THE OBJECTIVE
José Antonio Montano

Ulises: ha llegado el día

«Habrá lectores que empezarán el ‘Ulises’ ahora, honrando la numerología de Joyce»

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Ulises: ha llegado el día

Estatua dedicada a James Joyce. | Zuma Press

James Joyce gustaba de los juegos de palabras y también de los numerológicos. Se empeñó en que su Ulises se publicara el 2 del 2 del 22 del pasado siglo, día en que él cumplía cuarenta años. En nuestro 2 del 2 del 22, se perfecciona su afán puesto que 2022 es más acorde que 1922. Aunque la fecha redonda será el 2 del 2 del 2222: dentro de dos siglos y tres después de la publicación del Ulises. Esos «trescientos años», tan citados, en que Joyce quería tener entretenidos a los especialistas. Pero la novela, como sabía Joyce por debajo de sus provocaciones, es para el lector; lector que, si quiere, puede leer también a los especialistas.

A veces me gustan estos chaparrones de la prensa, que favorecen extravagancias como la de que se haya colado Joyce entre Mañueco, Tudanca, Nadal, Putin y la teta perdedora de Delacroix (la animo a que la próxima lo intente con Courbet). Me he dejado arrastrar por la fiebre y ando devorándolo todo. En realidad, llevo así desde el 1 de enero, ya que escogí el Ulises como lectura cronogramada de 2022. Hasta fin de año estoy leyendo dos páginas y media al día de la edición en inglés de Penguin, más las correspondientes de la traducción de José María Valverde revisada por Andreu Jaume en Lumen y la de Francisco García Tortosa y María Luisa Venegas en Cátedra; tras estas, vuelvo al original inglés y me asombra lo que se ha incrementado mi conocimiento del idioma. Habrá lectores que empezarán hoy el Ulises, honrando la numerología de Joyce. Me los imagino como los soldados que se disponían a salir de sus trincheras a la hora ‘h’ en la batalla del Somme.

El Ulises me lo leí por primera vez hace 10 años, en la traducción de Valverde. Fue una lectura gozosa, muy vital. Antes, como todo el mundo, tuve un historial de fracasos en el intento. Para todo se necesita el momento propicio, y para las grandes obras se necesita un momento propicio que dure. Esta es la cuestión: la persistencia. Tras mucho fracasar, de repente entré y me abrí paso entre las páginas, bastantes de las cuales me llevaron, y terminé el libro. Y una vez terminado, el gozo se aquilató: mirada desde la cumbre, visión de conjunto, acumulación de sensaciones, algo así como la bofetada de un ventarrón, o su meneo. «¡Sucia grandeza!», exclamé. Es un libro muy sucio y esplendorosamente vivo; sin duda, porque está vivo su lenguaje (también en las traducciones).

Mi consejo es la de Lumen, por el entramado textual. Es decir, por la base sobre la que se dan las dificultades. En la de Cátedra estas se resuelven bien, con frecuencia mejor que en la de Lumen: pero le falla el suelo, innecesariamente pedregoso. Digamos que García Tortosa y Venegas se han centrado en las «dificultades» del texto y han descuidado sus «facilidades», que son muchas: la escritura de Joyce es en lo fundamental fluida, y eso en la de Valverde-Jaume sí se aprecia. Por otra parte, ambas son buenas traducciones, y en ediciones espléndidas: mi juicio es ante todo de gusto, o de disfrute lector (a las demás que existen no me he asomado).

Que atendamos al 2 de febrero, día de la publicación del Ulises (y, por cierto, día brasileñista), y al 16 de junio, día en que transcurre su acción (o su corriente verbal), subraya la importancia de los días. Esa concentración es uno de los hechizos de la novela. Borges, siempre fino para estas cosas, lo supo ver en su poema ‘James Joyce’: «En un día del hombre están los días / del tiempo». Y: «Entre el alba y la noche está la historia / universal». Termina con una petición: «Dame, Señor, coraje y alegría / para escalar la cumbre de este día». También, a los de hoy, para escalar el Ulises

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