THE OBJECTIVE
Daniel Gascón

Prohibir los toros por vergüenza de los hombres

Algunos de los argumentos más comunes que he oído en defensa de los toros son:

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Prohibir los toros por vergüenza de los hombres

Algunos de los argumentos más comunes que he oído en defensa de los toros son:

Es tradicional: eso no significa gran cosa. Hay tradiciones que no merece la pena conservar. Muchas tradiciones (buenas y malas) son importadas.

 El toro es una especie única y solo sobrevive gracias a la fiesta: la especie, en buena medida fabricada por el hombre, podría salvarse igual que se han salvado otras especies.

 Son quince malos minutos tras una vida regalada: esto solo vale para los toros de plaza, no para los muchos que participan en encierros en muchas localidades distintas, y presupone que es aceptable tratar bien a un ser sintiente para luego torturarlo y matarlo.

 Ha generado un gran arte y una gran literatura: como los duelos, la guerra civil española, el adulterio, la relación con los padres y el primer amor. La literatura es neutral en eso.

Además del endeble argumento del peligro como legitimación, está el argumento del simbolismo de la muerte: los toros son una representación estilizada y sintética, un baile que escenifica la lucha por la vida. La oposición revela el ablandamiento de nuestra cultura, nuestra negativa a mirar de frente la muerte. Es un argumento que bordea lo religioso y no termino de verlo. Y, aunque fuera cierto, la muerte nos ofrece muchas ocasiones de mirarla a los ojos.

Pasé mi infancia y mi adolescencia en pueblos taurinos de Teruel y Castellón, y no pienso que los aficionados a los toros sean unos sádicos que disfruten con el sufrimiento del animal, pero creo que los argumentos a favor pesan menos que el principio de que los seres humanos deberíamos hacer el menor daño posible a los animales, y en especial a los que tienen un sistema nervioso desarrollado. Los criterios deberían ser la necesidad humana y la voluntad de minimizar el sufrimiento.

Pensaba que los toros desaparecerían de manera natural, que simplemente se quedarían sin público. Como me decía Aurora Nacarino-Brabo, eso no llegará solo: entre otras cosas, porque algunas instituciones sostienen esa costumbre por motivos ideológicos.

La prohibición de los toros requerirá coraje, pero, como ha ocurrido otras veces, probablemente mucho antes de lo que imaginamos nos parecerá increíble que hayamos tolerado esa brutalidad tanto tiempo. También entonces veremos con claridad que el motivo principal para prohibirlos, como ha escrito Rafael Sánchez Ferlosio, no es la compasión hacia los animales, sino la vergüenza de los hombres.

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