THE OBJECTIVE
Javier del Castillo

Es difícil caer más bajo

«La crispación se ha instalado en la vida política, no tanto entre la ciudadanía, y lo único que funciona, y que aparentemente suma votos, es el palo y tentetieso»

Opinión
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Es difícil caer más bajo

La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz. | Europa Press

Yolanda Díaz anunció al inicio de la campaña electoral —con esa sonrisa chulísima que lleva puesta desde que se levanta hasta que se acuesta— que no entraría en el juego sucio, ni en las provocaciones y descalificaciones personales de otros candidatos. Eso dijo. Como también dijo —esta vez por escrito, en el programa electoral de Sumar, aunque inmediatamente lo borraran al darse cuenta del despropósito— que abrirían expediente y prohibirían ejercer la profesión periodística a quienes publicaran informaciones falsas o mal contrastadas.

Probablemente, contagiada por su estrecha relación con Pedro Sánchez, en la recta final de la campaña, ha cambiado de opinión y ya lo que menos le importa es hablar de su programa. Para intentar arañar votos, ha endurecido su discurso. Ha subido el diapasón, pero no contra quienes insisten en convocar un referéndum para separarse de España, ni contra aquellos que han abandonado la lucha terrorista, pero no su principal objetivo —ahora desde las dentro de las instituciones— de liberar al Pueblo Vasco de la opresión del Estado español.

Yolanda, chulísima siempre ella, ha pasado al ataque y ha embarrado su discurso contra Feijóo, echando mano de la famosa foto del candidato popular navegando junto al condenado por narcotráfico, Marcial Dorado, por las Rías Bajas. Le indigna a la vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo que Feijóo se vaya de rositas y no quiera explicar su relación con quien ella considera «uno de los mayores narcotraficantes del mundo».

«Las promesas y los buenos propósitos de Yolanda han sido flor de un día»

Eso sí, le parece mucho más lógico y natural que Sánchez reciba con dos besos en la cara a la vicepresidenta de Venezuela, Delcy Rodríguez, también acusada de narcotráfico, o que sus compañeros de Gobierno y militantes del PSE posen sonrientes en una fiesta, al lado de quienes fueron juzgados y condenados por delitos de terrorismo.

Las promesas y los buenos propósitos de Yolanda han sido flor de un día. Al igual que otros candidatos, Yolanda saltó al campo dispuesta a debatir sobre propuestas, ideas y programas, pero esa estrategia se vio enseguida que estaba condenada al fracaso. La crispación se ha instalado en la vida política, no tanto entre la ciudadanía, y no hay manera de pararla. Aquí lo único que funciona, y que aparentemente suma votos, es el palo y tentetieso. Contra la derecha, contra la ultraderecha, contra los banqueros, las grandes fortunas y, por supuesto, contra los medios conservadores, que son prácticamente todos los que dicen algo en contra de Sánchez.

A estas alturas, casi nadie dudaba de la tendencia natural de Sánchez a decir una cosa y a hacer después la contraria. Por lo tanto, para contrarrestar, había que meter como fuera a Feijóo en el mismo saco. En una palabra, convencer a los indecisos de que el mentiroso compulsivo no era Sánchez, sino el candidato del PP.

Cualquier desliz, cualquier dato mal explicado, ha servido para intentar llevar contra las cuerdas al adversario. Unas veces sacándolo de contexto y otras mintiendo incluso en la respuesta. Aquí ya todo vale.

El cierre de la campaña no podía ser más bronco y lamentable.

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