THE OBJECTIVE
Velarde Daoiz

Que los Reyes Magos me traigan carbón

«Pese a muchos impuestos, prohibiciones y subvenciones que pongan, la demanda de carbón, gas y petróleo va a seguir en niveles muy altos durante mucho tiempo»

Opinión
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Que los Reyes Magos me traigan carbón

Ilustración. | The Objective.

«Corrían los años 1999 y 2000 y, sin ánimo de ser exhaustivo, los hechos eran los siguientes»:

1. Yo era un joven inteligente y apuesto (esto es mentira, pero todos los cuentos parcialmente autobiográficos pueden permitirse pequeñas licencias creativas).

2. Trabajaba en Madrid para una gran empresa, mi mujer trabajaba también y, como aún no teníamos hijas aunque sí una hipoteca, ni mi máster en derrocholismo por la Instituto de Empresa de Wichita me hacía capaz de gastar todos nuestros ingresos mensuales (aunque no andábamos lejos).

3. Los más jóvenes quizá no lo recuerden, pero era la época de la fiebre de las punto com, lideradas en España por el portal Terra (filial de Telefónica que era poco más que una web con un buscador bastante mejorable), cuyo valor de salida a Bolsa se había multiplicado por 15 en un par de años (hablo de memoria, no voy a perder el tiempo en documentarme pues me interesa en este cuento con moraleja lo cualitativo, no la precisión).

4. Fue la época del boom de portales financieros, radios especializadas y estrellas mediáticas que realizaban análisis bursátiles que ponían en celo a jóvenes incautos (y apuestos) como yo ante la promesa (apoyada por multitud de ejemplos) de poder multiplicar tu inversión en cuestión de semanas, sino en días o incluso horas.

Así que, ante la frustración laboral de no progresar como yo creía merecer dentro de mi empresa (probablemente en Recursos Humanos todavía no se han repuesto del shock de un día en que subí –RRHH siempre está en las plantas altas de los edificios- y pedí que me bajaran el sueldo, pues la relación salario dividida por responsabilidad, dificultad de trabajo y horas dedicadas me parecía altísima), decidí interesarme por el mundillo de la inversión en Bolsa para no aburrirme.

Descubrí que había una multitud de métodos de inversión y de predecir cómo evolucionarían los precios de las acciones, y me sedujo particularmente el llamado «análisis técnico» donde, en base a las figuras dibujadas por el precio de la acción, se podían teóricamente intuir niveles de soporte por debajo de los cuáles los cuidadores de la acción evitarían que descendiese, niveles de resistencia que eran difíciles de vencer al alza, o figuras muy reveladoras como la hombro-cabeza-hombro y sobre todo la hombro-cabeza- hombro invertida (que prometía ascensos fulgurantes en poco tiempo).

Descubrí también que los analistas eran unos tipos muy interesantes que, en resumidas cuentas y ante asistentes a sus peroratas boquiabiertos por su sabiduría solían decirte, en resumidas cuentas, que era casi seguro que el precio de la acción x subiría durante los próximos días a no ser, claro está, que bajase.

«Descubrí que si una acción tiene una tendencia lo más probable es que esa tendencia se mantenga»

Pero ahora en serio, si aprendí algo antes de empezar a hacer el idiota en los mercados (era guapo, pero tan gilipollas como ahora), fueron fundamentalmente dos cosas:

1. Trend is your friend. Traduciendo, «la tendencia es tu amiga». Si un mercado o una acción tiene una tendencia de medio/largo plazo ascendente (o descendente) lo más probable es que esa tendencia se mantenga, aunque pueda haber altibajos.

2. Al invertir en un valor, hay que fijarse un stop loss. Es decir, un precio de la acción mínimo que, si se alcanza, indica que debes vender todo lo que tengas (aunque vayas en pérdidas, que es lo probable si salta ese stop loss), pues si lo mantienes la leche que te vas a pegar puede ser épica.

Y con ese bagaje, me dispuse a ser otro millonario más en un par de años. Como era guapo pero aún no rematadamente estúpido, comencé a invertir con 250.000 pesetas sobrantes (o 1.500€, creo recordar que me pilló el cambio en medio de mis andanzas bursátiles).

Las cosas comenzaron bien. En menos de tres meses había incrementado un 40% mi capital en Bolsa. Le comencé a coger el gustillo y comencé a hacer operaciones intradía, en las que podías ganar (o perder) con facilidad, en un mercado tan volátil como el de la época, un 10% en pocas horas. Descubrí los warrants, que te permitían apostar a que una acción iba a subir o bajar, con cierto apalancamiento, multiplicando tus potenciales ganancias (o tus pérdidas) si la acción seguía el sentido ascendente o descendente de tu apuesta. Descubrí los mercados de futuros (un mundo apasionante, en el que puedes invertir 1.000 y perder un millón; tras una charla con el asesor de mi banco, en que me explicó que él conoció a un tipo que se hizo millonario en el mercado de futuros… porque antes de entrar en él era multimillonario, decidí que aquello, de momento, no era para mí).

Antes de un año, mis 1.500€ se habían transformado en algo más de 3.000. Y como el Ibex se quedaba pequeño para el joven Velarde Gekko, me abrí una cuenta en dólares y comencé a operar en el Nasdaq.

Tras unos días sin chicha ni limoná me entró un soplo procedente de un experto que llevaba meses forrándose con una empresa llamada Exodus Communications (no recuerdo ni a qué se dedicaban, creo que a alojar páginas web o algo similar). Dicha empresa venía de pegarse una leche descomunal durante meses (algo así como desde 15-20$ por acción hasta rozar aproximadamente 1$), oscilando desde entonces de forma muy violenta intradiariamente o en el curso de 2-3 días entre 1,1$ y 1,70$ aproximadamente.

