THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

Dibujos que sanan

Sus manos están manchadas de rotulador. No es sangre, pero como si lo fuera. Esas pequeñas manchas de color azul y rosa –también en su frente- no salen de un campo de batalla ni del cuerpo muerto o herido de nadie, pero como si lo fuera. Solo es una niña que no entiende de guerras, de acuerdos internacionales ni tampoco de disparos. Sí entiende –y en esto es más experta que muchos adultos- qué se siente siendo víctima de ellas, las guerras; hambre, sueño, frío, enfermedad, soledad, morriña, abandono, trauma.

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Dibujos que sanan

Sus manos están manchadas de rotulador. No es sangre, pero como si lo fuera. Esas pequeñas manchas de color azul y rosa –también en su frente- no salen de un campo de batalla ni del cuerpo muerto o herido de nadie, pero como si lo fuera. Solo es una niña que no entiende de guerras, de acuerdos internacionales ni tampoco de disparos. Sí entiende –y en esto es más experta que muchos adultos- qué se siente siendo víctima de ellas, las guerras; hambre, sueño, frío, enfermedad, soledad, morriña, abandono, trauma.

Ella muestra su dibujo tras una alambrada que le separa de la libertad. Y sus ojos lo dicen todo: que quiere salir de ahí, ser libre y jugar a ser lo que ahora no le dejan, una niña feliz y a gusto con la vida. Pero mientras, no le queda más remedio que imaginárselo y jugar a luchar por sobrevivir cada día a un drama para el que no encuentran palabras. Y entonces, lo dibujan.

El programa HEART, de ‘Save the Children’, les da una hoja de papel y algunos rotuladores de colores y se les pide que plasmen ahí sus sentimientos. Y justo en esa hoja de papel, ellos encuentran su salvación, su vía de escape y una terapia curativa que les hace volver a convertirse en lo que son, en críos. Y aunque puede que su destino esté ya terriblemente trazado de color negro, ellos dibujan porque se sienten dueños y señores de ese folio en blanco que les sana el alma y les hace expresar de manera instintiva todo lo que llevan dentro y que no saben explicar con palabras. Solo un niño, con rotulador en mano, sabría explicar a la perfección qué se siente siendo víctima de toda esa mierda a la que los adultos saben poner tanto palabro. Crisis migratoria, daños colaterales o guerra, por ejemplo.

Y que levante la mano quien, de pequeño, no dibujó una casa calcada a la que ha pintado esta niña: techo en forma de pico con ventana redonda, puerta en el centro y dos ventanas cuadradas justo encima. No somos tan diferentes, aunque nosotros añadíamos la parte del garaje, lo único. Me gusta que la casa de esta niña sea rosa y que justo debajo crezca hierba verde. Me quedo con eso. Elimino al señor de al lado y la valla que ha dejado al niño de rojo al otro lado, solo.

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