellas que preocupan y mucho a la comunidad internacional. Preguntas que se desprenden de la lectura de los informes publicados, pero que no encuentran respuesta alguna. Para hacer preguntas ya están las universidades y los académicos. Uno esperaría del FMI un poco más de franqueza y atrevimiento. 

«Si en política monetaria el FMI se ha vuelto timorato, en política fiscal ha girado a la santidad»

Si en política monetaria el FMI se ha vuelto timorato, y por lo tanto se dirige hacia la irrelevancia, en política fiscal ha girado a la santidad y pretende soplar y sorber al mismo tiempo. Ha acuñado un término bellísimo, una consolidación inteligente, inclusiva, igualitaria y generadora de crecimiento. Algo así como el paraíso terrenal o la droga de la felicidad perpetua. Un concepto tan romántico como vacío, que nadie ha sido capaz de definir y cuantificar. Hagámonos algunas preguntas concretas, ¿ha alcanzado la deuda pública en Estados Unidos y muchos países europeos un nivel tan alto que supone una amenaza directa al crecimiento futuro?, ¿si es así, cuánto y a qué ritmo  habría que reducirla?, ¿son sostenibles los niveles actuales de gasto público en un contexto de envejecimiento de la población?, ¿puede aumentar la presión fiscal lo suficiente para cuadrar las cuentas públicas sin poner en peligro el crecimiento?, ¿en qué países? ¿hay ricos suficientes en el mundo para pagar esa factura?, y ¿seguirían teniendo el incentivo a seguir siendo ricos con esos niveles de presión fiscal?, ¿qué parte del gasto público  estructural es puro desperdicio y cuál es contraproducente o simplemente un subsidio cruzado regresivo?

Se preguntará el lector si deseo tan mal al FMI que pretendo que lo crucifiquen. Justo lo contrario, le necesitamos tanto que sólo deseo que vuelva a ser relevante, que diga algo. Y que se dedique a lo que sabe y para lo que fue concebido; que dejen a sus técnicos trabajar e intentar ofrecer respuestas a los problemas macro-financieros que preocupan. Se van a equivocar, seguro. Pero ese es su trabajo, como el del delantero centro que tira los penaltis. Porque hacer previsiones macro es exactamente eso, un arte en el que solo aciertan siempre los que nunca han tirado ninguno.

El FMI cumplía una labor fundamental de anclar expectativas, de centrar los debates económicos, de orientar a los gobiernos. Y ahora solo nos aporta confusión y hueros discursos. Sus previsiones se hacían precisamente para que no se cumpliesen, para que los gobiernos espabilaran y cambiaran sus políticas.  Y sus análisis, para prevenirnos. Pero en esta época de buenismo y marketing, sus altos responsables no se atreven a cumplir con su misión, no vayan a tener consecuencias profesionales desagradables, ¡y luego nos quejamos de los jueces españoles! Para eso los han elegido unos gobiernos que no permiten la más mínima crítica y se afanan en controlar todas las instituciones técnicas cuyo funcionamiento independiente es consustancial a la buena marcha de la  economía de mercado. Y luego nos quejamos de la desafección con la democracia liberal y la economía de mercado. Si cada vez nos parecemos más al Gran Hermano. También al de Telecinco.

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