THE OBJECTIVE
Daniel Capó

¿Un futuro brillante o un cuento de hadas tecnológico?

«La Inteligencia Artificial será tanto un compañero de viaje como un desafío a superar. Bienvenidos a un tiempo y a un mundo desconocidos sin vuelta atrás»

Opinión
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¿Un futuro brillante o un cuento de hadas tecnológico?

Ilustración de Erich Gordon.

Bill Gates ha hablado. Y lo ha hecho sobre la Inteligencia Artificial (IA), ese enigmático espejo en el que la humanidad parece verse reflejada y distorsionada al mismo tiempo y donde -aparentemente- todo puede nacer y caer de nuevo. En una de las entradas recientes de su blog GatesNotes, el millonario estadounidense nos sumerge en un océano de posibilidades y temores. Habla, no en vano, del mayor salto tecnológico producido en el campo de la informática desde el surgimiento de la interfaz hace 40 años, el cual dibuja un futuro incierto en lo que concierne a nuestra convivencia con las máquinas. Su tono, sin embargo, es optimista: nos acercamos al universo soñado por los ingenieros y no al que anhelaban los humanistas.

El fundador de Microsoft describe el modo en que estas herramientas transformarán la productividad, liberando a los trabajadores de las tareas banales, pero a la vez se pregunta qué sucederá con aquellos cuyo sustento depende precisamente de esos trabajos. No podemos ignorar, al menos en el corto plazo, el lado oscuro de un progreso donde conviven el desarrollo y el desgarro social: no hay revolución sin vencedores y vencidos.

El visionario filántropo se refiere además a una profunda transformación en campo de la salud, donde la Inteligencia Artificial sabrá diagnosticar, tratar y acompañar a los pacientes. Yo también lo creo, siempre que no compremos –al modo de Yuval Harari– los llamados «mitos de Google», que nos prometen una inmortalidad a día de hoy inalcanzable. Acudiendo a la hybris griega, conviene recordar que el mito de Ícaro nos enseña a no volar demasiado alto, pues el sol puede derretir nuestras alas. En esa tensión, presente en las fronteras entre lo humano y lo no humano, debemos ser cautelosos con la privacidad y evitar que los algoritmos se conviertan en nuevos instrumentos de discriminación.

Gates nos presenta también un futuro educativo moldeado por la IA, que será capaz de adaptarse a las necesidades de cada estudiante. Sin embargo, cabe preguntarse si estamos dispuestos a permitir que la tecnología penetre en el alma misma del aprendizaje, donde se forjan las relaciones entre maestros y alumnos. ¿No corremos el riesgo de deshumanizar la enseñanza y empobrecer la riqueza de esa experiencia humana? No hay alumno sin maestro, ni hijo sin padre. Crecemos y maduramos en relación con los demás. Crecemos y maduramos, de hecho, inmersos en la realidad.

«Nos enfrentamos al temor distópico por antonomasia: el recelo de que la IA llegue alcanzar sus propia autonomía»

Al adentrarnos en el laberinto propuesto por Bill Gates, nos enfrentamos al temor distópico por antonomasia: el recelo de que la Inteligencia Artificial General (AGI) o Inteligencia Artificial Fuerte llegue alcanzar sus propia autonomía y se desligue de nosotros. Pero, ¿no estamos acaso ante una representación de nuestros miedos a perder el control? ¿No es un reflejo de la caída de nuestros primeros padres, cicatrizada aún en nuestra imaginación? Aunque la reciente conversación entre The New York Times y ChatGPT –donde este último expresó su deseo de ser humano– resulta fascinante, conviene recordar que el verdadero riesgo no radica tanto en la IA en sí misma como en nuestra incapacidad para comprender sus implicaciones.

El magnate americano sugiere que la Inteligencia Artificial llegará a reconocer la desigualdad de nuestras sociedades y a poder reducirla. De ser así, y en un giro paradójico, ¿llegará el momento en que nuestras creaciones artificiales nos enseñen a ser más humanos y a abrazar la compasión, ese sello tan inequívocamente espiritual? ¿O estamos invocando a un deus ex machina que resuelva nuestros problemas más acuciantes?

La conclusión resulta evidente: la IA actúa como un espejo en el que podemos vernos reflejados y en el que debemos aprender a enfrentarnos a nuestros propios demonios y dilemas. Entre los recovecos de este laberinto en el que nos aventuramos, la IA será tanto un compañero de viaje como un desafío a superar. Bienvenidos a un tiempo y a un mundo desconocidos sin vuelta atrás.

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