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Julia Escobar

Redadas en la Francia ocupada: el Vel' d'Hiv

«No hay país europeo ―excepto la Alemania nazi― que haya hecho tal ostentación de ese sentimiento tan extendido que es el antisemitismo»

Opinión
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Redadas en la Francia ocupada: el Vel’ d’Hiv

El presidente de Francia, Emmanuel Macron. | Europa Press

Por razones que no vienen al caso, estoy metida hasta las cejas en la acción policial en la Francia ocupada, en sus peores años (1941-1943), lo que coincide con el 80 aniversario de uno de los acontecimientos más vergonzosos que jalonan la historia de Francia desde su «gloriosa» revolución, origen de tantos errores y horrores. El pasado 17 de julio, el presidente de la República francesa, Emmanuel Macron, inauguró un memorial de la Shoah en la antigua estación de Pithiviers, de infausta memoria, para conmemorar oficialmente (¡por fin!) el 80 aniversario de la redada indiscriminada de judíos, conocida como «la redada del Vel’ d’Hiv», nombre del estadio de deportes en el que, en julio de 1942 confinaron a miles de judíos tras una redada protagonizada y ejecutada enteramente por la policía francesa (detalle que hasta ahora se había cobardemente silenciado o pasado por alto), con una crueldad que llegó a asombrar incluso a los agentes de la Gestapo en París, instigadores del hecho. 

No en vano, Macron afirmó en su discurso que Francia se traicionó a sí misma. Eso es un esfuerzo muy loable porque los franceses ―decía alguien a quien no consigo localizar ahora― tienen un arte especial para convertir sus fracasos en éxitos. Aunque eso habría que verlo porque no hay país europeo ―excepto la Alemania nazi― que haya hecho tal ostentación de ese sentimiento tan extendido que es el antisemitismo, en este caso racial, que a mi juicio es el peor de todos. El asco, la repulsión física que desde siempre sintieron por los judíos en ese país que, paradójicamente era conocido por ser un asilo tradicional de exiliados y extranjeros, había quedado de manifiesto, varias décadas antes en el Affaire Dreyfus que dividió al país. Aunque en este caso Dreyfus fue rehabilitado, gracias entre otras cosas al famoso texto de Zola «Yo acuso», ese «éxito» llegó a ser el detonante del incremento de ese antisemitismo inveterado que culminó, más tarde, en la colaboración con la Alemania nazi. Dreyfus fue liberado y reintegrado al Ejército, pero sus descendientes acabaron muriendo después en los campos de concentración nazis. 

La redada del Velódromo de Invierno (le Vel’ d’hiv) no fue la única llevada a cabo por los «valientes servidores públicos» policías y gendarmes, para combatir al «enemigo»: mujeres, ancianos, adolescentes, niños, recién nacidos, enfermos operados, arrancados de las camas de los hospitales, moribundos e incluso los cadáveres de personas fallecidas en sus casas, aunque destacó entre todas por la amplitud y la saña de la actuación policial francesa: 4.000 policías procedentes de los departamentos del Sena, detuvieron a 12.884 judíos, entre ellos 5.802 mujeres y 4.051 niños.

«Aunque el relato oficial haya sido opacado por otras realidades más satisfactorias para la conciencia nacional, como por ejemplo la heroica resistencia, parece que se están poniendo las cosas en su sitio»

Los confinaron en un recinto cuya capacidad, con todos los graderíos y los bancos ocupados y para la duración limitada de un evento deportivo, era de 15.000 espectadores sentados. Ahí metieron a familias enteras, incluidos viejos, mujeres embarazadas y enfermos, que tendrían que estar tumbados, durante varios días, sin duda, bajo la cristalera, en pleno verano y con una infraestructura sanitaria de diez letrinas y veinte urinarios. Los testimonios de lo que ahí sucedió son espantosos.

Hubo otras dos redadas anteriores. Los arrestos masivos empezaron el 13 de mayo de 1941, cuando 6.404 judíos extranjeros o apátridas parisinos fueron conminados a presentarse en la comisaría de sus respectivos distritos. Sólo lo hicieron 3.747. Les confinaron en los campos de Pithiviers y otros. La mayoría fueron deportados a Auschwitz en junio de 1942.

La segunda redada fue entre el 20 y el 25 de agosto de 1941, en todo París. 4.230 hombres, extranjeros o franceses, fueron confinados en el campo de Drancy, campo de tránsito para los 76.000 judíos deportados de Francia. 

Aunque el relato oficial haya sido opacado por otras realidades más satisfactorias para la conciencia nacional, como por ejemplo la heroica resistencia, parece que se están poniendo las cosas en su sitio. Bibliografía no falta. Aquí avanzo algunas referencias: 

Conversations secrètes des Français sous l’Occupation, Antoine Lefébure, Plon. Les Années doubles. Journal d’une lycéenne sous l’Occupation, Micheline Bood, Robert Laffont; Journal des années noires, 1940-1944, Jean Guéhenno, Gallimard.

Para terminar, me gustaría citar lo que dijo la teóloga judía Goodman-Thau durante un coloquio en el que participaba también el cardenal Ratzinger («La provocación del discurso sobre Dios, editorial Trotta): 

 «El sufrimiento ajeno, cimentar la paz, conformar la vida de uno de acuerdo con eso, es un elemento mesiánico, un martyrium. Éste sería mi memorial: grabar en él los nombres de las víctimas sería obsceno. Porque en cada nombre de víctima va inscrito el de un culpable. Habría que hacer un monumento en el que sólo se grabaran los nombres de los culpables…»

Para eso hay que saberlos: nombre, apellidos, y luego profesión: asesino.

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