Olvidando mi primera lección (trend is your friend, y la tendencia de medio/largo de ese pufo cotizable era muy claramente descendente), decidí invertir cuando se acercara a los valores de rebote. Compré 1.500 € aproximadamente a 1,15, ¡y en pocos minutos subió a 1,30! Ya no era solo un joven apuesto, empezaba a sentirme un genio verdaderamente irresistible.

Desgraciadamente no vendí (pretendía hacerlo cerca de 1,70, claro). Mucho más desgraciadamente no respeté el stop loss de 1,05 $ que me había fijado, y la acción concluyó aquel día en 0,98, si mal no recuerdo. Al día siguiente rebotó alrededor de 1,05. Y al siguiente comenzó con una fuerte apertura a la baja, al entorno de 0,85. Y ahí cometí mi último error en Bolsa: promediar. Metí otros 1.500€ a 0,85, con lo que mi precio medio de compra era ya inferior a 1$ por acción y, a poco que rebotase, recuperaría todo mi dinero, quizá con alguna ganancia. Naturalmente, la acción continuó su desplome. Cuando digo «continuó su desplome» quiero decir que llegó a valer 0,01$ en cuestión de una semana. Un puñetero centavo. Había perdido el 99% de mi inversión. La acción salió del Nasdaq y entró en mercados menores (creo recordar que se llamaban on the counter, algo parecido al «mercado de corros». Si me lee algún experto bursátil que me corrija si estoy equivocado, que es probable).

«Invertiría en empresas dedicadas a la extracción de combustibles fósiles. En particular carbón y petróleo»

Y en ese momento llegó mi único acierto. Conseguí vender las acciones a 1 centavo de dólar. Y fue un acierto porque, pocos días después, la acción dejaba de cotizar y no solamente no podías ya deshacerte de aquellos papelillos sin valor alguno aunque quisieras, sino que los bancos continuaban cobrándote comisiones de custodia por mantenerlos).

Hoy ya no soy ni joven ni apuesto, pero sé algo más de la vida. He tenido la bendición de tener tres hijas a las que adoro, y que me han impedido (junto con mi derrocholismo crónico, en eso no he cambiado) tener ahorros que pudiera haber invertido en Bolsa durante estas décadas.

Pero si, por un casual, mañana fuera agraciado con uno de los dos décimos que juego en el Sorteo del Niño, dedicaría ese dinero a invertirlo en Bolsa. Y, concretamente, lo haría en empresas dedicadas a la extracción de combustibles fósiles. En particular carbón y petróleo.

¿La razón? Nuestros bienamados y fotogénicos líderes han decidido, «para salvar el planeta», reducir por ley en muchos casos la oferta de carbón, gas y petróleo. Ninguna empresa en su sano juicio está realizando hoy grandes inversiones en exploración a largo plazo de esos minerales cuyo consumo será, teóricamente, cero o casi cero en 2050. Sin embargo, y pese a muchos impuestos, prohibiciones y subvenciones que pongan, la demanda va a seguir en niveles muy altos durante mucho tiempo. No solo altos, sino quizá crecientes. África y Asia no van a renunciar a mejorar sus niveles de vida, y para eso necesitan utilizar enormes cantidades de energía fiable y lo más barata posible. No van a industrializarse con aerogeneradores, paneles solares y Teslas, sino que recurrirán a carbón, petróleo y gas. Como ya hemos comprobado durante la actual crisis (parcialmente creada por la guerra de Ucrania y parcialmente por las políticas descarbonizadoras de nuestros políticos), cuando se produce un apretón de la demanda y no hay suficiente oferta, el precio de las materias primas sube. Y con él, los beneficios de las empresas que se dedican a su extracción, refino y comercialización.

Y, salvo que los políticos occidentales se bajen los pantalones y cambien radicalmente de estrategia vamos camino, durante los próximos años, de que esta sea una situación de desequilibrio estructural entre oferta y demanda, y por tanto de precios caros de las materias primas. Y con ellos, de los precios de las acciones que se dedican a extraerlas. Dentro de esas empresas intentaría ver cuáles están más centradas en exploración y extracción, cuáles están haciendo menos tonterías en el mundo renovable (invertir desaforadamente en parques eólicos o huertos solares vendiendo pozos de petróleo es una maravillosa forma de destruir valor, aunque te aplaudan los medios y los activistas), cuáles están menos sujetas a que los políticos metan en ellas sus sucias zarpas, e invertiría.

Por ejemplo, y a vuelapluma, invertiría en ExxonMobil (su futuro en Guyana tiene una pinta estupenda) y Conoco Phillips antes que en BP o Shell, y lo haría también en Riotinto o en cualquiera de las grandes carboneras australianas. Sin prisa. Esto va para largo y la tendencia es ya creciente (recordad: trend is your friend). Así que esperaría con calma, mirando diariamente la evolución del precio de las 5-6 acciones de mi hoja de ruta, y cuando se produjera una corrección significativa en el precio de la misma, especialmente si corresponde a una corrección derivada de un movimiento bursátil global (por ejemplo, una recesión casi mundial en 2023), entraría con todo y una vez invertido empezaría a mirar los precios una vez al mes como mucho, con un stop loss un 20-30% por debajo del precio de adquisición.

No caerá esa breva, pero si cayese, estaré encantado de que los Reyes Magos me hayan traído carbón (y petróleo).

Advertencia legal: es muy probable que mis consejos bursátiles de hoy sean tan estúpidos como mis inversiones de hace más de 20 años. No aceptaré reclamaciones legales por parte de quien siga estos consejos en caso de que los precios bajen. En cambio, estaré encantado de aceptar paellas o GT’s como agradecimiento si los precios suben.

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