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Ignacio Ruiz-Jarabo

Y… otra «escrivanada» más

«Es preciso impulsar la creación masiva de puestos de trabajo, justo lo que no se favorece con el plan ‘brillantemente’ ideado por Escrivá»

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Y… otra «escrivanada» más

El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá. | Cézaro De Luca (Europa Press)

Es indudable que, cuando José Luis Escrivá fue nombrado ministro en el primer Gobierno socio-podemita, llegó al cargo con un determinado prestigio profesional basado en su indudable formación técnica y en el desarrollo anterior de su función como presidente de la AIReF.

Sin embargo, pareciera que el hecho de ser ministro y el deseo de seguir siéndolo hayan provocado que Escrivá, renunciado a sus antecedentes, aceptara convertirse en un instrumento más, y no precisamente el mejor, del populismo más trasnochado y perverso que caracteriza a nuestros actuales gobernantes.

En efecto, han sido varias y variadas las actuaciones incomprensibles del ministro. Por referirnos brevemente a la penúltima, causó bochorno escuchar su apoyo a la esotérica propuesta de Ximo Puig de crear un nuevo impuesto que gravara exclusivamente a los residentes en Madrid y con el único requisito de su residencia. Semejante barbaridad jurídica, técnica y lógica solo merecía una crítica piadosa y el envío al cesto de los papeles. Tanto es así que parece que hasta Pedro Sánchez la ha enterrado. Pero antes del entierro, y sin atisbar que éste iba a ser su destino, Escrivá salió a apoyar la tropelía con la que el presidente valenciano pretendía disimular el fracaso de su política.

Pues bien, hace tan solo hace unos días, el enorgullecido ministro ha cometido su última escrivanada, y la ha realizado en varias etapas. El antecedente se encuentra en su enésima decisión populista consistente en decidir que las pensiones serían indexadas anualmente de acuerdo con la inflación del año precedente. Eso sí, dejando claro que las más bajas -es decir, las percibidas por aquellos que no han cotizado o no contributivas-, lo harían incluso a un ritmo mayor. Ahora bien, lo decidió lo anterior sin tener previsto cómo se podría financiar. No es difícil discernir como calificaríamos a cualquier persona que en su ámbito personal adoptara decisiones de esa manera. Por ejemplo, al que primero firmara la adquisición de una vivienda lujosa y, una vez adquirida, se sentara a analizar si la podía pagar y de qué manera.

El caso es que en esta tesitura se encontraba Escrivá cuando se le ocurrió una brillante idea: subir las cotizaciones sociales -en definitiva, los impuestos, pues aquellas forman parte de la presión fiscal- en un 0,5%. Eso sí, nos anunció que la subida sería soportada equitativamente por empresas y trabajadores. El común de los mortales, incluidos la gente de izquierda, entendió que el anuncio del citado reparto equitativo suponía que cada parte soportaría el 50% de la subida, un 0,25% la empresa y otro tanto el trabajador.

Pues no, la concepción de equidad que tiene el ministro, sea por sí solo o por haber sido condicionada por sus morados compañeros de Gobierno, es significativamente peculiar porque al poco tiempo de su primer anuncio, y tras incrementar la subida hasta el 0,6%, ha manifestado que el reparto equitativo consistirá en que el 85% del aumento lo pagarán las empresas, corriendo a cargo del trabajador exclusivamente un 15% -0,5% y 0,1%, respectivamente. ¡Valiente idea de la equidad! Además, parece dispuesto a llevar adelante su brillante idea sin lograr el adecuado consenso social al respecto. Con todo, lo peor es que la medida anunciada es un auténtico despropósito tal como vamos a exponer.

Malhadadamente, nuestro sistema público de pensiones es un arriesgado juego piramidal en el que aquellos que están situados en la cúspide de la pirámide -los pensionistas- solo pueden percibir su premio -la pensión establecida- si siguen entrando en el juego un número suficiente de nuevos jugadores -los trabajadores en activo-. De ahí para mantener viva la lotería, sea preciso impulsar la creación masiva de puestos de trabajo, justo lo que no se favorece con el encarecimiento de las cargas sociales brillantemente ideado por Escrivá. Cuanto más altas sean, y recordemos que las españolas son las segundas más elevadas de la Unión Europea solo superadas por las existentes en Francia, menores serán los empleos creados y mayor el riesgo de que la pirámide se desmorone por fallar su base. Pero parece que esto no le importa demasiado al ministro. Él solo quiere seguir siéndolo.

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