THE OBJECTIVE
Gregorio Luri

¡Españoles! ¡A mojar!

«Los gestos son a la vida política lo que la liturgia a la religión. La fe sola no basta. La fe sin gestos es en política una fe muerta»

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¡Españoles! ¡A mojar!

“¡Han ganado con trampas!”, dicen algunos para consolarse del agravio que, por lo visto, nos han infligido los brexiteers. Me recuerdan a esos hinchas que cargan sobre el árbitro las culpas del desastre deportivo de su equipo.

Pero en política, como insistía ABBA,

The winner takes it all

The winner takes it all

So the winner takes it all

No se puede decir más claro.

Quien se sorprenda de esto, poco sabe de cosas humanas.

En materia política, la verdad desnuda suele ser menos eficaz que la mentira inteligente, cosa que saben muy bien los británicos. No en vano fue uno de ellos, John Arbuthnot, médico de la reina Ana, el autor del Arte de la mentira política (1712), donde analizaba el “arte de hacer creer al pueblo falsedades saludables con vistas a un buen fin”.

Engañar de manera inteligente no es fácil. Como decía uno de los nuestros, Ramón y Cajal, “el oficio de engañar tiene sus normas y primores que pocos dominan”.

La mentira política eficaz es un embuste malabar capaz de ofrecerle al pueblo las engañifas que está predispuesto a creer. Este ha sido el caso de los “euromitos”, bulos aparentemente hiperbólicos sobre las regulaciones de la UE que, recogidos con entusiasmo por los tabloides, han hecho furor entre el público elector: que se iba a imponer un “euro-condón” con un tamaño estándar; que los plátanos debían adaptar su curvatura a las pretensiones púdicas de los reguladores; que era obligatorio poner pañales a las vacas; que las barbacoas de los domingos se prohibían; que se ordenaba licuar los cadáveres y verterlos por el desagüe para evitar los efectos contaminantes de las cremaciones; que las leyes de protección de datos de la UE impedían a los niños escribir cartas a Santa Claus; que el popular “fish and chips” pasaría a llamarse “hippoglossus hippoglossus”, etc.

Si los tabloides han sido los altavoces de estas ridiculeces, en sus entresijos se ha movido a sus anchas con un memorable afán creativo el mismísimo Boris Johnson, que por algo se sabe de memoria la Iliada. ¿Recuerdan esa monumental trola política que fue el caballo de Troya?

Pero ni los tabloides ni Boris Johnson han creado la convicción popular de que los funcionarios de la UE son unos burócratas pedantes, púdicos, anónimos y remotos que, a pesar de su ignorancia sobre los intereses concretos de los ciudadanos, están decididos a obligarlos a regir sus vidas de acuerdo con un estricto libro de instrucciones comunitario. Y, honestamente, ¿no hay algo de verdad en esto? ¿El afán normativista de Bruselas no ha generado una procelosa legislación que con frecuencia es imposible de cumplir? Cuando Boris Johnson ridiculizaba el intento de la UE de prohibir a los niños menores de ocho años inflar globos, en Bruselas le replicaron con un documento titulado “EU DOES NOT ban children from blowing up balloons”, donde quedaba claro que… la UE se limitaba a aconsejar a los niños pequeños que no lo hicieran.

Hay una lección política importante en todo esto: Un pueblo sigue teniendo fe en sí mismo mientras perduran sus gestos. Me voy a permitir aplicarla en nuestra casa: ya que no parece costarnos mucho prescindir de principios, al menos aferrémonos a nuestros gestos.

Me explico.

Es bien sabido que entre los británicos se considera de mala educación mojar una pasta en el té. Pero a nosotros nos gusta mojar. ¿Qué debemos hacer si a un grupo de españoles nos dan las cinco en Londres?

Don Alfonso XIII nos saca de dudas. Cuando se encontraba en Londres, le gustaba convocar a los integrantes de la colonia española a tomar el té. Una vez servido, el monarca cogía un bollo y lo mojaba con entusiasmo en la taza mientras lanzaba un grito de guerra muy digno de ser bordado con esmero en el pecho de nuestros soldados:

–¡Españoles! ¡A mojar!

Los gestos son a la vida política lo que la liturgia a la religión. La fe sola no basta. La fe sin gestos es en política una fe muerta.

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