THE OBJECTIVE
Anna Grau

Si Roma no paga traidores será por algo…

«Ya basta de intentar apagar el fuego con gasolina, la injusticia con leyes de goma, la fractura social y el maltrato civil con clubs de la comedia y mesas para el monólogo»

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Si Roma no paga traidores será por algo…

Supongo que no es casualidad que haya tenido que ser a través de un antiguo conseller del president Tarradellas (uno que no vio los primeros toros de la Transición desde la barrera sino desde la Moncloa, cuando la Moncloa todavía era un sitio donde te podía alcanzar un bazookazo de ETA…) y de un antiguo gobernador del Banco de España que yo me entere de que en la hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional pueden consultarse (trabajosamente, pero se puede) ejemplares de una revista llamada La Lectura, publicada en Madrid entre 1901 y 1920. Fundada y dirigida por don Francisco Acebal, firme simpatizante del krausismo, por sus páginas desfilaron don Miguel de Unamuno, don Antonio Machado, don Joan Maragall…y don Francisco Silvela, autor de un artículo sobre el que mis avisados e ilustrados corresponsales han sido tan amables de llamar la atención.

Se titula el sustancioso articulazo, que no articulito, El catalanismo y sus alivios, y apareció en el marco de un número especial dedicado a la cuestión catalana…¡en 1902! Ya por aquel entonces dábamos los catalanes mucho que pensar.

Recomiendo vivamente la lectura del artículo del señor Silvela no tanto porque esté de acuerdo en todo (eso es casi imposible en este tema…) como porque siempre calienta el corazón ver una cosa bien razonada, bien escrita y buscando de buena fe algún tipo de comprensión y de solución. Y sobre todo, sobre todo, reconforta ver que quedan patricios emboscados, próceres secretos, mosqueteros culturales, caballeros en la sombra, aristócratas clandestinos…Gente que no deja olvidar del todo, ni que todo se vaya definitiva e irreversiblemente al carajo.

Si me hacen el favor de hacer el esfuerzo de leerse las propuestas de Francisco Silvela, hace exactamente 118 años, para aliviar el estreñimiento nacional catalán, verán muy bien explicado cómo a veces lo que se hace pasar por política no lo es, y cómo algunos inventaron el populismo antes que otros la pólvora o la rueda. Vaya para muestra este sagaz botón:

“Si se estudia de cerca la psicología positiva del catalanista, se advierte la esencial diferencia que le separa en su modo de pensar, sentir y querer, de los partidarios de otro linaje de ideas políticas relacionadas con la organización del Estado; es para él cuanto se relaciona con el gobierno y régimen legal, visiblemente secundario; presta a esos problemas una atención distraída; en cambio, cuanto en la manera íntima de desarrollar la vida, así del espíritu como del cuerpo, constituye una originalidad, una diferencia, un alejamiento en la orientación de la vida castellana, despierta su pasión y es objeto preferente de su culto; y si en algún arte, como en la pintura, por ejemplo, no hallan manera de buscar en su propio terruño escuela que restaurar o sostener, buscarán lo más apartado de la corriente común; y así veréis en la llamada Meca del Catalanismo, en la encantadora villa de Sitges, una estatua erigida al Greco, el genial disidente del dibujo y del color de las escuelas españolas”

Et voilà! Brillante percepción del catalanismo no entendido como alternativa política sino como insidiosa unas veces, brutal otras, torpe siempre, negación de la misma. Se asemeja más bien el catalanismo separatista a una especie de pataleta o berrinche contra la realidad. Sólo así se entiende y llega a ser humanamente posible que en nombre de un mismo principio (el ande yo indepe…) haya sido tan posible que todo un alcalde de Sabadell se planteara seriamente retirar el nombre de Antonio Machado de una calle de su municipio (¡por españolazo!) a la vez que todo un Carles Puigdemont se planteaba incautarse de la tumba de Machado en Cotlliure, estelada en mano. Bien que le abuchearon por ello. Y por cierto, ya que estamos en Perpignan, y no precisamente para ver ningún último tango: ¿sabe la muchachada puigdemonesca por qué la “Cataluña Nord” es hoy en día territorio francés? ¿Tendrá algo que ver con la estupidez política que a lo largo de los siglos ha caracterizado a las élites catalanistas casi sin excepción –ni una guerra ganada en siglos… ¡ni una!–, y que les llevó a entregar a Luis XIII de Francia y a su feroz cardenal Richelieu lo que ni en las más húmedas fantasías castellanas habrían soñado jamás en arrebatarles ni Felipe IV ni el conde-duque de Olivares? Con estrategas así, ¿quién necesita enemigos?

Pero volvamos a don Francisco Silvela, quien concluye sus muy interesantes reflexiones advirtiendo de que incluso cuando una reivindicación catalanista pongamos de orden financiero puede estar bien fundada, nada hay peor que intentar apaciguarla desde la lógica y la razón. Y mucho menos dándoles dinero, ya que, a saber:

“Que la ocultación de riqueza es enorme en Cataluña, especialmente en la contribución industrial, es un hecho cuya evidencia reconocen los mismos catalanes que defienden los conciertos fiscales, y esa ocultación no se vencerá o atenuará de un modo considerable sino haciendo intervenir en la obra el mismo interés local o regional, contrapuesto al interés meramente individual del defraudador; y esto puede y debe hacerse sin llegar a concierto de cantidad fija, ni a enajenar el Estado su facultad propia de distribuir cuotas y contingentes, pero planteando con amplitud y confianza la recaudación y la investigación por organismos gremiales, con participación generosa de los beneficios que se obtengan para los mismos intereses de la localidad y la provincia, que queden en su mayor porción allí, a la vista del contribuyente a quien se disciplina y trae a capítulo, que sufrirá la presión moral irresistible del medio ambiente que ahoga sus quejas cuando palpan los convecinos los beneficios que la regularización del impuesto les produce”.

A mí me parece lo que escribe don Francisco Silvela una ominosa premonición del tres per centy de cosas acaso peores:

“El mismo orden de ideas debe inspirar toda otra relación política y administrativa del centro y las provincias de Cataluña, sin pensar nunca en los catalanistas militantes, ni en su apoyo, ni en su simpatía, ni en su transigencia, ni menos en su gratitud, pero pensando siempre en que es privarlos de fuerza, privarlos de razón”.

Ahí le ha dado. Ya basta de intentar apagar el fuego con gasolina, la injusticia con leyes de goma, la fractura social y el maltrato civil con clubs de la comedia y mesas para el monólogo. Y mucho menos con dinero. Ese dinero de todos secuestrado por unos pocos que siempre ha sido la savia secreta del Procés, la clave de su insaciable fotosíntesis. ¿Se han parado a pensar que Cataluña es el único territorio español donde no ha habido ninguna alternancia política completa desde la muerte de Franco, que con collares más o menos variados, llevan todo este tiempo mandando y rapiñando los mismos?

La resistencia de verdad empezará cuando una mínima parte de los ingentes recursos destinados a perpetuar el tres per cent, o a apaciguarlo, o a contenerlo, vayan a alimentar un tejido civil, social, empresarial, cultural, y mediático normal. Donde uno pueda plantar cara al Procés sin irse a vivir fuera y sin morirse de hambre. Como dijo hace ya tanto don Francisco Silvela, no esperen gratitud ninguna de la sinrazón. Inviertan en razón, que es más barato.

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