THE OBJECTIVE
Paula Corroto

No sin mi iPhone 6

Lo que estabas esperando, ¿no?. Pues quizá no. La mejor característica de todas es la que alguien soltó ayer en Twitter: “Lo mejor del nuevo iPhone 6 es que podrás decir que lo tienes”.

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Lo que estabas esperando, ¿no?. Pues quizá no. La mejor característica de todas es la que alguien soltó ayer en Twitter: “Lo mejor del nuevo iPhone 6 es que podrás decir que lo tienes”.

Miradas ansiosas y salivilla en las comisuras. Muchos gestos de ansiedad en las colas kilométricas que pocas horas antes de la presentación del iPhone 6 ya rodeaban las tiendas de Apple. Todos a la espera de hacerse con el nuevo, gran, maravilloso y fantástico Smartphone de la empresa fundada por el fallecido Steve Jobs. Todos a la espera de dotarse de esas nuevas características: ese modelo más redondito, más delgadito, más rápido y que te permite una mejora en la usabilidad de las apps de fitness, que lleva un GPS y un medidor de altitud para ver cuántos ochomiles subes, también una cámara para que puedas hacer vídeos a cámara lenta, y hasta un sensor de huella dactilar para que puedas pagar mejor con tu Visa, MasterCard o American Express. Bello, atlético y práctico para el pago. Lo que estabas esperando, ¿no?

Pues quizá no. La mejor característica de todas es la que alguien soltó ayer en Twitter: “Lo mejor del nuevo iPhone 6 es que podrás decir que lo tienes”. Porque sabes que este nuevo iPhone 6 te va a dar esa pátina de belleza, aspecto de deportista y de tener pasta de sobra que tienen los grandes triunfadores de hoy en día. Eso es, al fin y al cabo, este Smartphone, como ya lo fueron sus predecesores. Filosofía Jobs, pura y dura.

Además de los que esperaban en las colas, Twitter también reflejó ayer esta intranquilidad que han inculcado las empresas tecnológicas. Más de uno tuiteó mensajes del estilo: “Hace cinco meses compré mi iPhone 5s, pero lo vendo. Está nuevecito”. Y tanto. Cambio Ferrari por Ferrari plus porque con el Ferrari ya no me basta. No sé, quizá es que quieren dedicarse a subir ochomiles.

El caso es que el nuevo iPhone 6 –en el Apple Watch no entro porque me pierdo y además me parece tan trasto como los Casio de la infancia- cuesta 699 euros, lo que supone 50 euros más que el Salario Mínimo Interprofesional (645,30 euros en 2014) y es una media de los sueldos que se manejan por España. Ahora se me podría tachar de demagoga y bueno, es cierto que si uno posee lo suficiente para hacerse con él, adelante. El problema es cuando se crea la angustia de que hay que comprarse un Rolls Royce porque sí –porque serás más guapo, más listo, más guay- cuando chico, no te llega ni para un Smart. Ya me gustaría a mí que todos, si quisiéramos, tuviéramos acceso a uno de estos móviles, pero va a resultar que tal y como está planteada la cosa, va a ser que no. A ello se une un discurso que me da dentera: si eres bonito, saludable y con una buena cartera molas, si no, no.

No hay ludismo que valga en este artículo, sólo la sensación de que nos la cuelan. En mayo de este año salió el iPhone 5s, la versión mejorada del 5 (que es de 2012, por otra parte) y ya tenemos encima la 6 (en España, el 26 de septiembre). Que sí, que tengo claro que la empresa quiere aumentar beneficios, que suba el precio de sus acciones y todo lo que tiene que ver con el código empresarial, pero imagino que el 5 o el 4 o cualquier móvil que uno tenga (u otros de gamas medias-bajas), aún tendrá teclas para llamar o enviar Whatsapps. Está claro: Jobs nos tenía bien tomada la medida.

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