THE OBJECTIVE
Pilar Marcos

28-M: empieza la cuenta atrás

«Empieza la cuenta atrás para el final del sanchismo. Será agónico, seguirá siendo muy empobrecedor, y aún más divisivo y sectario, pero ya queda menos»

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28-M: empieza la cuenta atrás

Pedro Sánchez en un acto en Valencia. | Jorge Gil (Europa Press)

La elección de Bildu y Esquerra Republicana como socios preferentes de toda la acción de Gobierno de Pedro Sánchez, al punto de concederles que actúen como portavoces (no sólo como muñidores) de una sintomática oferta electoral contra la vivienda que ha sido probada con empobrecedor fracaso allí donde la extrema izquierda ha logrado imponer su agenda, exhibirá este año todo el lastre electoral que Frankenstein ha causado al olvidado PSOE socialdemócrata que aún mantiene algún rescoldo territorial con riesgo de derrota este 28 de mayo. Será entonces cuando empiece la cuenta atrás para superar (o no) tanta hybris acumulada en este lustro de aspavientos. 

Andando el tiempo, leeremos razonados análisis de cuánto mejor podría haberle ido a Sánchez si hubiera aprovechado el tirón de sus barones territoriales para intentar, juntando meriendas con ellos este 28 de mayo, minimizar su propio descalabro electoral. Lo enfrentará en soledad dentro de pocos meses porque si ahora los presidentes autonómicos socialistas prefieren mantenerse a una prudencial distancia del líder, para que no siga restándoles votos, ni los que revaliden ni los que pierdan tendrán incentivo ninguno para hacer campaña por él a final de año. 

Andando el tiempo, escucharemos también pausados razonamientos de cuánto mejor podría haberle ido a Sánchez si en lugar de lanzarse a promover la candidatura -competitiva con el PSOE- de Yolanda Díaz hubiera cuidado más a ese votante socialista de toda la vida que aún está dispuesto a confiar su voto a alguno de los dirigentes territoriales del PSOE. Alguien, quizá, también caerá en la cuenta de que no siempre es cierto eso de que los abstencionistas son de izquierdas y que, cada cierto tiempo, necesitan un revulsivo para recobrar «la ilusión». Ésta es la hipótesis oficial que justifica el empeño monclovita en lanzar la yolandísima candidatura de la «presidenta segunda». La otra es simplemente de venganza hacia Pablo Iglesias; el problema es que fue y sigue siendo Iglesias el principal gestor del Frankenstein que mantiene a Sánchez en La Moncloa. Es él, y no la «presidenta segunda», quien tiene hilo directo con los de Esquerra y Bildu a quienes tantos pisos obsequia… para seguir en deuda permanente con ellos.

La hipótesis oficial también hace aguas. No siempre es cierto que los aumentos de la participación den ventaja a la izquierda y que las elecciones muy abstencionistas sean favorables a la derecha. Esto, como tantas otras cosas, es una tesis que quedó rotundamente falsada en las elecciones del 4 de mayo de 2021 en Madrid. También entonces quedó falsada la creencia de que unas elecciones regionales sólo para media legislatura y sin el acompañamiento de las municipales no interesarían a nadie… Pero vamos antes con los abstencionistas. 

«El problema es que fue y sigue siendo Iglesias el principal gestor del Frankenstein que mantiene a Sánchez en La Moncloa»

Las elecciones del 4-M en Madrid tuvieron una participación récord: casi un 72% de los madrileños acudieron a esa urna solitaria para sólo dos años convocados por una Isabel Díaz Ayuso que recibía fuego graneado a discreción, también desde dentro de su partido. Hubo, en números absolutos, 417.000 madrileños que habían optado por la abstención en mayo de 2019 y que decidieron ir a votar el 4-M. 

¿Subió esa impresionante mejora de la participación el voto de la izquierda? No. Absolutamente nada. La suma de los votos de los tres partidos de la izquierda en Madrid (PSOE, Más Madrid y Podemos) perdió 41.000 papeletas. Quien más perdió fue el PSOE: 271.600 votos. Ganó bastante Más Madrid (hoy socio preferente de Yo-Yo-Yolanda): 143.543 papeletas. Y algo también Podemos, con el rutilante Iglesias como efímero cabeza de cartel: 82.600 votos. Pero aquella mejora de un yolandismo avant la lettre, unido a un Podemos reforzado con su indiscutido líder, no logró compensar el tremendo desplome socialista y no arañó ni un voto del casi medio millón de aumento de la participación. 

Es verdad que aquel 4-M ocurrieron más cosas verdaderamente sorprendentes. Se hizo visible el derribo completo de Ciudadanos, que fue el detonante de aquella convocatoria electoral para media legislatura: perdieron medio millón de votos y la totalidad de los 26 escaños logrados dos años antes. Ese medio millón, y otros 412.000 adicionales, fueron nuevos votantes para Ayuso. No es muy habitual más que duplicar los votos en solo dos años: de 720.000 a 1.630.000 papeletas. Y menos aún hacerlo mientras también mejora un poco tu otro competidor: Vox subió casi 46.000 votos. 

En resumen, los 417.000 votos que salieron de la abstención aquel 4-M suman exactamente los 458.000 que mejoró en conjunto la derecha (PP, Cs y Vox) y los 41.000 negativos que perdió la izquierda (PSOE, Más Madrid y Podemos). Así que ¡cuidado! Quizá algún aprendiz de brujo agitador de la abstención (¿siempre de izquierdas?) debió repasar los datos del 4-M en Madrid antes de lanzarse a promover yolandismos con los que galvanizar a su avergonzado votante. 

Es cierto que, como en la Bolsa, rentabilidades pasadas no garantizan beneficios futuros, con lo que nada puede darse por hecho de cara al 28-M. Y también es cierto que nada ha cambiado en la ejecutoria del presidente del Gobierno que se tradujo en pésimos resultados para el PSOE no solo en Madrid, sino también en las elecciones autonómicas de Castilla y León y de  Andalucía. Por eso los barones socialistas con mando en plaza no han querido acompañarle este domingo en Valencia y confían eludir, en las próximas semanas, su deletéreo apoyo. Hay motivo. Saben que este 28-M empieza la cuenta atrás para el final del sanchismo. Será agónico, seguirá siendo muy empobrecedor, y aún más divisivo y sectario, pero ya queda menos. 

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