THE OBJECTIVE
Beatriz Talegon

Póngame cuarto y mitad de derechos

Estos días nos echamos las manos a la cabeza porque si estás dispuesto a pagar unos 650.000 euros por un pasaporte, puedes obtenerlo en Malta.

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Póngame cuarto y mitad de derechos

Estos días nos echamos las manos a la cabeza porque si estás dispuesto a pagar unos 650.000 euros por un pasaporte, puedes obtenerlo en Malta.

Estos días nos echamos las manos a la cabeza porque si estás dispuesto a pagar unos 650.000 euros por un pasaporte, puedes obtenerlo en Malta. No se exigen muchos más requisitos que ser mayor de edad y no tener antecedentes penales. No se especifica que tienes que ser rico (y por ende es bastante posible que, dependiendo de donde vengas puedas pagarte una limpia de antecedentes penales, dicho sea de paso). Esta es la entrada por la puerta con alfombra roja que acaba de abrir el gobierno de Malta. Dice que así evita subir impuestos y es una buena manera de invertir en las arcas públicas. Sus ciudadanos no están tan seguros de que sea una buena idea. 

De las múltiples razones la más evidente es la injusticia que supone dotar de derechos a una persona simplemente porque tiene una determinada capacidad adquisitiva. Es evidente que si una persona llega en patera con hambre en los bolsillos no encontrará la misma suerte. 

¡Hay que ver estos malteses, qué ocurrencias tienen! ¿De dónde habrán sacado esta insensatez? Pensar que puede haber ciudadanos con acceso a derechos simple y llanamente porque pueden invertir en el Estado más que otros es una idea que seguramente se le haya tenido que ocurrir a alguien primero. Comprar derechos no debe ser nuevo. 

¡Eureka! No muy lejos, también bañada por aguas mediterráneas hay una tierra que se llama España. En mayo, hace unos meses, a través de una ley para regular cuestiones relativas a los archipromocionados emprendedores,  se introducía la gran novedad: si un ricachón adquiría una casa en España pagando algunos cientos de miles de euros, obtendría como «premio» el permiso de residencia -con los derechos que conlleva, claro-. También había otras modalidades para la oferta: comprar bonos del estado o crear una empresa. De los que se dejan el lomo trabajando y cotizando (si tienen contrato), nada de nada. Y esos sí que son emprendedores, oiga. 

Si comparamos los dos casos veremos que hay una gran diferencia: en España si el rico se compra una mansión (o una casa por la que va a pagar una pasta) solamente un pequeño porcentaje irá destinado a las arcas públicas -en concepto de impuestos-. Sin embargo, la totalidad del importe del pasaporte maltés contribuirá a financiar el Estado. 

Sea como fuere, en España nunca se volvió a hablar de tan magnífica idea. Lo que está claro es que debemos seguir poniendo el grito en el cielo porque estas medidas generan una división en la sociedad donde se perpetúa a los que más tienen facilitándoles el acceso a derechos que muchos no podrán tener. No es cuestión de dinero el acceso a las oportunidades.  

 

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