THE OBJECTIVE
Manuel Aguilera

Hermida, cuéntame cómo pasó

Realmente -aunque sea políticamente incorrecto- nunca me gustó el personaje excesivo que se presentaba al otro lado de la pantalla. Me aburrían sus monólogos, sus entrevistas empalagosas y sobre todo su egocentrismo. Hermida nació y creció televisivamente encantado de conocerse.

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Realmente -aunque sea políticamente incorrecto- nunca me gustó el personaje excesivo que se presentaba al otro lado de la pantalla. Me aburrían sus monólogos, sus entrevistas empalagosas y sobre todo su egocentrismo. Hermida nació y creció televisivamente encantado de conocerse.

Cada jueves como un reloj me siento frente al televisor para buscar el Canal Internacional de Televisión Española. Desde que me marché a vivir a Estados Unidos, la serie Cuéntame cómo pasó se ha convertido en el cordón umbilical con mi país, mis raíces y mi pasado. Juro que jamás me interesó cuando vivía en España. Me daba una pereza tremenda esas historias de los años sesenta de un país triste, en blanco y negro.

Pero la distancia y la nostalgia me hicieron acercarme a los Alcántara como si se tratase de mi propia familia. La música, la ropa, las frases hechas de Antonio Alcántara me envuelven en una melancolía que por un lado me atrae pero por otro me clava pequeñas punzadas en el corazón.

Mi infancia y adolescencia fue feliz, o al menos eso quiero recordar, pero lo que está claro es que ya no tiene marcha atrás. Esta semana, con la muerte de Jesús Hermida, he sentido lo mismo. Realmente -aunque sea políticamente incorrecto- nunca me gustó el personaje excesivo que se presentaba al otro lado de la pantalla.

Me aburrían sus monólogos, sus entrevistas empalagosas y sobre todo su egocentrismo. Hermida nació y creció televisivamente encantado de conocerse. Así lo trasmitió en la pequeña pantalla hasta su última aparición, en la que él era lo único importante. Dicho esto, la desaparición de Jesús Hermida para alguien de mi generación es triste e irreparable. No sólo porque -como decía antes- nuestra infancia es irrecuperable sino también porque la magia de aquel aparato de televisión que era el centro de reunión familiar ha desaparecido para siempre. Hermida y lo que veían los Alcántara desde el sofá del salón nos hacía reír, llorar, provocaba acuerdos o discusiones pero sobre todo nos hacía sentirnos vivos y actores de una época. Hermida se fue, los televisores a la vieja usanza también así como la forma de ver programas, noticieros, películas o series casi sin que nos diéramos cuenta. Don Jesús, Cuéntame cómo pasó.

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