THE OBJECTIVE
Cesar Cidraque Llovet

Cuento contigo

A veces damos por sentado que la gente que nos quiere nos da porque es su obligación hacerlo. Damos por sentado la mayoría de cosas que tenemos en la vida.

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A veces damos por sentado que la gente que nos quiere nos da porque es su obligación hacerlo. Damos por sentado la mayoría de cosas que tenemos en la vida.

Hay ciertas cosas que la gente no quiere que sucedan, pero suceden. Averías, enfermedades, injusticias, muertes, rupturas, pérdidas… No tienen que ocurrir por desidia o negligencia de nadie, simplemente suceden, y a menudo no comprendemos. No entendemos cómo hemos llegado a esa situación o nos percatamos de ella cuando ya es demasiado tarde.

A veces damos por sentado que la gente que nos quiere nos da porque es su obligación hacerlo. Damos por sentado la mayoría de cosas que tenemos en la vida. Que papá o mamá nos han de dar de comer porque son papá y mamá. Que tu novio o tu esposa están obligados a comportarse de determinada manera. Que tienen que satisfacer nuestras necesidades y que no les debemos nada por ello, que su apoyo es incuestionable.

En ocasiones nos comportamos de forma egoísta. “Los demás que me sirvan, pero yo voy a la mía.” Y no son nuestros esclavos, merecen agradecimiento. Picasso decía: “el que se guarda un elogio, a sí mismo se roba.”

Yo cuento contigo. Con tus alegrías, lágrimas y sonrisas; pero no con tus quejas. Cuento con el niño y con la niña que han venido a divertirse, no con la eterna persona insatisfecha. Vamos a compartir, vamos a hacer, a construir. Olvida las peleas, las discusiones eternas, los debates sin salida. Regala la razón, (que no sirve para nada), pero pasemos a la acción. Empieza por ti y acaba por ti. Sirve a los demás con alegría, pero hazlo por ti, porque es la única forma de que otra persona también se decida a hacerlo. No insultes, no critiques, no juzgues; pero hazlo por ti, porque si lo haces estarás concediendo el derecho a los demás a que también lo hagan contigo y, en definitiva, te estarás faltando el respeto a ti mismo.

Comparte con el que te cae bien y con el que no te cae tan bien. A ese que tienes atravesado salúdalo el primero, porque te lo estarás haciendo a ti mismo. Se acabó quejarse por todo, criticar y juzgar a los demás. ¿De qué te ha servido? ¿Qué te ha aportado? ¿A dónde nos ha llevado? “Ya pero ellos me hicieron eso o aquello” o “son demasiado…” ¿Quieres decir que sin ellos, sin “lo que te hicieron”, no estarías en esta situación? ¿Qué estarías mejor? ¿Que serías más feliz? ¿Quién dirige tu vida, ellos o tú? ¿Y todo aquello que te han dado y que te dan que te aporta? ¿Eso no cuenta o cuenta menos? ¿Acaso la vida de los demás vale menos que la tuya? ¿Tu tiempo es más valioso sólo por el hecho de que sea tuyo?

Deja de querer ayudar y solucionar la vida del otro. Deja de opinar y de criticar a todo lo que te rodea. Deja de quejarte. El pesimista siempre tiene una excusa, un pero. La violencia –que no agresividad- es el recurso del impotente. Gira la cámara hacia ti. Ayúdate a ti, crece tú. Por cada problema ofrece cuatro soluciones. Ahí está el valor: en empezar por uno, en asumir la propia imperfección. En pedir ayuda y actuar para crecer. Si quieres competir, compite contra ti. Contra tu antiguo yo. Con los demás, comparte.

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