THE OBJECTIVE
Jorge San Miguel

Teoría del 'midwit'

«El ‘midwit’ es la encarnación social de las nuevas izquierdas clericales: un profesional que traduce su ansiedad personal en opiniones políticas sin riesgo»

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Teoría del ‘midwit’

Ilustración. | The Objective.

La sensación del mundial hasta el momento es Mariano Rajoy. Con la controversia hipócrita en torno a una edición que nadie iba a ver y todos ven; un fútbol más bien átono, aun lejos de los momentos decisivos; y sin recambios de parecido carisma para las estrellas de los últimos 15 años, anticipar las crónicas dictadas del expresidente cada noche es lo más parecido a una emoción sincera que nos produce la copa del mundo. Las crónicas de Rajoy, que han concitado el interés a todo lo ancho del espectro político y social, son exactamente lo que parecen y lo que cabría esperar de ellas, y abundan en los calambures, las frases entre lo sapiencial y los absurdos y los equívocos a los que el personaje nos habituó durante su carrera política. Tienen también un punto de performance, casi de acto situacionista: uno se imagina a Rajoy dictando al whatsapp como si fuera Hildy Johnson a pie de andén o Guy Hamilton en Yakarta. A la mayoría de la gente le hacen gracia.

Las crónicas de Rajoy nos enfrentan también con una existencia radicalmente ajena a la cosmovisión irónica de mi generación. No es que sean post-irónicas, que es a lo que se supone que deberíamos estar: es que son pre-irónicas, o mejor, totalmente indiferentes al hecho irónico. Un señor mayor gallego y conservador dictando banalidades por whatsapp como haría tu tío en un chat familiar. Nunca entendimos a Rajoy en su día, ni en la izquierda ni en la derecha más joven, porque somos incapaces de ver las cosas como son, que es como son las cosas en el mundo de Rajoy. Alemania es Alemania y un plato es un plato. Rajoy ha sido además uno de los factores de desideologización de la derecha y las clases medias, tanto por acción como por omisión, y no es casual. El mundo del sentido común ‘rajoyano’, de las sólidas cosas de toda la vida, es el mundo del que abjura uno de los principales sujetos de la conversación pública actual: el semiculto, el midwit.

Por definirlo en unos pocos rasgos, el midwit es esa persona con educación superior y cierto interés por la cosa pública y su tiempo, lector de algunos libros y consumidor de noticias en las redes sociales; politizado en todos los asuntos corrientes y sin problemas para expresar su opinión, se la hayan pedido o no. Es el target habitual de los programas de La Sexta y de los productos de Netflix, HBO o Movistar, y nutre las filas de las nuevas izquierdas post-materialistas fuera de España, también de los partidos liberales. Cree en la ciencia y le preocupan el cambio climático y la polarización, pero viaja en avión cada vez que se lo puede permitir y nunca rehuye una discusión en redes sociales. Si el cuñado correspondía a un arquetipo de parvenu de barrio residencial, el midwit es la encarnación social de las nuevas izquierdas clericales: un clasemediero en riesgo de desclasamiento, profesional de algún sector precarizado, que traduce su ansiedad personal en opiniones políticas sin riesgo real.

«La politización neurótica te permite preocuparte por gente lejana y por el futuro en lugar de vivir en lo concreto»

La politización neurótica tiene muchas ventajas desde el punto de vista de la economía cognitiva, esto es, de la paz de espíritu. Por ejemplo, te permite preocuparte por universales, por gente lejana y por el futuro en lugar de vivir en lo concreto, donde uno siempre fracasa en alguna medida, o en todas; donde existen los costes; y donde suelen imperar las enojosas lógicas rajoyanas: Alemania es Alemania. También escudarse en «lo complejo» -en pseudocomplejidades más bien-, lo que a menudo es una fórmula de evasión intelectual o moral. Sospecho que a los poderes organizados tampoco les va mal un fenómeno que mina la confianza entre compañeros de trabajo, grupos de amigos, familias, parejas; una hiperpolitización que en realidad atomiza a los individuos, debilita los contrapoderes, sustituye la acción concreta por lo declarativo y la señalización, evita la rendición de cuentas. Desde luego hay una industria que se alimenta de este estado de cosas y, aunque en perpetuo declive en los últimos años, ahí sigue, sin sustituto.


En fin, leo que este mes de diciembre la histórica revista El Socialista -en la que, según afirman ufanos en el faldón, «han publicado, entre otros intelectuales, Leopoldo Alas Clarín, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, Pío Baroja, Benito Pérez Galdós, José Ortega y Gasset, Clara Campoamor, Gregorio Marañón o José Luis Sampedro»- alerta contra los cuñados en las cenas navideñas; una moda que empezó Podemos hace unos años y que sintetiza bien el espíritu del midwitismo, la farsa de la política neurótica y la deglución del socialismo por las corrientes de nueva izquierda. Con este percal -y teniendo bien presente su cuota de responsabilidad en que hayamos llegado hasta aquí-, cómo no tomarse como un bálsamo, un chispazo de realidad en un mundo de mentirijillas, las crónicas en «nota de voz» de Rajoy.

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