THE OBJECTIVE
Javier Santacruz

El círculo vicioso de la España interior y cómo acabar con él

«Cuando no hay ideas claras y un diagnóstico bien hecho, el resultado más probable es la melancolía, o peor, jugar con el presupuesto público como remediador de todos los males»

Opinión
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El círculo vicioso de la España interior y cómo acabar con él

El círculo vicioso de la España interior y cómo acabar con él. | Lorena Sopena (Europa Press)

La opinión pública está alarmada con la sequía en las últimas semanas. No es para menos. Se trata, sin duda, de un fenómeno muy preocupante cuyo impacto va más allá de las cosechas actuales. En realidad, la principal fuente de preocupación es el impacto que tendrá en la próxima cosecha, dado que llevar al extremo la falta de nutrientes del suelo y el nivel de humedad provoca o bien el fracaso de las explotaciones, o bien en el caso de que se decida suplementar con fertilizantes o riego (siempre y cuando haya disponibilidad), el coste económico por hectárea se dispara.

Sin embargo, la falta de una pluviometría regular no es la única amenaza para el territorio del interior de España. Existen varias tendencias paralelas que, combinadas entre sí, dan lugar a lo que podríamos llamar el ‘círculo vicioso de la España interior’. Y como casi siempre sucede en las grandes tendencias sociales, detrás de este ‘círculo vicioso’ se encuentran razones económicas e institucionales. Más allá de otras tendencias secundarias no menores, los cinco vectores que atenazan a una buena parte del territorio peninsular (también insular) son: 1) el decrecimiento vegetativo sin compensación por fenómenos migratorios; 2) el abandono masivo de actividades económicas no valorizadas en mercado; 3) la proliferación sin control ni gestión de las masas forestales generando combustible para incendios; 4) la falta de gestión hídrica tanto de uso de riego como de consumo humano; y 5) la falta de conexión fluida de los mercados locales con cadenas de valor hacia el exterior.

A su vez, estos vectores principales están condicionados por macrotendencias a las cuales se les suele echar la culpa de los males del territorio, cuando el problema está en su deficiente, o incluso, inexistente gestión. La longevidad (fenómeno que combina una esperanza de vida más larga junto a un incremento sostenido de la edad media de la población), la concentración demográfica en grandes ciudades o fenómenos climatológicos extremos como sequías e inundaciones (tipo El Niño) no son enemigos que batir, dado que todos ellos son tendencias históricas, con un recorrido de muy largo plazo y sobre las que no es sencillo intervenir. El problema es no saber gestionar estas macrotendencias, no saber adaptarse a un mundo cambiante y no saber generar nuevos espacios para obtener ganancias de productividad y competitividad.

Cuando no hay ideas claras y un diagnóstico bien hecho, el resultado más probable es la melancolía o, lo que es peor, jugar con el presupuesto público como remediador de todos los males. ¿Que se está produciendo una pérdida de población en una determinada provincia? Allá que va el político de turno a ofrecer subvenciones para intentar taponar la sangría demográfica que, a lo sumo y suponiendo que se ejecuten todas (que es mucho suponer) dejan 230 euros por trabajador contratado. ¿Que se considera intolerable que no haya un hospital en un radio de 50 kilómetros? No se preocupen, nos sobra el dinero público para parchear la situación con seudo centros infrautilizados que empeoran la ya de por sí escasa oferta de atención primaria. ¿Que no hay cobertura 4G en un terreno al que no cruza ni tan siquiera una línea de alta tensión? Se hacen licitaciones que en su mayoría quedan desiertas porque ni subvencionando es rentable económica y socialmente la infraestructura.

Cuando se plantean estas preguntas y se dan estas respuestas, la crítica por su inconsistencia e ineficiencia casi siempre recibe una misma contrarréplica: «Algo habrá que hacer. Y si a usted no le gusta esto, ¿qué cree que habría que hacer?». Aquí es donde tocaría hacer una disección de propuestas para la que necesitaríamos más de un artículo periodístico. Es (o debería ser) el programa de gobierno de las instituciones que ahora actúan de manera dispersa e inconexa (en muchos casos, haciendo lo que buenamente pueden o creen saber), la mayor parte de ellas sometidas a escrutinio del votante de aquí a menos de un mes.

«Todo empieza con la implantación ordenada de ‘zonas económicas especiales’, donde uno de sus componentes es la fiscalidad diferenciada»

Pero sí existe el espacio y la oportunidad para decir que la primera piedra de un plan que pretenda romper el ‘círculo vicioso’ de la España interior pasa por crear los incentivos adecuados para invertir, atraer población y modernizar el marco institucional sujetos a dos restricciones: el presupuesto público y las cuentas de resultados de las empresas que deciden apostar por estos territorios. Todo empieza con la implantación ordenada de ‘zonas económicas especiales’, donde uno de sus componentes es la fiscalidad diferenciada. Lo aprobado recientemente para Soria, Cuenca y Teruel (omitiendo de manera ignominiosa a Zamora) es el arquetipo de lo que más arriba definíamos como «parche».

Al mismo tiempo, es imprescindible potenciar la valorización de la actividad agrícola, ganadera y forestal creando las estructuras de mercado necesarias para la integración de insumos y cosechas en cadenas de valor más largas, no relegándose a una maraña interminable de mercados locales con precios dispersos y dependientes de las subvenciones europeas que se descuentan del precio en origen de los productos. Siendo el cereal tradicional uno de los principales perjudicados por la sequía, acabando en el abandono de tierras como inmensos eriales y con un crecimiento sin control de plantas leñosas y monte bajo (en España sólo se aprovecha el 25% del crecimiento de la masa forestal), tenemos ante nosotros una oportunidad histórica para, con nuevas técnicas de cultivo menos costosas, crear potentes sumideros de CO2 susceptibles de ser titulizados y vendidos en el mercado de créditos de carbono. 

Un nuevo marco institucional (tanto legal como de mercado) junto a unas infraestructuras hídricas eficientes (trasvases, embalses, agua regenerada…) es el plan para afrontar un futuro inmediato.

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