THE OBJECTIVE
Inaki Arteta Orbea

Cultura

La cultura. Tan difícil de definir que no me voy a poner a ello. Ese amasijo de artefactos que nos llegan por todos los lados y a todas horas, no sabemos de donde vienen, menos a donde van, ni si cumplen alguna misión. Complicado de explicar su “para qué”.

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La cultura. Tan difícil de definir que no me voy a poner a ello. Ese amasijo de artefactos que nos llegan por todos los lados y a todas horas, no sabemos de donde vienen, menos a donde van, ni si cumplen alguna misión. Complicado de explicar su “para qué”.

En lo peor de la segunda guerra mundial unos asesores económicos de Churchill le propusieron que redujera a cero el dinero destinado a la cultura para emplearlo en armamento. Él respondió: “¿quitarle el presupuesto a la cultura? Entonces ¿para qué luchamos?”.

La cultura. Tan difícil de definir que no me voy a poner a ello. Ese amasijo de artefactos que nos llegan por todos los lados y a todas horas, no sabemos de donde vienen, menos a donde van, ni si cumplen alguna misión. Complicado de explicar su “para qué”.

Kandinsky: ”…El arte no es una creación inútil de objetos que se deshacen en el vacío sino la fuerza útil que sirve al desarrollo y a la sensibilización del alma humana…El arte es el lenguaje que habla al alma de cosas que son para ella como el pan cotidiano y que sólo puede recibir de esa forma”.

De esta frase me gusta sobre todo, la referencia al pan.

La cultura, como el arte, no alimenta, pero alimenta. De la misma manera que el pan, acompañándonos cotidiana y discretamente en las comidas toda la vida e incluso salvándonos en situaciones comprometidas en forma de bocadillo, la cultura nos alimenta para alejarnos de la mediocridad.

Pero somos especialmente porosos a la mala cultura, esa que se ve, se oye y casi se mastica en cualquier momento y en tantos lugares. Discernir la calidad de lo que consumimos, lo que es mejor para la salud de cada uno, que nos nutra o nos atolondre, que nos genere grasa o músculo, es la tarea. Somos lo que vemos, oímos y leemos, lo que, en definitiva, aprendemos.
El negativo de la cultura es aspirar la contaminación ambiental formada de tantos impactos banales que pueden llegar a ser el único universo cultural de la mayoría. La visión del mundo que habitamos puede llegar a reducirse a no entender absolutamente nada, a una ausencia total de relato. Mucha opinión, sí, pero con poco fundamento. El orgullo de ser cada vez más culto no es una pedantería. Disponer de un pensamiento complejo es un lujo.

Como el recién nacido buscando el pecho de su madre, así tendríamos que  merodear los ámbitos de la cultura, para disfrutar del placer de lo inesperado, del riesgo de encontrar más preguntas que respuestas, del contagio de los pensamientos “esquinados”, de la diversión de lo diferente, de callar más para aprender en silencio. Es la tarea interminable y esforzada de amueblar, poco a poco, nuestro interior.

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