THE OBJECTIVE
Eduardo Laporte

23-J: entre Suiza y la morcilla

«La opción azul nos acercará a la cruenta historia de España que, en palabras del poeta Ángel González, recuerda a la morcilla: ‘Está hecha de sangre y (se) repite’»

Opinión
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23-J: entre Suiza y la morcilla

Orson Welles en 'El tercer hombre'. | London Films

«En Italia, en treinta años de dominación de los Borgia no hubo más que terror, guerras, matanzas, pero surgieron Miguel Ángel, Leonardo da Vinci y el Renacimiento. En Suiza, por el contrario, tuvieron cinco siglos de amor, democracia y paz. ¿Cuál fue el resultado? El reloj de cuco». 

Esta reflexión la coló de rondón Orson Welles en el rodaje de El tercer hombre y la tomo como posible lenitivo ante una posible victoria del PP+Vox, porque no olvidemos que si la derecha gana estas elecciones no va sola. Gobernará un híbrido llamado Santiago Feijáal o Alberto Núñez Abascóo. Una mezcla tan peligrosa como la tónica y el Baileys. 

Ante ese escenario digamos que disruptivo, uno busca argumentos que le convenzan de que esa España a paso de cangrejo que se nos viene puede ser un lugar más apacible. Hablaba el filósofo Jorge Freire del «promover el encuentro» y evitar «estériles encontronazos». 

Lo hacía en un artículo reciente en defensa de la Nueva Derecha que se nos viene (la Peres-Droite), y por momentos pensé que defendía la elección de José Luis Rodríguez Zapatero como un líder español y total de una República improbable con alianzas de civilizaciones y universos infinitos donde la gente se ama y se leen libros (véase declaraciones recientes en un mitin en el País Vasco). 

«Si el PP tiene que pactar con Vox para gobernar, habrá de todo menos encuentros y abrazos»

¿A qué encuentros, abrazos, vínculos y armonías se refería Freire en ese extraño artículo que de tan poco convincente uno llegaba a pensar si se trataba de un mensaje en clave para votar a la izquierda? Un Pásalo encriptado que calaría en aquellos lectores de extremos centros que a última hora tuvieran un atisbo de duda.

Porque lo que parece claro es que, si el PP no gana por mayoría absoluta, como insisten las encuestas, y tiene que pactar con Vox para gobernar, habrá de todo menos encuentros, abrazos de Atocha, repúblicas de la sonrisas y armonías en la calle de la Piruleta de la democracia. 

La España vacía se llenará de odio. Los embalses al 46% de su capacidad se colmarán también, pero de encono. El procés dormido y quizá desactivado despertará como una mascletá de guerrilla urbana sin fin que ahuyentará a los turistas y convertirá el mercado de la Boquería en un arsenal más peligroso que el garaje de Prigozhin. 

Esto no es divagación llenacolumnas, sino las propias intenciones de Santiago Abascal, que decía esta semana que en Cataluña se necesita «una intervención duradera». Nostálgico de los cojones del caballo de Espartero, el líder voxiano tiene sed de titulares, de que la historia le absuelva, como a Fidel Castro, antes incluso de haber escrito ninguna página en ella. Se cumplen el próximo 26 de julio 70 años del asalto al cuartel Moncada, en Cuba, y parece que este aspirante a neo Cid Campeador de Amurrio quiere su cuota de gloria, preso de esa vanidad tan nociva para el curso natural de las cosas.

«Los caminos de la democracia son inescrutables, y el 24-J veremos claro por qué pasó lo que pasó»

Tamaños asuntos nos jugamos el próximo 23-J, cuyo resultado no dependerá del agit prop tuitero, ni del sofismo de uno, ni de la ausencia gallinácea de Feijóo en el debate de anoche. Los caminos de la democracia son inescrutables, y el 24-J veremos claro por qué pasó lo que pasó, cuando a pocos días de los comicios es difícil poner la mano en el fuego por ningún resultado. Y, lo que es peor, nadie es capaz de defender por qué una opción es mejor que otra. 

Lo que sí parece es que la opción azul nos acercará de nuevo a la cruenta historia de España que, en palabras del poeta Ángel González, recuerda a la morcilla: «Está hecha de sangre y (se) repite». Porque no hace falta ser un visionario para oler ya esa sangre, en sentido metafórico y literal. La versión más canónica de España: la que desde Carlos V eligió ir hacia atrás en lugar de hacia delante, la del cainismo como señal identitaria con su reguero de guerras civiles, la del puñetazo en la mesa del Santiago (Abascal) y cierra España (cada vez más cerril). 

¿Encuentro? ¿Armonía? Si de estos lodos surgiera otro Miguel Ángel, otro Leonardo…, pero me temo que solo surgirán morcillas. Y esa posible España creadora de relojes de cuco, navajas e incluso chocolates de texturas nada desdeñables quedará sepultada por una tonelada de votos poco suizos con aroma a sangre de cerdo ibérico. Como si ese fuera, ay, nuestro destino. Quizá por eso Franco eligió Burgos y no Pamplona como capital de su bando durante la Guerra Civil. 

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