THE OBJECTIVE
Gregorio Luri

El enemigo se llama enemigo

La historia de nuestra Guerra Civil parece haberse ido elaborando con la finalidad de ahorrarnos cualquier escarmiento

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El enemigo se llama enemigo

De que la vida va en serio siempre nos enteramos en medio de una carcajada. Y de que la vida es de risa, en medio de una llorera. La vida es una tragicomedia que suele pillarnos a contrapié. Esta introducción viene a cuento de nuestra inolvidada Guerra Civil, cuya historia parece haberse ido elaborando con la finalidad de ahorrarnos cualquier escarmiento. Pero, dado que hemos decidido, muy conscientemente y no sin motivos, cargar de tonos trágicos nuestra memoria histórica, quizás no sea ocioso en estos tiempos resaltar conscientemente algún tono irónico, porque tampoco faltan motivos para ello.

I

«En las montañas cada sonido se oye con más claridad que en el llano. Así que los soldados oían todo lo que se hablaba en las trincheras del otro bando. Y una vez se produjo una situación extraordinaria.

Parece que comenzaron los de nuestro lado. Alguno gritó:

-¡Eh, vosotros! ¡Hijos de mala madre! Os habéis vendido a los alemanes y a los italianos.

Le contestaron inmediatamente.

-Y vosotros, hijos de la grandísima, os habéis vendido a los bolcheviques.

Una palabra llevó a otra y la cosa acabó en tertulia. Los españoles, como toda la gente del sur, no saben hablar sin gesticular. Saltaron fuera de las trincheras, se juntaron junto a la alambrada. Se gritaron hasta que se cansaron, intercambiaron tabaco (ellos tenían tabaco fuerte del marroquí y los nuestros, tabaco de fabricación local y francés), y se separaron…»

Zakhar Plavskin, Les meves tres espanyes

II

«Ocurrió en el sector de Benaries.

Un muchacho se pasó con su armamento al enemigo…

El mismo muchacho, al cabo de unas dos semanas, retornó a nuestras filas, y también con su correspondiente armamento.

En su declaración alegó con naturalidad, como si tal cosa, que antes se había pasado porque el enemigo tiraba mucho y supuso que ganaría la guerra. Pero al encontrarse ya en el otro lado se percató de que nosotros también tirábamos. En vista de ello, ¡se decidió a ‘reingresar’!»

Germán Riera, Habla un vencido

III

Koltsov llegó a Barcelona en los primeros días de agosto del 36. Tras obtener un salvoconducto de García Oliver, se dirigió al frente de Aragón teniendo como traductora a Marina Ginestà, de quien ya he hablado por aquí.

-¿Qué enemigo tiene enfrente? -le pregunta al capitán Medrano, que dirige un batallón en Angües.

-Los facciosos -le contesta este muy ufano.

-¿Pero quiénes, en concreto? ¿Qué fuerzas? ¿Cuántos cañones y ametralladoras? ¿Disponen de artillería?

-Si el enemigo se llama enemigo -le responde Medrano encogiéndose de hombros- es porque no da cuenta de sus dispositivos ni de sus fuerzas. ¡De otro modo no sería enemigo, sino amigo!

Estas palabras fueron recibidas con risas unánimes por los hombres de Medrano, que celebran así la agudeza de su capitán. Koltsov tomó nota de que nadie se había preocupado de hacer el más mínimo reconocimiento de las fuerzas enemigas. Y a nadie parecía importarle. La conversación estaba teniendo lugar en una mesa en la que se acababa de servir un magnífico cordero a la brasa, regado con un buen tinto de la tierra, a la sombra de los enfundados cañones del batallón, inservibles por falta de munición.

Koltsov, Diario de la guerra de España

IV

“El comisario entra en la sala.

-Bien -dice-, como expertos militares que sois, ¿me vais a responder a una pregunta? ¿Cuál es la principal ventaja de Franco sobre nosotros? Quien dé la respuesta correcta será ascendido a coronel tan pronto como pueda andar sin muletas. O, si no quiere los galones de coronel, le daremos un cartón de Lucky Strike.

Silencio.

-Bien -dice el comisario-, la ventaja de Franco sobre nosotros es que no cuenta con intelectuales en sus filas”.

James Neugass, La guerra es bella. Diario de un brigadista americano en la Guerra Civil española

V

«…Aprendimos algunas palabras y frases hechas, muy prácticas para la vida cotidiana. Recuerdo que lo primero que aprendí a decir fue ‘salud camarada’ y ‘Manuela, dame el botijo’, frases que utilicé de manera habitual con alguna que otra variación. También aprendí términos y frases muy utilizados por los españoles en momentos de tensión, tales como ‘cojones’ o ‘vete a la mierda’, y ¡vaya si se utilizaban en las trincheras! eran el pan nuestro de cada día».

Francisco Escudero, La trinchera. Diario de un brigadista británico en la Guerra Civil española

VI

«Así salvó la vida un corneta republicano en la Sierra de Alcubierre. Viéndose atrapado en un terreno de nadie, bajo un despiadado fuego cruzado, no se le ocurrió nada mejor que tocar la orden de ¡alto!, que inmediatamente fue acatada por los combatientes de los dos bandos, de manera que pudo volver tranquilamente con los suyos».

Erich Arendt, Los papeles de España

VII

«Páginas de gloria escribió aquella jornada la compañía inglesa que dirigía el capitán George Montagne Nathan, un homosexual que mandaba a sus hombres atacar al grito de ‘¡Adelante, señoras!’. De origen judío, Nathan luchó en la Primera Guerra Mundial, donde se licenció como sargento mayor.»

José María Zavala, Los gánsters de la Guerra Civil

VIII

«Ilya Ehrenbourg vio una pancarta en el frente de Aragón que ponía: ‘No ir más allá. Fascistas’. Vio también a los soldados bañarse apaciblemente en un riachuelo mientras uno de ellos guardaba las ropas y los fusiles. Al preguntarles qué pasaría si se presentaban los fascistas, se echaron a reír. ‘Durante el día no luchamos -le dijeron-. Hace demasiada calor. ¡Esos canallas tienen un estanque y lo están aprovechando bien! Pero si esperas un poco, ¡verás la que armamos de aquí a tres horas!'».

Ilya Ehrenbourg, Memorias

IX

¿Y con todo esto, qué?

Con todo esto, nada. Nada ocurrió en el pasado para quien no quiere recordarlo. Y parece que ningún recuerdo histórico posee de verdad valor si no tiene detrás un mitólogo que dé apariencia de sentido a lo sucedido. Estamos más empeñados en olvidar que en recordar. Estamos, sobre todo, empeñados en olvidar lo que fue inesperado, para poder así transformar nuestra tragedia en un canto épico.

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