THE OBJECTIVE
José García Domínguez

El mito de Trump y los yanquis blancos

«La cuestión no es discernir si los blancos votan a Trump, sino averiguar si votan más a Trump que a otros republicanos»

Opinión
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El mito de Trump y los yanquis blancos

Donald Trump. | Carlos Barria (Reuters)

Quizá la mejor vía para no entender nada de cuanto está ocurriendo en Estados Unidos – y en Occidente en general- desde el cambio de centuria consista en centrar la atención de modo preferente en eso que ahora llaman batallas culturales. Por ejemplo, la narrativa ya canónica que presenta al incombustible Trump como el candidato de los hombres blancos y supremo paradigma electoral del viejo patriarcado heterosexual, anglosajón y protestante, amén de ontológicamente racista hasta la médula, solo plantea el pequeño problema operativo de carácter por completo de vínculo alguno con la evidencia empírica. Ocurre, simplemente, que Trump no es ni ha sido nunca el candidato presidencial preferido por los hombres blancos de Estados Unidos en las urnas. Así de sencillo. 

Bien al contrario, sucede que Joe Biden posee ahora mismo un despacho para su exclusivo disfrute personal dentro de la Casa Blanca porque esos mismos hombres blancos de Norteamérica se inclinaron por el Partido Demócrata en las últimas elecciones presidenciales, las de 2020, en un porcentaje mayor que en otros comicios anteriores. Dicho de distinto modo: Biden está ahí gracias a los blancos, que no a pesar de los blancos. La maldita realidad ha vuelto a estropear una contraposición binaria, por lo demás perfecta. Por una parte, todos los varones blancos, xenófobos y machistas por definición, volcados de modo militante con Trump; frente a ellos, la gran alianza multiétnica de las minorías oprimidas, ahora reunidas de forma unánime y entusiasta en torno a las listas de los demócratas. 

Pero, como ya se ha adelantado ahí arriba, resulta que tal confrontación, la ideal a efectos de apuntalar la consistencia interna del discurso teórico que se estructura en torno al principio de las guerras culturales y de su otro apéndice gemelo y también bélico, el de luchas multiculturales, no aconteció en los términos prescritos por la doctrina. Huelga decir, por lo demás, que la mayoría de la población blanca se inclinó por el Partido Republicano en 2020, algo que igual había ocurrido también en 2016. Pero esa circunstancia no tuvo nada que ver ni con el hecho de que Trump fuese su candidato, ni con lo que política y programáticamente representa Trump en tanto que estridente heterodoxia excéntrica con relación a la política tradicional del partido. Y no tuvo nada que ver por el simple hecho de que los blancos votan más al Partido Republicano siempre. Por más señas, lo hacen sistemáticamente desde el año 72 del siglo XX. 

«Los hispanos y los asiáticos sí expresaron una mayor inclinación por votar a Trump que a otros aspirantes republicanos previos»

En consecuencia, la cuestión no es discernir  si los blancos votan a Trump, sino averiguar si votan más a Trump que a otros republicanos. Y la respuesta correcta es que no. Repárese a esos efectos en el hecho estadísticamente acreditado de que, por ejemplo, Bush hijo logró obtener un porcentaje de votantes blancos superior al cosechado por Trump. Pero si el indiscutible líder carismático republicano resulta que no suscita una particular adhesión entre la población blanca de Estados Unidos, ¿cómo explicar el que estuviese a punto de retener la presidencia tras un escrutinio final tan ajustado entre los dos candidatos? Pues por la obvia y para algunos desconcertante razón de que ciertos grupos étnicos distintos de la comunidad cultural blanca de matriz anglosajona, de modo muy particular los hispanos y los asiáticos, sí expresaron, por el contrario, una mayor inclinación por votar a Trump que a otros aspirantes republicanos previos. 

¿Y si nos olvidáramos de las famosas guerras culturales y multiculturales para tratar de comprender lo que está pasando allí, aquí y en todas partes? ¿Y si resultase que ni la figura de Trump ni la eclosión ubicua de eso a lo que designamos como populismos tuviera demasiada relación con las manidas batallas culturales y sus corolarios pluriétnicos? ¿Y si ocurriese que Trump encarna la demostración andante de que la única batalla cultural que cuenta de verdad es la que enfrenta a los globalistas contra los antiglobalistas, siendo todo lo demás simple humo de pajas?

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