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Argemino Barro

Burbujas de guerra

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Burbujas de guerra

Fuerzas ucranianas en un ejercicio. | Gleb Garanich (Reuters)

A finales de enero, muchos ucranianos se mostraban incrédulos ante los periodistas extranjeros que aterrizábamos en Kyiv para informar sobre la acumulación de tropas rusas en la frontera. 

Llevamos ocho años en guerra, me decía una kyivita. ¿Tropas en la frontera? En 2014 fue peor. En 2014, tras la ocupación de Crimea, se pusieron cartelitos en los edificios indicándonos cómo acceder al refugio antiaéreo más cercano. Ahora ni eso.

Los occidentales éramos unos principiantes asustadizos. Separados de la guerra por dos o tres generaciones de paz, nos dejábamos impresionar por los amagos y muecas simiescas de Vladímir Putin.

Es verdad que había algunos preparativos. Las «defensas territoriales» entrenaban el fin de semana con metralletas de madera y los veteranos decían estar dispuestos a volver al combate. Pero el ambiente general era de serenidad y de indiferencia.

El presidente, Volodímir Zelensky, se impacientaba con los líderes extranjeros que alertaban demasiado sobre la amenaza rusa: lo único que conseguirían era espantar la inversión y meter el pánico en el cuerpo a los ucranianos.

«La probabilidad de una escalada significativa, a día de hoy, sigue siendo baja», declaró el ministro de Defensa ucraniano, Oleksiy Reznikov, el 8 de febrero. 

Dos semanas después, los bombardeos y el avance ruso pincharon esta burbuja.

La inmensa mayoría de los análisis militares se quitaban el sombrero ante las capacidades rusas. En caso de entrar, los precisos misiles moscovitas dejarían a Ucrania ciega y sorda, la marina y la fuerza aérea serían eliminadas, las principales ciudades caerían una tras otra, Zelensky se mudaría a Lviv o a Varsovia y la OTAN procedería a armar a la «resistencia» de una Ucrania ocupada.

Se trataba de análisis sólidos y concienzudos, emanados de las mejores mentes y basados en datos poco menos que incontestables, como el hecho de que Rusia tenía casi cinco veces más soldados activos que Ucrania, 15 veces más tanques y aviones de combate y 10 veces su presupuesto militar. Por no hablar de la experiencia de combate en 14 guerras desde 1991. 

El Pentágono, que había predicho la invasión de Ucrania con escalofriante exactitud, calculó que la capital caería en cuestión de días

Las semanas de resistencia feroz, la determinación churchiliana del presidente, la originalidad y el arrojo de los ucranianos y la desastrosa actuación de los invasores, pincharon esta burbuja.

Ahora recibimos una dieta sostenida de episodios ridículos por parte de los rusos, igualmente basados en datos poco menos que incontestables. 

Creyendo que los ucranianos se rendirían en masa, Putin mandó una fuerza pequeña para controlar un país tan grande y la dividió en cuatro o cinco ejes de ataque, que se acabaron disolviendo en la estepa, diezmados por las emboscadas ucranianas.

Sus batallones andan escasos de infantería, carecen de entrenamiento y no conocen el terreno. Usan mapas soviéticos desfasados y se comunican por el fácilmente espiable teléfono móvil. La maldad y la baja moral quedaron reflejadas en terribles atrocidades de los que probablemente solo hemos visto el principio.

Ahora la ofensiva rusa del Donbás parece seguir los pasos de la de Kyiv y las mejores mentes predicen una victoria de Ucrania

A la vista de la limpieza y uniformidad de estas noticias, de los antecedentes mencionados y de otras dimensiones de la guerra que no se tienen tanto en cuenta, como la asfixia económica de Ucrania o el hecho de que Rusia controla casi un 20% del territorio, no sería descabellado pensar que nos hemos metido en una nueva burbuja. 

Y los ucranianos ya no necesitan más burbujas, sino información veraz y completa que les permita tomar las decisiones adecuadas para ganar esta guerra.

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