THE OBJECTIVE
Jorge Freire

Mejor que la historia es la historieta

«En tiempos de Photoshop abundan dibujantes fotorrealistas, indistinguibles de los demás y reemplazables a la primera de cambio»

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Mejor que la historia es la historieta

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Es bien sabido que en los años noventa los tebeos se convirtieron en un asunto de dibujantes estrella, los famosos hot artist que triunfaron en Marvel y fundaron la editorial Image. La cuestión es un tópico que se repite por doquier. Lo que no suele señalarse es que hoy los tebeos son un asunto de guionistas, y que los dibujantes ya casi no pintan nada. 

En un artículo reciente en GamesRadar, Jim McLauchlin señalaba algo que, a fuer de obvio, suele soslayarse. El escritor tarda unos segundos en escribir que miles de soldados corren por la colina; el artista, en cambio, puede tirarse varias horas plasmando la escena sobre el papel. Difícil es que el segundo siga el ritmo del primero. Por eso en tiempos de Photoshop abundan dibujantes fotorrealistas, indistinguibles de los demás y reemplazables a la primera de cambio.

He estado leyendo la etapa de John Romita Jr. en los X-Men. Su inicio, incluido en el quinto tomo de la colección Omnigold de La Imposible Patrulla-X (Panini Comics), resulta asombroso. ¿Cómo podía narrar de esa manera un dibujante tan bisoño? Es difícil ver un despliegue narrativo de tal calibre en el comic-book americano de nuestro tiempo, a excepcion de casos felices como los de Walta, Pacheco o Samnee.

Hace mucho que la gente se aburrió de aderezar sus copas de balón con pimienta rosa y cardamomo. Para un buen gintónic, basta con una ginebra seca y afición por el alpiste. De igual manera, para dibujar tebeos hace falta pintar con garbo y salero. ¿Guión? ¿Profundidad? Tan profundo es un túnel como oscuro y aburrido. El tebeo es un arte plástica, expresiva y explosiva. Flaco favor hacen al medio las audaces mentes que pretenden convertirlo en novela gráfica.

¿Alguien recuerda con particular fervor el guión de la llegada de Juggernaut, la historia de Proteo o la saga de Fénix Oscura? Lo que nos fascina no son los archiconocidas arquetipos y tramas que se suceden una y otra vez, diacrónicamente, ora en relatos heroicos, ora en sainetes y entremeses, sino las muecas desaforadas del profesor Xavier, los enardecidos raptos de Jean Grey y los jeribeques circenses de Rondador Nocturno. ¿No decía Paul Valéry que nada hay más profundo que la piel? Pues mejor que la profundidad es la expresión.

El mejor número de este Omnigold no lo dibuja, por cierto, Romita Jr., sino Barry Windsor-Smith. Hará unos veinte años que no leía Lifedeath, la historia contenida en el #186 de Uncanny X-Men que antaño se tradujese como Muerte viva y que aquí aparece como Vidamuerte. Lo que en ella se cuenta supone un órdago para cualquier dibujante. 

Al perder sus poderes, Tormenta ha perdido su lugar en el mundo. Pero ni al afligirse ni al desesperarse exhibe sus sentimientos ante Forja, que a la sazón era su pareja. Estamos hablando de veinte páginas a lo largo de las cuales Ororo Munroe apenas altera la expresión de su rostro. Así y todo, la historia rebosa expresividad. Los innumerables recursos de Windsor-Smith, desde las perspectivas a la variación en el trazo, logran conmover al lector más duro.

¿Historia? Que se la lean otros. En la intrahistoria habitan las costumbres, las virtudes y los vicios. Todos ellos conforman el pedernal donde se rasca la vida, chisporroteando en forma de aventuras y trapisondas. Es decir: historietas.

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